PASIONES
Zamora y el cenotafio de Viriato
De vez en cuando, la vida nos regala instantes líricos, que están ahí, pero no todos admiran. Verbigracia: la imagen que acompaña este texto muestra flores rojas surgidas entre las rocas, entre las Peñas de Santa Marta, areniscas silíceas. La fuerza de la naturaleza evidencia que el reino vegetal aprovecha cualquier resquicio para coronarse, para escribir poesías en colores sobre unas rocas, sobre unos materiales muertos.
Zamora podría, por mímesis, demostrar su poderío social, sus ganas de vivir, como esas flores colgadas de sus murallas, que ofrecen un toque de distinción, una miaja de sensibilidad. Zamora lucha contra esos materiales secos de la política que le impiden crecer, ver la luz del progreso. Zamora batalla contra los zamoranos hijos del conformismo, huérfanos de rebeldía, anegados por la cobardía, para cerrar ese túnel del tiempo que nos conduce al pretérito económico, a la ruina social.
Nosotros, los zamoranos que nunca nos hemos resignado a la deriva hacia la nada de nuestra tierra, que no guardamos silencio ante la ignominia secular del poder político, que no nos conformamos con promesas políticas, somos, quizá, como esas flores rojas que adornan las Peñas de Santa Marta, excepciones, rarezas y anomalía de esa normalidad callada, enferma de apatía antropológica, incapaz de exigir, de criticar, de dar la cara.
Zamora necesita más flores salvajes en las murallas de su mentalidad decimonónica; flores que rompan las rocas del caciquismo, flores que perfumen con el aroma de la rebeldía sobre una sociedad apocada, timorata y ñoña. Zamora no se ha muerto, rechaza, pues, coronas de flores sobre el cenotafio de Viriato.
Eugenio-Jesús de Ávila
De vez en cuando, la vida nos regala instantes líricos, que están ahí, pero no todos admiran. Verbigracia: la imagen que acompaña este texto muestra flores rojas surgidas entre las rocas, entre las Peñas de Santa Marta, areniscas silíceas. La fuerza de la naturaleza evidencia que el reino vegetal aprovecha cualquier resquicio para coronarse, para escribir poesías en colores sobre unas rocas, sobre unos materiales muertos.
Zamora podría, por mímesis, demostrar su poderío social, sus ganas de vivir, como esas flores colgadas de sus murallas, que ofrecen un toque de distinción, una miaja de sensibilidad. Zamora lucha contra esos materiales secos de la política que le impiden crecer, ver la luz del progreso. Zamora batalla contra los zamoranos hijos del conformismo, huérfanos de rebeldía, anegados por la cobardía, para cerrar ese túnel del tiempo que nos conduce al pretérito económico, a la ruina social.
Nosotros, los zamoranos que nunca nos hemos resignado a la deriva hacia la nada de nuestra tierra, que no guardamos silencio ante la ignominia secular del poder político, que no nos conformamos con promesas políticas, somos, quizá, como esas flores rojas que adornan las Peñas de Santa Marta, excepciones, rarezas y anomalía de esa normalidad callada, enferma de apatía antropológica, incapaz de exigir, de criticar, de dar la cara.
Zamora necesita más flores salvajes en las murallas de su mentalidad decimonónica; flores que rompan las rocas del caciquismo, flores que perfumen con el aroma de la rebeldía sobre una sociedad apocada, timorata y ñoña. Zamora no se ha muerto, rechaza, pues, coronas de flores sobre el cenotafio de Viriato.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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