El apoyo extraordinario al deporte, extrapolable a las exigencias políticas

Dos acontecimientos deportivos, los ascensos del CB Zamora y Zamora CF, me obligan a certificar que nuestra tierra vive, que los zamoranos queremos transformar nuestra ciudad y provincia, que no nos resignamos a seguir siendo la Cenicienta de Castilla y León y la marginada entre las geografías de la nación española, tanto por gobiernos socialistas, que iniciaron la descapitalización de Zamora, y populares, continuistas de las directrices del PSOE, también nos obviaron, conformándose con inversiones caritativas.

Sí, gente muy joven, festejó los éxitos deportivos de los dos clubes más representativos de provincia. Señas bermejas por doquier, la palabra Zamora en las bocas de chicos y chicas, el zamoranismo sublimado. Emociones tanto tiempo silenciadas, abortadas, restringidas regaron las avenidas y calles zamoranas. Nuestra tierra deseaba sentir que existía, que triunfaba, que estaba aquí.

Esa demostración de fuerza, de creer en Zamora y en su futuro, tendría que extrapolarse al campo político. Sí, hay que rebelarse contra los que nos expoliaron, nos engañaron y, además, se mofaron de nuestra decadencia.

Exijamos inversiones importantes de los ejecutivos nacionales y regionales para desarrollar polígonos industriales, como el que prometió Mañueco, y el que desea Francisco Guarido para los terrenos, abandonados, pura desidia, en el complejo de la Estación del Ferrocarril.

No me olvido de un antiguo anhelo, idóneo, perfecto, para nuestra tierra: la ubicación en Zamora de un Centro Tecnológico Agroganadero. La Diputación tiene la palabra. Presión a la Junta de Castilla y León. De PP a PP.

Por supuesto, hay que mantener, por parte del Ayuntamiento de Zamora, la reivindicación de una restauración global de la muralla, si bien que se inicie por los lienzos más dañados, pero sin evitar el resto de la fortaleza.

Creamos en Zamora y en su futuro, pero comportémonos como si hubiese algo tan importante en el juego que el progreso de los zamoranos y sus tierras.

Eugenio-Jesús de Ávila