Doña Urraca, Bellido Dolfos y Arias Gonzalo merecen estatuas en la ciudad

Me emociona la escultura, incluso más que la pintura. Zamora ha dado excelentes maestros en ambas bellas artes. Desde hace algún tiempo se debate sobre la obra del ese genio bautizado como Baltasar y apellidado Lobo. Los que aman su legado escultórico apuesta por un museo en el Castillo, con proyecto de Moneo, el mejor arquitecto vivo de España. El Ayuntamiento siempre señaló el viejo Consistorio como el espacio ideal para exhibir las esculturas del grandísimo talento de la Tierra de Campos zamorana. En Zamora nunca estamos de acuerdo con nada ni con nadie. Si a mí me encanta el blanco, se alzará otra voz que denigre mi gusto y elija el negro. Debe ser patrimonio psicológico de nuestra gente, dado que somos descendientes de Caín.

Ese largo primer párrafo viene a cuento de lo que voy a proponer. Si hay una fecha clave en la historia de nuestra ciudad esa es la del mes de octubre de 1072, el histórico El Cerco de Zamora, que bien podría haber escrito el mismísimo William Shakespeare. Protagonistas principales de aquel episodio trágico: Doña Urraca, Arias Gonzalo y sus hijos y Bellido Dolfos, que pasó de felón a héroe. Pues hete aquí, que yo recuerde, que ni la señora, ni los nobles caballeros tienen estatua alguna en nuestra ciudad. Y sostengo, sin apellidarme Pereira, que se lo merecen. Ahora bien. ni Barrón, ni Lobo ni Flecha, tres artistas zamoranos, viven. Los recordamos con admiración y cariño. Pero hay otros artistas que esculpirían las imágenes de nuestros héroes y heroína medievales con genio y maestría. Verbigracia: Amaya, que tiene obra en la hermana Salamanca.

La rotonda entre Trascastillo  y Las Vegas podría ser idónea para ubicar una estatua de Arias Gonzalo y sus hijos. El parque de Baltasar Lobo, perfecto para Doña Urraca, y la de Bellido Dolfos cerca de la Puerta de la Lealtad.

Toda escultura forja plazas, potencia su belleza. Sagasta, aunque hermosísima por sus edificios modernistas y eclécticos, ganó prestigio con la obra de Adán que esculpió Barrón. La plaza de Zorrilla, que junto a la de Antonio del Águila, una de las más hermosas de Zamora, merced también a la maternidad de Lobo. La de la Constitución, gran secarral dedicado en los últimos años a manifestometro, necesita el aliento de un jardín, de una fuente y de una estatua. Verbigracia: ahí tenemos la plaza del Maestro, con obra dedicada a los docentes, fuente incluida, que embellece ese espacio urbano.

Hay otras plazas sin estatuas, como la de San Gil, con los restos, importantes, de un templo románico, soterrado, que lucirían con mayor esplendor con esculturas de Lobo. La antes citada plaza Antonio del Águila no quedaría mal con una estatua propia. Y qué decir de La Marina. Y recuerdo ahora también lo del célebre avión que iba a donar a la ciudad Defensa. No se ha vuelto a hablar de este asunto.

En este contexto, cuando, por fin, Francisco Guarido libere completamente la muralla de la avenida de la Feria y el Ministerio de Cultura las restaure, ese espacio ajardinado que ocupe el espacio de las viejas casonas, también podría dotarse de estaturas relacionadas con nuestra historia medieval. Es otra idea. Nada más.

Corolario: jardines, fuentes y estatuas no dejan de ser el toque de distinción de cualquier ciudad, el que potencia su atractivo, su belleza y su memoria colectiva.

Eugenio-Jesús de Ávila