ZAMORANA
El arte de tejer ilusión
Estos días mi pueblo, Castronuevo de los Arcos, es noticia; y lo es por una buena causa. No hablaré del vaciamiento que padece, como otros muchos pueblos zamoranos, ni tampoco de cómo va desapareciendo gradualmente, a medida que se jubilan sus habitantes, la agricultura y la ganadería propios de este lugar, ni haré mención a las pocas gentes y casi ningún niño que se ven por sus calles; no, no hablaré de todo ello que, desgraciadamente, no por obviarlo en esta ocasión, es menos importante.
Hoy mi pueblo se viste de color, de esperanza, de primavera, y lo hace de la mano de un puñado de mujeres, jóvenes y mayores, que se han propuesto embellecer las calles como solo ellas saben hacerlo: poniendo ilusión y creatividad a través de labores de ganchillo que han tejido sobre fondos de arpillera formando murales y banderolas a la entrada del pueblo. Una labor que va más allá de lo meramente estético, porque entronca con una vieja tradición muy extendida de juntarse las mujeres en una casa en invierno, al calor del brasero, o en la portalada en verano para tejer, bordar, charlar o escuchar la radio. Esta costumbre, retomada en la actualidad, comenzó con el árbol de navidad de ganchillo que realizaron al comenzar el año, y ahora continúan con este proyecto primaveral para engalanar las calles.
Recuerdo la sororidad de las mujeres de mi infancia en aquellas portaladas de antaño donde se contaban viejas historias, se hablaba de todo, se ayudaban con los patrones de las labores o, simplemente, se unían en un común silencio para escuchar la radionovela del momento.
El hecho de que ahora se repita esta circunstancia, de que las féminas salgan de sus casas y se unan, de nuevo, revitaliza la importancia de unas labores que trascienden lo meramente estético, porque dotan al pueblo de interés, y ellas mismas, esas mujeres, se juntan para decidir que unidas pueden con todo; así recuperan tradiciones, aprenden bailes, tocan instrumentos (pandereta, castañuelas), se restaura la peluquería, organizan talleres… formas diversas para despertar al pueblo y, a través de la creatividad y el esfuerzo, dar vida a Castronuevo.
Traslado desde estas líneas mi enhorabuena a todas ellas, mi gratitud por su trabajo de embellecimiento de unas calles austeras que pedían a gritos un atisbo de color, y las animo para que continúen saliendo, dando vida al pueblo y demostrando que, unidas y sin un excesivo coste económico, se puede hacer más bella la vida. Habéis descubierto que la creatividad, la unión y la ilusión pueden hacer resucitar a un pueblo. ¡Enhorabuena!

Estos días mi pueblo, Castronuevo de los Arcos, es noticia; y lo es por una buena causa. No hablaré del vaciamiento que padece, como otros muchos pueblos zamoranos, ni tampoco de cómo va desapareciendo gradualmente, a medida que se jubilan sus habitantes, la agricultura y la ganadería propios de este lugar, ni haré mención a las pocas gentes y casi ningún niño que se ven por sus calles; no, no hablaré de todo ello que, desgraciadamente, no por obviarlo en esta ocasión, es menos importante.
Hoy mi pueblo se viste de color, de esperanza, de primavera, y lo hace de la mano de un puñado de mujeres, jóvenes y mayores, que se han propuesto embellecer las calles como solo ellas saben hacerlo: poniendo ilusión y creatividad a través de labores de ganchillo que han tejido sobre fondos de arpillera formando murales y banderolas a la entrada del pueblo. Una labor que va más allá de lo meramente estético, porque entronca con una vieja tradición muy extendida de juntarse las mujeres en una casa en invierno, al calor del brasero, o en la portalada en verano para tejer, bordar, charlar o escuchar la radio. Esta costumbre, retomada en la actualidad, comenzó con el árbol de navidad de ganchillo que realizaron al comenzar el año, y ahora continúan con este proyecto primaveral para engalanar las calles.
Recuerdo la sororidad de las mujeres de mi infancia en aquellas portaladas de antaño donde se contaban viejas historias, se hablaba de todo, se ayudaban con los patrones de las labores o, simplemente, se unían en un común silencio para escuchar la radionovela del momento.
El hecho de que ahora se repita esta circunstancia, de que las féminas salgan de sus casas y se unan, de nuevo, revitaliza la importancia de unas labores que trascienden lo meramente estético, porque dotan al pueblo de interés, y ellas mismas, esas mujeres, se juntan para decidir que unidas pueden con todo; así recuperan tradiciones, aprenden bailes, tocan instrumentos (pandereta, castañuelas), se restaura la peluquería, organizan talleres… formas diversas para despertar al pueblo y, a través de la creatividad y el esfuerzo, dar vida a Castronuevo.
Traslado desde estas líneas mi enhorabuena a todas ellas, mi gratitud por su trabajo de embellecimiento de unas calles austeras que pedían a gritos un atisbo de color, y las animo para que continúen saliendo, dando vida al pueblo y demostrando que, unidas y sin un excesivo coste económico, se puede hacer más bella la vida. Habéis descubierto que la creatividad, la unión y la ilusión pueden hacer resucitar a un pueblo. ¡Enhorabuena!
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