COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Un edificio de Moneo en Zamora
Moneo, ya octogenario, pasa por ser uno de los grandes arquitectos del siglo XX. Cuando un artista como el navarro firma una de sus edificios se considera obra de arte. Me encantaría que el que fuera Premio Pritzker de arquitectura en 1996 dejase un monumento en nuestra ciudad. Podría haberlo hecho, y de manera desinteresada, en el Castillo, con el Museo de Baltasar Lobo. Pero la autoridad no lo ha considerado oportuno. Yo sé muy poco de casi todo. No soy quién para exigir que ese proyecto se ejecute. Pero confieso que Zamora, una vez realizado ese espacio museístico, tendría un doble valor artístico: el propio del genio de Cerecinos de Campos, y el museo en sí mismo como arquitectura. Una especie de Guggenheim de Bilbao.
Como me temo que ese proyecto nunca formará parte del patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad, aunque los Amigos de Baltasar Lobo laboren como abejas obreras para construir esa colmena de la escultura contemporánea dentro de una cúpula mágica que saliese del magín del gran Moneo, prefiero convencer a quién corresponda para que se efectúe una segunda restauración, más profunda, que la primera, realizada contrarreloj porque urgía Europa y los dineros no lloverían sobre Zamora.
En efecto, la estructura defensiva de la Ciudad del Romancero nos ha llegado muy dañada. Ni la Torre del Homenaje, ni las restantes torres que circundan la última fortaleza, alcanzaron el siglo XX como correspondería un castillo medieval. Tocaría estudiar, por quien corresponda, eruditos en Historia Medieval, analizar cómo fue, en origen, esa fortaleza y cómo lucía en su época de mayor esplendor, pongamos en el año de gracia 1072, cuando el famoso Cerco de Zamora, aquella tragedia que pudo haber escrito el mismísimo Shakespeare.
Y ya que escribo sobre nuestro pasado, también, si hubiera agallas, se realizarían excavaciones arqueológicas, tres o cuatro metros de profundidad en la zona ajardinada y más cercana al Castillo. Una ciudad, que fue un importante en la alta Edad Media, guardará testigos de su pasado debajo de la línea urbana actual, por debajo de sus tuberías. Recuerdo que se descubrieron, cuando se abrían cimientos en lo que ahora es Consultivo, restos de asentamiento musulmán en Zamora. Ni caso. Se tapó. Y nada más.
Y sucedería de idéntica manera si se ejecutase un 2º Plan de Rehabilitación del Casco Histórico. Cuando se entre en solares, con el objetivo de construir edificios, como los de la Rúa de los Notarios, o restaurar Convento de las Concepcionistas, se hallarán quizá vestigios de otros siglos, de cuando Zamora fue importante.
Un edificio de Moneo en nuestra ciudad potenciaria el patrimonio monumental de la Bien Cercada. No despreciemos el arte. Lo necesitamos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Moneo, ya octogenario, pasa por ser uno de los grandes arquitectos del siglo XX. Cuando un artista como el navarro firma una de sus edificios se considera obra de arte. Me encantaría que el que fuera Premio Pritzker de arquitectura en 1996 dejase un monumento en nuestra ciudad. Podría haberlo hecho, y de manera desinteresada, en el Castillo, con el Museo de Baltasar Lobo. Pero la autoridad no lo ha considerado oportuno. Yo sé muy poco de casi todo. No soy quién para exigir que ese proyecto se ejecute. Pero confieso que Zamora, una vez realizado ese espacio museístico, tendría un doble valor artístico: el propio del genio de Cerecinos de Campos, y el museo en sí mismo como arquitectura. Una especie de Guggenheim de Bilbao.
Como me temo que ese proyecto nunca formará parte del patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad, aunque los Amigos de Baltasar Lobo laboren como abejas obreras para construir esa colmena de la escultura contemporánea dentro de una cúpula mágica que saliese del magín del gran Moneo, prefiero convencer a quién corresponda para que se efectúe una segunda restauración, más profunda, que la primera, realizada contrarreloj porque urgía Europa y los dineros no lloverían sobre Zamora.
En efecto, la estructura defensiva de la Ciudad del Romancero nos ha llegado muy dañada. Ni la Torre del Homenaje, ni las restantes torres que circundan la última fortaleza, alcanzaron el siglo XX como correspondería un castillo medieval. Tocaría estudiar, por quien corresponda, eruditos en Historia Medieval, analizar cómo fue, en origen, esa fortaleza y cómo lucía en su época de mayor esplendor, pongamos en el año de gracia 1072, cuando el famoso Cerco de Zamora, aquella tragedia que pudo haber escrito el mismísimo Shakespeare.
Y ya que escribo sobre nuestro pasado, también, si hubiera agallas, se realizarían excavaciones arqueológicas, tres o cuatro metros de profundidad en la zona ajardinada y más cercana al Castillo. Una ciudad, que fue un importante en la alta Edad Media, guardará testigos de su pasado debajo de la línea urbana actual, por debajo de sus tuberías. Recuerdo que se descubrieron, cuando se abrían cimientos en lo que ahora es Consultivo, restos de asentamiento musulmán en Zamora. Ni caso. Se tapó. Y nada más.
Y sucedería de idéntica manera si se ejecutase un 2º Plan de Rehabilitación del Casco Histórico. Cuando se entre en solares, con el objetivo de construir edificios, como los de la Rúa de los Notarios, o restaurar Convento de las Concepcionistas, se hallarán quizá vestigios de otros siglos, de cuando Zamora fue importante.
Un edificio de Moneo en nuestra ciudad potenciaria el patrimonio monumental de la Bien Cercada. No despreciemos el arte. Lo necesitamos.
Eugenio-Jesús de Ávila



















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.80