REFLEXIONES METAFÍSICAS
Somos tiempo, pero desconocemos qué es
De un tiempo a esta parte, intuyo que Cronos ha acelerado su Mercedes. De tal manera, siento que las 24 horas del día se me las han comido, que he pasado de escuchar el sonido de las hojas secas cuando las pisas a oír los trinos de los mirlos y los ruiseñores; que las mujeres que me enamoraron ya son solo recuerdos, bonitos, si se quiere; que los tres lustros que dediqué a dirigir y editar periódicos se perdieron en el meandro de mi memoria. No sé qué es la vida cuando sumo tantas décadas en el cuaderno de mi cuerpo. Sí sé qué, sin amar y ser amado, es un morir sin darte cuenta, una muerte sin óbito, un expirar al alba.
Un 6 de junio de 2010, El Día de Zamora, mi barquito de papel empezó a navegar por este viejo estanque que es nuestra ciudad. Junto a mí, navegaron personas inolvidables y gentes sin escrúpulos. Yo también me quedé en el puerto del júbilo un 2 de marzo de 2023. Ahora vivo y amo, me siento amado. Mientras, Zamora intenta salir de su letargo, de un coma económico, de su enfermedad demográfica, porque cada día los que ayer fuimos hombres y mujeres maduros ya nos acercamos a la vejez, y los jóvenes huyen al Este del Edén.
Confieso que me siento más joven, mucho más, que las gentes de mi generación. Amar es un verbo que rejuvenece, pero que envejece, del derecho y del revés, el alma. Y, después de sembrar tantas esencias de mujer con las semillas de la pasión, recojo ahora el fruto.
También cultivé Zamora con mis artículos, críticos y constructivos, pero cayeron en tierras yermas, en mentes refractarias al progreso, en cerebros anegados por el mal.
Me volverás a leer, en el papel, a finales de mayo. Quinto mes del año, el de las flores encendidas y el de la Virgen María. Viajo en el Mercedes de Cronos por la autopista del deseo. Somos tiempo, pero desconocemos qué es.
Eugenio-Jesús de Ávila
De un tiempo a esta parte, intuyo que Cronos ha acelerado su Mercedes. De tal manera, siento que las 24 horas del día se me las han comido, que he pasado de escuchar el sonido de las hojas secas cuando las pisas a oír los trinos de los mirlos y los ruiseñores; que las mujeres que me enamoraron ya son solo recuerdos, bonitos, si se quiere; que los tres lustros que dediqué a dirigir y editar periódicos se perdieron en el meandro de mi memoria. No sé qué es la vida cuando sumo tantas décadas en el cuaderno de mi cuerpo. Sí sé qué, sin amar y ser amado, es un morir sin darte cuenta, una muerte sin óbito, un expirar al alba.
Un 6 de junio de 2010, El Día de Zamora, mi barquito de papel empezó a navegar por este viejo estanque que es nuestra ciudad. Junto a mí, navegaron personas inolvidables y gentes sin escrúpulos. Yo también me quedé en el puerto del júbilo un 2 de marzo de 2023. Ahora vivo y amo, me siento amado. Mientras, Zamora intenta salir de su letargo, de un coma económico, de su enfermedad demográfica, porque cada día los que ayer fuimos hombres y mujeres maduros ya nos acercamos a la vejez, y los jóvenes huyen al Este del Edén.
Confieso que me siento más joven, mucho más, que las gentes de mi generación. Amar es un verbo que rejuvenece, pero que envejece, del derecho y del revés, el alma. Y, después de sembrar tantas esencias de mujer con las semillas de la pasión, recojo ahora el fruto.
También cultivé Zamora con mis artículos, críticos y constructivos, pero cayeron en tierras yermas, en mentes refractarias al progreso, en cerebros anegados por el mal.
Me volverás a leer, en el papel, a finales de mayo. Quinto mes del año, el de las flores encendidas y el de la Virgen María. Viajo en el Mercedes de Cronos por la autopista del deseo. Somos tiempo, pero desconocemos qué es.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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