
COSAS DE AQUÍ
Zamora: donde el fracaso ajeno se convierte en el triunfo propio
Los zamoranos somos gente rara, rara, rara. Aquí no se es, per se, de izquierdas o derechas. El personal se hace conservador o progresista, si es que la siniestra es progreso, dependiendo si el prójimo al que envidia calza a la diestra o la zurda.
Si aquel tipo, periodista, empresario, funcionario, al que le cogió puta manía, bien porque es persona más elegante, atractiva e inteligente, ya porque alcanzó un status superior en su profesión, triunfa económicamente, tiene éxito con las mujeres y consideración social, el zamorano de a pie inventa calumnias, bulos e infamias para destruirlo.
Si eres distinto, porque piensas diferente, porque careces de complejos, porque vistes como te la real gana, esa masa crítica, de envidiosos, de enanos mentales, se te comerán. Y si defiendes una opción política determinada, los que te odian, elegirán la que más se lo oponga. Pasarás a ser un facha, un franquista, un reaccionario, un badulaque, un asocial.
En nuestra ciudad, hecha de hombres y mujeres con raíces en el agro, todo el mundo, salvo los que tienen inmensa personalidad, se pasan la vida observando a su alrededor. Si fulanito y menganita empiezan a caminar de la mano, se escucharán las primeras opiniones al respecto. Verbigracia: si ella vale más que él, si el chico tiene patrimonio y, por esa razón, se ha ligado a una chica tan bella; si Pedro se ha comprado un automóvil alemán, o Juan adquirió una nueva vivienda, la masa intentará analizar las razones de esas compras. Y si el hombre adorna la frente de su esposa, o viceversa, habrá motivos especiales para largar durante una temporada.
Aquí, por lo general, se mira poco hacia el cielo y hacia adentro. Se elige mirar hacia el suelo y hacia el prójimo. Y así se consumen las vidas de unos y otras, de unes y otres, sin haberse conocido a sí mismos.
¡Cómo imaginar una Zamora más grande, más amplia mentalmente, más abierta, moderna y desarrollada! Imposible. Si lo nuestro es la vida de los otros. Si el fracaso de los demás es nuestra gloria. Si preferimos pensar mal para dañar, y no pensar para avanzar.
La sociedad zamorana y, por ende, sus políticos, como siempre piensa en pequeño, necesitan esta decadencia para su hedonismo. Aquí nos conocemos todos. De hecho, lo primero que se mira en el periódico, que, además no es ni nuestro, son las esquelas. Pensar en grande parece un lujo. Virgencita, virgencita, que me quedé como estoy. Razón esencial que nos lleva a esta muerte viva que padecemos, a este viaje en el tiempo hacia la ciudad pretérita. Progreso y Zamora son antitéticos.
Esta tarde, caminando bajo la lluvia, mirando al cielo, pintado de negro y blanco, pensé en nuestra ciudad y las causas de su decadencia, que acabo de exponer. Pero no hablo ex cátedra. Se trata tanto solo de una persona con más tiempo pretérito que futuro por conjugar.
Eugenio-Jesús de Ávila
Los zamoranos somos gente rara, rara, rara. Aquí no se es, per se, de izquierdas o derechas. El personal se hace conservador o progresista, si es que la siniestra es progreso, dependiendo si el prójimo al que envidia calza a la diestra o la zurda.
Si aquel tipo, periodista, empresario, funcionario, al que le cogió puta manía, bien porque es persona más elegante, atractiva e inteligente, ya porque alcanzó un status superior en su profesión, triunfa económicamente, tiene éxito con las mujeres y consideración social, el zamorano de a pie inventa calumnias, bulos e infamias para destruirlo.
Si eres distinto, porque piensas diferente, porque careces de complejos, porque vistes como te la real gana, esa masa crítica, de envidiosos, de enanos mentales, se te comerán. Y si defiendes una opción política determinada, los que te odian, elegirán la que más se lo oponga. Pasarás a ser un facha, un franquista, un reaccionario, un badulaque, un asocial.
En nuestra ciudad, hecha de hombres y mujeres con raíces en el agro, todo el mundo, salvo los que tienen inmensa personalidad, se pasan la vida observando a su alrededor. Si fulanito y menganita empiezan a caminar de la mano, se escucharán las primeras opiniones al respecto. Verbigracia: si ella vale más que él, si el chico tiene patrimonio y, por esa razón, se ha ligado a una chica tan bella; si Pedro se ha comprado un automóvil alemán, o Juan adquirió una nueva vivienda, la masa intentará analizar las razones de esas compras. Y si el hombre adorna la frente de su esposa, o viceversa, habrá motivos especiales para largar durante una temporada.
Aquí, por lo general, se mira poco hacia el cielo y hacia adentro. Se elige mirar hacia el suelo y hacia el prójimo. Y así se consumen las vidas de unos y otras, de unes y otres, sin haberse conocido a sí mismos.
¡Cómo imaginar una Zamora más grande, más amplia mentalmente, más abierta, moderna y desarrollada! Imposible. Si lo nuestro es la vida de los otros. Si el fracaso de los demás es nuestra gloria. Si preferimos pensar mal para dañar, y no pensar para avanzar.
La sociedad zamorana y, por ende, sus políticos, como siempre piensa en pequeño, necesitan esta decadencia para su hedonismo. Aquí nos conocemos todos. De hecho, lo primero que se mira en el periódico, que, además no es ni nuestro, son las esquelas. Pensar en grande parece un lujo. Virgencita, virgencita, que me quedé como estoy. Razón esencial que nos lleva a esta muerte viva que padecemos, a este viaje en el tiempo hacia la ciudad pretérita. Progreso y Zamora son antitéticos.
Esta tarde, caminando bajo la lluvia, mirando al cielo, pintado de negro y blanco, pensé en nuestra ciudad y las causas de su decadencia, que acabo de exponer. Pero no hablo ex cátedra. Se trata tanto solo de una persona con más tiempo pretérito que futuro por conjugar.
Eugenio-Jesús de Ávila
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