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José Ignacio Moratinos Delgado “El Empecinado” edacción
Sábado, 27 de Abril de 2024
EL EMPECINADO

La epístola de Sánchez, una maniobra de distracción.

José Ignacio Moratinos Delgado 'el Empecinado'

La epístola de Sánchez es una maniobra de distracción. Es victimista y, a la vez, belicosa. Contiene un desafío y, en último término, una declaración de guerra.

 

Pedro Sánchez nos anuncia que va a reflexionar, hay que prepararse para lo peor. Basta leer la epístola difundida para comprender al momento que no tienen intención que renunciar a la Presidencia del Gobierno. No existe el menor signo de contrición, ni respeto por la institución que encarna. Su intención es zanjar de raíz cualquier tentación crítica, realzar la polarización del país a un nivel máximo de temperatura emocional y, sobre todo, producir un señalamiento intimidatorio contra los medios de comunicación, los jueces y los partidos de la oposición.

 

El mensaje es incuestionable: a partir de ahora, cualquiera que hable de Begoña para cualquier cosa que no sea defender su pureza virginal será considerado fascista de extrema derecha, del Sindicato del Crimen, y deberá atenerse a las consecuencias. El protector de su honor se ha convertido el expresidente Zapatero que pide una movilización en favor de Sánchez y de sus políticas, para el sábado a las Puertas de la sede del PSOE en la calle Ferraz. Zapatero recuerda que no puede pasar lo mismo que en Portugal, con la dimisión de su Primere ministro y vino la derrochona.

 

En la primera lectura de la epístola, contiene   una exigencia de impunidad para hoy y para el futuro. En su finalidad, nadie podrá sugerir -mucho menos, investigar o perseguir- un posible comportamiento irregular en el espacio del pedrismo sin recibir una excomunión fulminante y sin que el pueblo sanchistas sea llamado a prender fuego a los herejes en la plaza pública (como veremos este sábado en la calle Ferraz).

 

La epístola de Sánchez es algo más que una artimaña de distracción. Es victimista y, a la vez, belicosa. Contiene una advertencia, un desafío y, en último término, una declaración de guerra. Es un intento de convertir un caso de posible corrupción en una cruzada política que divida el espacio público en dos campos: el de los fieles y el de los infieles, siendo la adhesión inquebrantable a Pedro y Begoña la línea divisoria entre unos y otros.

 

La letra y el espíritu de la epístola es conforme al hálito un caudillo populista latinoamericano que de un primer ministro democrático europeo. Un gobernante democrático, ante la presencia de sospechas fundadas sobre la limpieza de la actuación de su cónyuge y de varios colaboradores íntimos, tiene que considerar que esa circunstancia no es compatible con su permanencia en el cargo. Si tal fuera el caso (que obviamente no lo es), Sánchez habría pedido audiencia al jefe del Estado, le comunicaría su dimisión, haría una declaración pública y se pondría en marcha el mecanismo constitucional de una nueva investidura.

 

Pero no ha hecho nada de eso, ni tiene la menor intención de hacerlo. Por el contrario, su histriónico aspaviento remite más a lo que se espera de personajes como Donald Trump, Cristina Kirchner, López Obrador, Daniel Ortega etc. que a lo que hizo hace unos meses António Costa o a lo que haría, por ejemplo, la primera ministra de Dinamarca por menos de la mitad de lo que aquí ha salido a la luz hasta el momento. Sánchez señala sin disimulos a los agentes del mal. Para empezar, los medios de comunicación que considera desafectos. En concreto a dos de ellos. ¿Por ser, como él dice, ultraderechistas?

 

En la Moncloa no pueden ignorar: que las imputaciones delictivas corresponden exclusivamente a los jueces. Por cierto, en el relato de los hechos no se han incluido las amenazas a los directivos de dichos medios que han recibido en las últimas semanas, de viva voz, por parte de altos responsables de la presidencia del Gobierno. Es obvio que no se trata solo de amedrentar a estos periódicos, sino de lanzar una advertencia terminante a toda la galaxia mediática.

 

La única respuesta honorable a esa conminación es no escucharla y seguir practicando el periodismo libre y no mercenario. El segundo enemigo, infinitamente más peligroso, es el Poder Judicial, con el que Sánchez mantiene un contencioso permanente desde que decidió asociarse a los responsables de la insurrección institucional de 2017 en Cataluña. El rasgo común de todos los gobiernos populistas y dictatoriales es su afán de someter a los medios y a los jueces.

 

El factor desencadenante de la epístola furiosa del presidente ha sido que un juez de instrucción ha abierto diligencias previas en torno a la actuación de su señora. Me adelanto a resaltar que “diligencias previas” no significa nada en términos de culpabilidad. Begoña Gómez tiene tanto derecho a gozar de la presunción de inocencia como cualquier otro ciudadano español. No se puede   dar por hechos delitos que, por el momento, nadie ha probado.

 

Se adivina que resulta sumamente enojoso para un primer ministro pasar meses con su cónyuge sometida a una investigación judicial por cosas tan feas como tráfico de influencias y corrupción en el ámbito privado. Especialmente tratándose de un presidente que no ha vacilado en guillotinar a estrechos colaboradores por mucho menos que eso y que tiene por costumbre pisotear sistemáticamente la presunción de inocencia de sus adversarios más pertinaces.

 

Nadie piensa que Pedro Sánchez esté pensando seriamente en dejar el poder. Más bien se espera la escenificación de una irracional oleada aclamatoria acompañada de un diluvio de injurias contra los infieles; y, a partir del lunes. No soy yo quién para prejuzgar si Begoña Gómez cometió o no algún delito, ni siquiera si su comportamiento fue éticamente dudoso o estético impropio de la mujer del presidente del Gobierno. Todo se demostrará judicialmente. En todo caso, Si Sánchez dimite el lunes, será un paréntesis en nuestra historia.

 

Me inclino más que la reapertura del caso Pegasus esta influyendo mucho más a Pedro Sánchez a lanzar su epístola que las “diligencias previas” sobre su mujer.

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