EL BECARIO TARDIO
Sorprendido de sorprenderme
Esteban Pedrosa
A veces me sorprendo de sorprenderme ante una obviedad y es entonces cuando me llevo una alegría por ese asombro al que ya creía estar vetado a estas alturas de la vida.
No creo que con esto que escribo esté rizando el rizo y estoy seguro de que, en caso de pedirlos, muchos me mandarían ejemplos de vivencias sobre lo que digo en estas líneas, ya que somos muchos los que vamos de sorpresa en sorpresa “y tiro porque me toca”, en un juego de la oca muchas veces similar al juego de la vida, en el que participamos los que respiramos; es decir, todos.
Aunque he empezado escribiendo sobre las sorpresas que nos da la vida, están también las sorpresas que te prepara alguien, que será agradable si te la ofrece un amigo y te torcerá el gesto si es un enemigo. Después están las sorpresas -llamémoslas neutras- como las que te puede obsequiar un mago, que te llevará al asombro o al recogimiento, si te la ofrece tu filósofo favorito con su última ocurrencia.
Decía alguien que no forzosamente hemos de encontrarnos con la sorpresa yendo en línea recta y le doy la razón, porque te la puedes encontrar en un atajo o por dónde quiera que vayas explorando la vida, ya que forma parte de ella, aunque a veces nos sorprenda.
¿Qué sería de vida sin sorpresas? Juzguen ustedes, pero le damos importancia -incluso nos cautiva- a alguien que es una caja de sorpresas y así se lo decimos para su regodeo, para que sepa que le aceptamos y que a partir de entonces esperamos que se nos abra de vez en cuando con alguna de las suyas y nos deje con la boca abierta, una sonrisa o una carcajada…
Volviendo al principio, voy aprendiendo que ese de sorpresa a sorpresa y tiro porque me toca, me acompañará siempre, por mucho que me haga el duro, el descreído, deseándole a los demás algo de lo que todavía no he renegado y triste de mí en el momento en el que no suspire por una sorpresa.
A veces me sorprendo de sorprenderme ante una obviedad y es entonces cuando me llevo una alegría por ese asombro al que ya creía estar vetado a estas alturas de la vida.
No creo que con esto que escribo esté rizando el rizo y estoy seguro de que, en caso de pedirlos, muchos me mandarían ejemplos de vivencias sobre lo que digo en estas líneas, ya que somos muchos los que vamos de sorpresa en sorpresa “y tiro porque me toca”, en un juego de la oca muchas veces similar al juego de la vida, en el que participamos los que respiramos; es decir, todos.
Aunque he empezado escribiendo sobre las sorpresas que nos da la vida, están también las sorpresas que te prepara alguien, que será agradable si te la ofrece un amigo y te torcerá el gesto si es un enemigo. Después están las sorpresas -llamémoslas neutras- como las que te puede obsequiar un mago, que te llevará al asombro o al recogimiento, si te la ofrece tu filósofo favorito con su última ocurrencia.
Decía alguien que no forzosamente hemos de encontrarnos con la sorpresa yendo en línea recta y le doy la razón, porque te la puedes encontrar en un atajo o por dónde quiera que vayas explorando la vida, ya que forma parte de ella, aunque a veces nos sorprenda.
¿Qué sería de vida sin sorpresas? Juzguen ustedes, pero le damos importancia -incluso nos cautiva- a alguien que es una caja de sorpresas y así se lo decimos para su regodeo, para que sepa que le aceptamos y que a partir de entonces esperamos que se nos abra de vez en cuando con alguna de las suyas y nos deje con la boca abierta, una sonrisa o una carcajada…
Volviendo al principio, voy aprendiendo que ese de sorpresa a sorpresa y tiro porque me toca, me acompañará siempre, por mucho que me haga el duro, el descreído, deseándole a los demás algo de lo que todavía no he renegado y triste de mí en el momento en el que no suspire por una sorpresa.




















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