
NUESTRA HISTORIA
Mi abuela Justa, "La aguadora"
Cuando me jubilé de mi empleo de Mayor Jefe de la Policía Municipal de Zamora, sentí la necesidad de emplear mi mucho tiempo libre, pensé hacer cosas que me gustaran y que antes no pude hacerlas por tener que ganar el sustento y cuidar de la educación y crianza de los hijos. Por aquel entonces, intenté aprender dibujo y pintura , y también escribí algunos artículos que me publicó el periódico local.
De entre ellos, selecciono hoy este que dedicaba a mi abuela Justa "La Aguadora". transcurrían los llamados "felices años veinte", cuando todavía deambulaba por las calles de esta ciudad un carro-cuba cargado con agua de la fuente de La Alberca dedicado a repartir el liquido elemento por los domicilios de las familias acomodadas zamoranas.
Hacía ya muchos años que el matrimonio formado por Justa y Maximino se dedicaban al oficio de aguadores porque, aunque la red de agua potable en la ciudad de Zamora tiene su origen allá por el año de 1870, la gente pudiente de la capital prefería que le trajeran a casa diariamente algún cántaro de agua del entonces afamado manantial de La Alberca o de otras fuentes también reconocidas por sus buenos manantiales.
Como digo, ya en 1870 una compañía inglesa llamada Thomas Dowra y James Simpson y Cía. contrataron con el Ayuntamiento la subida de las aguas del Duero a la ciudad de Zamora, con destino al uso público y al consumo particular, comprometiéndose, en principio, a elevar mil metros cúbicos de agua filtrada cada veinticuatro horas. A partir de aquella fecha, comenzaron a construirse aquí las famosas "calderas" y a distribuirse por toda la ciudad tuberías, registros, bocas de riego, fuentes públicas y todo ese entramado necesario para que el agua llegara a todas partes.
Ello no impidió que la señora Justa, cincuenta años más tarde, vendiese cántaros de agua a domicilio procedentes de manantiales tales como la fuente de los Compadres, la del Dornajo, Guimaré o La Alberca. Justa era una mujer de cuerpo muy menudito, poca talla y delgada; tuvo siete hijos: África, Aurora, Maximino, Paco, Gildo, Encarnación y Pablo. A medida que iban teniendo edad para ello, trabajaron también en el acarreo del liquido elemento, aunque luego hiciera cada cual su vida por otros derroteros bien diferentes, y la única que persistía en portar al cuadril el cántaro y recorrerse la ciudad cada día era mi abuela Justa que, con su bravo temperamento, algunas veces "'echaba chispas".
Ya en los años treinta, la época de mi niñez, todavía llegué a conocer los restos de aquel carro-cuba que tantos litros de agua había transportado tirado siempre por algún burro o la vieja burra que aún recuerdo sacaba agua de un pozo que había en mi casa del barrio de Fuentelarreina, dando vueltas a la noria de oxidados arcaduces que poco a poco fueron destruyéndose con el uso sin que se repusieran.
El agua de aquel pozo no era potable, por lo que únicamente se utilizaba para regar un huerto que allí había y para meter en el verano las bebidas a refrescar, porque el agua en la profundidad del pozo se mantenía muy fresca. Así que poníamos en una herrada las botellas con el vino o cualquiera otra bebida y las bajábamos al fondo para que, sumergidas en el agua, se enfriaran.
Como mi abuelo Maximino era guarda de jardines del Ayuntamiento, no tenía mucho tiempo para dedicarse al menester de aguador, cuya tarea quedaba casi en exclusiva para mi abuela, motivo más que suficiente para que, en aquellos tiempos, fuera muy conocida por todos como la señora Justa "la aguadora".
Mis otros recuerdos, dedicados al abuelo Maximino, la memoria me los orienta a las temporadas de la recogida de las pinas en el bosque de Valerio y las muchas horas pasadas ante la lumbre del hogar de cocina baja para ir "destitando" los piñones con el calor; pero eso ya es otro historia para contar aparte.
Balbino Lozano
Cuando me jubilé de mi empleo de Mayor Jefe de la Policía Municipal de Zamora, sentí la necesidad de emplear mi mucho tiempo libre, pensé hacer cosas que me gustaran y que antes no pude hacerlas por tener que ganar el sustento y cuidar de la educación y crianza de los hijos. Por aquel entonces, intenté aprender dibujo y pintura , y también escribí algunos artículos que me publicó el periódico local.
De entre ellos, selecciono hoy este que dedicaba a mi abuela Justa "La Aguadora". transcurrían los llamados "felices años veinte", cuando todavía deambulaba por las calles de esta ciudad un carro-cuba cargado con agua de la fuente de La Alberca dedicado a repartir el liquido elemento por los domicilios de las familias acomodadas zamoranas.
Hacía ya muchos años que el matrimonio formado por Justa y Maximino se dedicaban al oficio de aguadores porque, aunque la red de agua potable en la ciudad de Zamora tiene su origen allá por el año de 1870, la gente pudiente de la capital prefería que le trajeran a casa diariamente algún cántaro de agua del entonces afamado manantial de La Alberca o de otras fuentes también reconocidas por sus buenos manantiales.
Como digo, ya en 1870 una compañía inglesa llamada Thomas Dowra y James Simpson y Cía. contrataron con el Ayuntamiento la subida de las aguas del Duero a la ciudad de Zamora, con destino al uso público y al consumo particular, comprometiéndose, en principio, a elevar mil metros cúbicos de agua filtrada cada veinticuatro horas. A partir de aquella fecha, comenzaron a construirse aquí las famosas "calderas" y a distribuirse por toda la ciudad tuberías, registros, bocas de riego, fuentes públicas y todo ese entramado necesario para que el agua llegara a todas partes.
Ello no impidió que la señora Justa, cincuenta años más tarde, vendiese cántaros de agua a domicilio procedentes de manantiales tales como la fuente de los Compadres, la del Dornajo, Guimaré o La Alberca. Justa era una mujer de cuerpo muy menudito, poca talla y delgada; tuvo siete hijos: África, Aurora, Maximino, Paco, Gildo, Encarnación y Pablo. A medida que iban teniendo edad para ello, trabajaron también en el acarreo del liquido elemento, aunque luego hiciera cada cual su vida por otros derroteros bien diferentes, y la única que persistía en portar al cuadril el cántaro y recorrerse la ciudad cada día era mi abuela Justa que, con su bravo temperamento, algunas veces "'echaba chispas".
Ya en los años treinta, la época de mi niñez, todavía llegué a conocer los restos de aquel carro-cuba que tantos litros de agua había transportado tirado siempre por algún burro o la vieja burra que aún recuerdo sacaba agua de un pozo que había en mi casa del barrio de Fuentelarreina, dando vueltas a la noria de oxidados arcaduces que poco a poco fueron destruyéndose con el uso sin que se repusieran.
El agua de aquel pozo no era potable, por lo que únicamente se utilizaba para regar un huerto que allí había y para meter en el verano las bebidas a refrescar, porque el agua en la profundidad del pozo se mantenía muy fresca. Así que poníamos en una herrada las botellas con el vino o cualquiera otra bebida y las bajábamos al fondo para que, sumergidas en el agua, se enfriaran.
Como mi abuelo Maximino era guarda de jardines del Ayuntamiento, no tenía mucho tiempo para dedicarse al menester de aguador, cuya tarea quedaba casi en exclusiva para mi abuela, motivo más que suficiente para que, en aquellos tiempos, fuera muy conocida por todos como la señora Justa "la aguadora".
Mis otros recuerdos, dedicados al abuelo Maximino, la memoria me los orienta a las temporadas de la recogida de las pinas en el bosque de Valerio y las muchas horas pasadas ante la lumbre del hogar de cocina baja para ir "destitando" los piñones con el calor; pero eso ya es otro historia para contar aparte.
Balbino Lozano
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