EL BECARIO TARDIO
El reencuentro
Esteban Pedrosa
Sabía que el viaje era largo y por eso se lo había tomado con calma. Salió con tres días de antelación, en prevención de algún contratiempo que le pudiera entretener y le hiciera llegar tarde a aquella cita de trabajo por la que había esperado tanto tiempo.
Cuando vio que comenzaba a oscurecer, aminoró la marcha y buscó con la mirada alguna luz en la carretera que le señalara un lugar para cenar algo y pernoctar. No tardó en llegar a una gasolinera con hotel, donde se detuvo y se sentó en una mesa nada más localizar el restaurante.
Bueno, la verdad es que no llegó a sentarse, porque oyó su nombre y, cuando miró hacia donde venía la voz, se sorprendió de ver a su suegro. Según se acercaba, pudo ver que lo acompañaba la que, en su día, fuera su mujer. Hacia tiempo que no se veían y estuvieron un buen rato recordando y poniéndose al día. Él les contó el porqué de su viaje y ellos nombraron a su cuñado Roberto como motivo para estar allí, ya que lo acompañaban para unas visitas médicas. Exsuegro, exmujer y excuñado ya habían acabado y pensaban salir al día siguiente para Madrid, donde residían. Por eso, al saber que él andaba sobrado de tiempo, le propusieron que los acompañara para pasar el día siguiente con ellos y no tardaron en convencerlo.
Suegro y cuñado se recogieron pronto y él y Mónica tomaron una copa y después dieron un paseo por los alrededores del hotel. No tardaron en discutir, afeándose mutuamente episodios pasados y él comenzó a replantearse la idea de acompañarlos a Madrid.
Cuando quisieron entrar al hotel, todas las puertas estaban cerradas y ella tuvo la peregrina idea de acceder a sus habitaciones “trepando por las paredes”, le dijo. Ante la rareza de la situación, él cayó en la cuenta y se lo dijo:
-¿A qué viene tanto interés en que os acompañe si los tres estáis muertos?
Después de la pregunta, afortunadamente, se despertó.
Sabía que el viaje era largo y por eso se lo había tomado con calma. Salió con tres días de antelación, en prevención de algún contratiempo que le pudiera entretener y le hiciera llegar tarde a aquella cita de trabajo por la que había esperado tanto tiempo.
Cuando vio que comenzaba a oscurecer, aminoró la marcha y buscó con la mirada alguna luz en la carretera que le señalara un lugar para cenar algo y pernoctar. No tardó en llegar a una gasolinera con hotel, donde se detuvo y se sentó en una mesa nada más localizar el restaurante.
Bueno, la verdad es que no llegó a sentarse, porque oyó su nombre y, cuando miró hacia donde venía la voz, se sorprendió de ver a su suegro. Según se acercaba, pudo ver que lo acompañaba la que, en su día, fuera su mujer. Hacia tiempo que no se veían y estuvieron un buen rato recordando y poniéndose al día. Él les contó el porqué de su viaje y ellos nombraron a su cuñado Roberto como motivo para estar allí, ya que lo acompañaban para unas visitas médicas. Exsuegro, exmujer y excuñado ya habían acabado y pensaban salir al día siguiente para Madrid, donde residían. Por eso, al saber que él andaba sobrado de tiempo, le propusieron que los acompañara para pasar el día siguiente con ellos y no tardaron en convencerlo.
Suegro y cuñado se recogieron pronto y él y Mónica tomaron una copa y después dieron un paseo por los alrededores del hotel. No tardaron en discutir, afeándose mutuamente episodios pasados y él comenzó a replantearse la idea de acompañarlos a Madrid.
Cuando quisieron entrar al hotel, todas las puertas estaban cerradas y ella tuvo la peregrina idea de acceder a sus habitaciones “trepando por las paredes”, le dijo. Ante la rareza de la situación, él cayó en la cuenta y se lo dijo:
-¿A qué viene tanto interés en que os acompañe si los tres estáis muertos?
Después de la pregunta, afortunadamente, se despertó.






















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