Martes, 11 de Noviembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Miércoles, 15 de Mayo de 2024
ZAMORANA

La impaciencia

Define la Rea Academia de la Lengua el término “impaciencia” como: “intranquilidad producida por algo que molesta o que no acaba de llegar”.

En este sentido, añadiré que la impaciencia provoca un estado de permanente inquietud y desasosiego que no cede al razonamiento, sino que extiende su zozobra a todos los actos cotidianos convirtiendo las horas en un sinvivir. Lo más grave es que la resolución de ese exasperante anhelo, en muchas ocasiones no depende de nosotros, ni de que podamos hacer nada que no sea esperar a que los acontecimientos debidos a los demás se vayan produciendo.

 

Sin embargo, cuando la impaciencia tiene que ver con uno mismo y con una enumeración de proyectos que solo nosotros nos hemos planteado, la situación es muy distinta, ya que se trata de hacer un listado e ir tachando en la medida que se van cumpliendo tales objetivos, hasta que la relación de tareas llega a su fin.

 

En cualquier caso, siempre debería prevalecer el enfrentar los quehaceres con sosiego, pensando que nada ni nadie es imprescindible, que la mente es volátil, todo es susceptible de cambio y lo que se requería con premura ayer, luego se tuerce o descansa en una mesa de despacho durante días, dando a entender que no era tan trascendente.

 

Las personas responsables, sin embargo, esas que aún confían en la palabra dada, en que se cumplan los proyectos ajustándose a la fecha de ejecución, y en la lealtad con las promesas contraídas, suelen caer en ese estado de impaciencia porque raras veces se satisfacen los objetivos primarios. Aquí, en Zamora, hablo con gente que reniega, por ejemplo, del tiempo transcurrido desde que se derribó el viejo Museo de Semana Santa y desconfían de que algún día lleguen a ver el nuevo, ya que los plazos se dilatan, las obras se estancan, se rescinden los contratos, los precios aumentan… y lo mismo ocurre con otras obras importantes para nuestra ciudad: la remodelación del Mercado de Abastos, la finalización de obras del puente de piedra, el Museo Baltasar Lobo, las obras del Conservatorio de Música, la ubicación del nuevo parque de bomberos, la ampliación del Teatro Principal, la recuperación total del amurallado…y así una lista enorme de obras proyectadas, alguna desde hace varios años, cuya finalización se retrasa en el tiempo hasta el punto que los zamoranos recelan de verlas terminadas algún día.

 

En este caso la impaciencia se alía con la incredulidad y aporta un estado de ánimo que está relacionado con la decepción y la desesperanza; de eso los zamoranos saben mucho porque siempre se han sentido abandonados a su suerte, sin que, por parte de las administraciones, ya sea central o autonómica, les otorguen demasiadas prebendas, a pesar de que estén suficientemente justificadas.

 

La impaciencia, ese pecado capital que, según Kafka, “junto con la indolencia engendran todos los demás. Fue a causa de la impaciencia que expulsaron al hombre del paraíso, al que no puede volver por culpa de la indolencia. Aunque quizá no existe más que un sólo pecado capital: la impaciencia”. Así pues, la impaciencia se convierte en el gran pecado capital que, si no se sabe llevar bien, pude acarrear temibles consecuencias.

 

Si llevamos a nuestro terreno este término, se nos conmina a seguir esperando, pero con buen talante y la esperanza de que todas las obras emprendidas y proyectadas en nuestra querida Zamora, más pronto que tarde, acaben convirtiéndose en realidad; al fin y al cabo, ¡no depende de nosotros, ciudadanos de a pie!, aunque estemos ahí para vigilar que no se pierdan en el olvido.

 

 

Mª Soledad Martín Turiño

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