COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Una sociedad indolente y abúlica
Las fotografías de la manifestación de ayer, reivindicando la reapertura del ferrocarril Ruta de la Plata, evidencian la importancia que los zamoranos y otras gentes del occidente español le conceden al tren, el medio de transporte más lírico que inventó el hombre. En nuestra provincia, la apatía antropológica preside el cerebro colectivo de sus moradores. Casi siempre son los mismos los que protestan, mientras que una gran mayoría social guarda silencio, como si no importara ni infraestructuras, ni el progreso, ni que la despoblación aumente alarmantemente desde hace más de una década. Se vota por inercia y se castiga a las formaciones zamoranas que van surgiendo, y desapareciendo, que anhelan recoger el voto de tantos agravios políticos, cometidos por los dos grandes partidos nacionales, como el PSOE, que ha gobernado 28 años, y el PP, la mitad de ese tiempo, pero que han hecho y deshecho casi toda la vida, desde que nos concedieron esta democracia, más falsa que la “monea” de la copla, lo que le dio la gana en esta autonomía ahistórica, arbitraria e inservible para provincias como la nuestra.
Zamora no clama por nada. A esta ciudad le han robado organismos del Estado, que contribuían a su bienestar, a mantener la población, porque le dio la gana a los distintos ejecutivos, más los del PSOE, con la complicidad de los populares, sin que el común de los zamoranos levantase la voz. Pusilánimes y silentes, nosotros hemos ido tolerando el vaciamiento de nuestra provincia sin rechistar.
Ayer, miembros importantes de los partidos que nos adelgazaron y esquilmaron como sociedad, como Fagúndez y Maíllo, tal para cual, se manifestaron. Increíble. Verdugos y víctimas, al unísono, para exigir lo que desmantelaron sus respectivas formaciones. El teatro del absurdo de la política: todo aquello contrario y opuesto a la razón, lo que no posee sentido, como lo chocante, arbitrario y extravagante.
Así me sabe a mí que estos políticos se manifiesten a favor de la reapertura de un servicio de ferrocarril que cerraron sus partidos. Para que me los crea deberían acudir a Pedro Sánchez, o, en su defecto, a su ministro de la cosa, de la pornografía verbal, y a Feijóo, el que ordena y manda en el PP. Lo demás, los gestos, los abrazos, las promesas, solo son palabras huecas, sin carne, sin sintaxis, pronunciadas para engañar a una sociedad adormecida por el poder, indolente y abúlica.
Eugenio-Jesús de Ávila
Las fotografías de la manifestación de ayer, reivindicando la reapertura del ferrocarril Ruta de la Plata, evidencian la importancia que los zamoranos y otras gentes del occidente español le conceden al tren, el medio de transporte más lírico que inventó el hombre. En nuestra provincia, la apatía antropológica preside el cerebro colectivo de sus moradores. Casi siempre son los mismos los que protestan, mientras que una gran mayoría social guarda silencio, como si no importara ni infraestructuras, ni el progreso, ni que la despoblación aumente alarmantemente desde hace más de una década. Se vota por inercia y se castiga a las formaciones zamoranas que van surgiendo, y desapareciendo, que anhelan recoger el voto de tantos agravios políticos, cometidos por los dos grandes partidos nacionales, como el PSOE, que ha gobernado 28 años, y el PP, la mitad de ese tiempo, pero que han hecho y deshecho casi toda la vida, desde que nos concedieron esta democracia, más falsa que la “monea” de la copla, lo que le dio la gana en esta autonomía ahistórica, arbitraria e inservible para provincias como la nuestra.
Zamora no clama por nada. A esta ciudad le han robado organismos del Estado, que contribuían a su bienestar, a mantener la población, porque le dio la gana a los distintos ejecutivos, más los del PSOE, con la complicidad de los populares, sin que el común de los zamoranos levantase la voz. Pusilánimes y silentes, nosotros hemos ido tolerando el vaciamiento de nuestra provincia sin rechistar.
Ayer, miembros importantes de los partidos que nos adelgazaron y esquilmaron como sociedad, como Fagúndez y Maíllo, tal para cual, se manifestaron. Increíble. Verdugos y víctimas, al unísono, para exigir lo que desmantelaron sus respectivas formaciones. El teatro del absurdo de la política: todo aquello contrario y opuesto a la razón, lo que no posee sentido, como lo chocante, arbitrario y extravagante.
Así me sabe a mí que estos políticos se manifiesten a favor de la reapertura de un servicio de ferrocarril que cerraron sus partidos. Para que me los crea deberían acudir a Pedro Sánchez, o, en su defecto, a su ministro de la cosa, de la pornografía verbal, y a Feijóo, el que ordena y manda en el PP. Lo demás, los gestos, los abrazos, las promesas, solo son palabras huecas, sin carne, sin sintaxis, pronunciadas para engañar a una sociedad adormecida por el poder, indolente y abúlica.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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