
POLICÍA MUNICIPAL
Recordando tiempos en activo
Todas las personas mayores tenemos nuestro pasado en activo: aquella época en la que ejercimos una profesión para ganar el pan nuestro de cada día. Unos se dedicaron a explotar su propio patrimonio, otros fueron trabajadores por cuenta ajena, otros ejercieron profesiones liberales y otros se dedicaron a la función pública.
La vida de ocio y disfrute permanente en el Paraíso quedó erradicada desde el comienzo de la creación, cuando Dios dijo al hombre: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Así, unos labradores, otros ganaderos, otros artesanos y otros dedicándose a algún servicio público vivimos una etapa activa para tener derecho a la jubilación cuando llegamos a la edad de personas mayores
Es en esta edad de jubilados cuando recordamos frecuentemente nuestra época de trabajo con los cambios y evoluciones habidas en nuestras respectivas profesiones.
Casi siempre tenemos que reconocer que los cambios fueron para reducir el esfuerzo y obtener un mayor rendimiento del trabajo.
Los grandes descubrimientos y la aplicación de las nuevas técnicas nos permiten perfeccionar los productos y trabajar menos con ayuda de las máquinas.
La profesión a la que ahora me refiero, porque es la que yo ejercí, es un servicio público del que nunca se podrá prescindir dada la condición que tenemos los humanos de estar unos a favor y otros en contra de la ley y el orden.
Los cuerpos de Policía, en sus diversas denominaciones de Nacional, Autonómica, Local o Guardia Civil son agrupaciones que también han evolucionado mucho a lo largo de la historia. La profesión de los guardianes de la convivencia ciudadana es tan antigua como la propia sociedad. Desde que existe el hecho social de agruparse los seres humanos, se han establecido normas de convivencia que, en cada momento, han configurado un sistema jurídico que la sociedad ha de hacer cumplir a cada uno de sus miembros.
Los romanos decían: “ubi societas ibi ius”, cuya afirmación podemos traducir en: desde que la sociedad existe, hay normas jurídicas. Por tanto, tiene que haber quienes se dediquen a vigilar y a hacer cumplir el derecho establecido.
Se puede afirmar que, desde que los pueblos prerromanos comenzaron a abandonar el nomadismo y se fueron asentando en aquellas agrupaciones urbanas llamadas urbes o civitates, ya existían personas que tenían como misión vigilar el comportamiento de los ciudadanos para hacer cumplir la ley en nombre de la autoridad competente.
Hasta llegar a la actual denominación de las modernas POLICÍAS LOCALES, los vigilantes del devenir de la vida ciudadana han recibido títulos de lo más variado, siempre condicionado el apelativo por el momento, las circunstancias y el lugar.
Han transcurrido mas de dos mil años desde aquellos magistrados romanos, duo vire aediles (actuaban en parejas), que tenían a su cargo los mercados, la vigilancia de las calles y en general, la policía de la ciudad. En sucesivas épocas han ido apareciendo en la escena urbana personajes que recibieron otros nombres, pero que siempre tuvieron las mismas o similares funciones.
A la caída del imperio romano en el año 476, se produjo el asentamiento en España de los pueblos germánicos y comienza a producirse una nueva concepción del Derecho. Se trata del Derecho visigodo, influenciado en buena medida por las costumbres.
El señor feudal domina la vida social y llega a tener a su servicio sayones encargados de obligar a los vasallos a cumplir las normas establecidas y a pagar los diezmos y primicias correspondientes.
El sayón era un personaje que, por sus funciones, estaba muy mal conceptuado por el pueblo. Se trataba de un funcionario judicial, cuyo principal oficio era hacer notificaciones y ejecutar embargos. Para ello, podían entrar en los domicilios, registrarlos y tomar las prendas oportunas.
Hasta tal punto llegó la mala fama del sayón, que en el año 1.020, en el Fuero de León, dado por Alfonso V, decía: “Mandemos que ni merino ni sayón, ni dueño de solar, ni señor alguno, entre en la casa de ningún vecino de León por ninguna calonia, ni arranque las puertas de sus casas”.
Parémonos a considerar la gran diferencia con los tiempos actuales en los que se refiere al éxodo de los medios rurales hacia las ciudades, al contrario que en la Edad Media los pueblos se van quedando sin gente, y también al respeto de los derechos fundamentales proclamados en la Constitución Española sobre la inviolabilidad del domicilio y la vida privada de las personas. Ahora se defiende la intimidad de cada cual.
En la Alta Edad Media resultó un hecho incuestionable la invasión musulmana acaecida a partir del 711, siendo los árabes quienes dominaron durante casi ochocientos años gran parte de la península. Consecuentemente, dejaron una notable influencia en muchos aspectos de la vida cotidiana y de la organización administrativa.
Interesa recordar que los cristianos dominados políticamente por los musulmanes y que se convirtieron a la religión islámica recibieron el nombre de mozárabes y que los musulmanes que siguieron viviendo en tierras conquistadas por los reinos cristianos, se llamaban moriscos o mudéjares.
Este intercambio de culturas y de alternancia en la aplicación de diversos ordenamientos jurídicos nos dejó nombres de personajes públicos, alguno de los cuales viene a ser protagonista de este escrito:
ALCALDE, del árabe al-qadi, era el juez y primer mandatario de los municipios medievales como lo es en la actualidad.
ALGUACIL, era el ministro representante de la primera autoridad municipal (al-wazir). A partir del primer milenio ya había tomado carta de naturaleza el nombre de alguacil, y en alguno de los textos relativos al Derecho de Castilla la Vieja se citaba a esta figura refiriéndose al oficial inferior encargado de ejecutar lo ordenado por los titulares de la justicia.
Andando el tiempo, el alguacil se convierte en un personaje esencial en la vida de los municipios. Las cuestiones judiciales y los acuerdos municipales son ejecutados por estos servidores de la función pública que a las puertas del siglo XXI se han convertido en POLICÍAS LOCALES, unos policías modernos, tecnificados, con una preparación adecuada a sus competencias y dotados de medios cuyo manejo requiere conocimientos , cada día de mayor nivel cultural.
De las rondas rutinarias para vigilar la ciudad a pié o para comunicar a los vecinos las disposiciones municipales, misiones que tenían generalmente los alguaciles y luego los guardias municipales, hemos pasado a las patrullas de policías locales dotados de vehículos enlazados por radio con la central y localizados por G.P.S., informatizados, provistos de aparatos para medición de humos y ruidos, determinación de alcoholemias en los conductores de vehículos, controles de velocidad, centrales de alarmas y las mas modernas técnicas para velar por la seguridad ciudadana y luchar contra la delincuencia.
Los modernos policías locales tienen que estar convenientemente preparados para utilizar adecuadamente los medios de que están dotados en favor de la seguridad y amparo de los ciudadanos.
Mis recuerdos de casi cincuenta años en un cuerpo de seguridad municipal pasan por la evolución experimentada y la necesaria adaptación a la tecnología moderna lo mismo que en cualquier otra profesión, pongamos por ejemplo el labrador que comenzó hace muchos años con el arado romano y la hoz, y ahora dispone de cosechadora y otros elementos que le permiten sembrar, controlar el riego y recoger la cosecha, todo por ordenador.
Balbino Lozano
Todas las personas mayores tenemos nuestro pasado en activo: aquella época en la que ejercimos una profesión para ganar el pan nuestro de cada día. Unos se dedicaron a explotar su propio patrimonio, otros fueron trabajadores por cuenta ajena, otros ejercieron profesiones liberales y otros se dedicaron a la función pública.
La vida de ocio y disfrute permanente en el Paraíso quedó erradicada desde el comienzo de la creación, cuando Dios dijo al hombre: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Así, unos labradores, otros ganaderos, otros artesanos y otros dedicándose a algún servicio público vivimos una etapa activa para tener derecho a la jubilación cuando llegamos a la edad de personas mayores
Es en esta edad de jubilados cuando recordamos frecuentemente nuestra época de trabajo con los cambios y evoluciones habidas en nuestras respectivas profesiones.
Casi siempre tenemos que reconocer que los cambios fueron para reducir el esfuerzo y obtener un mayor rendimiento del trabajo.
Los grandes descubrimientos y la aplicación de las nuevas técnicas nos permiten perfeccionar los productos y trabajar menos con ayuda de las máquinas.
La profesión a la que ahora me refiero, porque es la que yo ejercí, es un servicio público del que nunca se podrá prescindir dada la condición que tenemos los humanos de estar unos a favor y otros en contra de la ley y el orden.
Los cuerpos de Policía, en sus diversas denominaciones de Nacional, Autonómica, Local o Guardia Civil son agrupaciones que también han evolucionado mucho a lo largo de la historia. La profesión de los guardianes de la convivencia ciudadana es tan antigua como la propia sociedad. Desde que existe el hecho social de agruparse los seres humanos, se han establecido normas de convivencia que, en cada momento, han configurado un sistema jurídico que la sociedad ha de hacer cumplir a cada uno de sus miembros.
Los romanos decían: “ubi societas ibi ius”, cuya afirmación podemos traducir en: desde que la sociedad existe, hay normas jurídicas. Por tanto, tiene que haber quienes se dediquen a vigilar y a hacer cumplir el derecho establecido.
Se puede afirmar que, desde que los pueblos prerromanos comenzaron a abandonar el nomadismo y se fueron asentando en aquellas agrupaciones urbanas llamadas urbes o civitates, ya existían personas que tenían como misión vigilar el comportamiento de los ciudadanos para hacer cumplir la ley en nombre de la autoridad competente.
Hasta llegar a la actual denominación de las modernas POLICÍAS LOCALES, los vigilantes del devenir de la vida ciudadana han recibido títulos de lo más variado, siempre condicionado el apelativo por el momento, las circunstancias y el lugar.
Han transcurrido mas de dos mil años desde aquellos magistrados romanos, duo vire aediles (actuaban en parejas), que tenían a su cargo los mercados, la vigilancia de las calles y en general, la policía de la ciudad. En sucesivas épocas han ido apareciendo en la escena urbana personajes que recibieron otros nombres, pero que siempre tuvieron las mismas o similares funciones.
A la caída del imperio romano en el año 476, se produjo el asentamiento en España de los pueblos germánicos y comienza a producirse una nueva concepción del Derecho. Se trata del Derecho visigodo, influenciado en buena medida por las costumbres.
El señor feudal domina la vida social y llega a tener a su servicio sayones encargados de obligar a los vasallos a cumplir las normas establecidas y a pagar los diezmos y primicias correspondientes.
El sayón era un personaje que, por sus funciones, estaba muy mal conceptuado por el pueblo. Se trataba de un funcionario judicial, cuyo principal oficio era hacer notificaciones y ejecutar embargos. Para ello, podían entrar en los domicilios, registrarlos y tomar las prendas oportunas.
Hasta tal punto llegó la mala fama del sayón, que en el año 1.020, en el Fuero de León, dado por Alfonso V, decía: “Mandemos que ni merino ni sayón, ni dueño de solar, ni señor alguno, entre en la casa de ningún vecino de León por ninguna calonia, ni arranque las puertas de sus casas”.
Parémonos a considerar la gran diferencia con los tiempos actuales en los que se refiere al éxodo de los medios rurales hacia las ciudades, al contrario que en la Edad Media los pueblos se van quedando sin gente, y también al respeto de los derechos fundamentales proclamados en la Constitución Española sobre la inviolabilidad del domicilio y la vida privada de las personas. Ahora se defiende la intimidad de cada cual.
En la Alta Edad Media resultó un hecho incuestionable la invasión musulmana acaecida a partir del 711, siendo los árabes quienes dominaron durante casi ochocientos años gran parte de la península. Consecuentemente, dejaron una notable influencia en muchos aspectos de la vida cotidiana y de la organización administrativa.
Interesa recordar que los cristianos dominados políticamente por los musulmanes y que se convirtieron a la religión islámica recibieron el nombre de mozárabes y que los musulmanes que siguieron viviendo en tierras conquistadas por los reinos cristianos, se llamaban moriscos o mudéjares.
Este intercambio de culturas y de alternancia en la aplicación de diversos ordenamientos jurídicos nos dejó nombres de personajes públicos, alguno de los cuales viene a ser protagonista de este escrito:
ALCALDE, del árabe al-qadi, era el juez y primer mandatario de los municipios medievales como lo es en la actualidad.
ALGUACIL, era el ministro representante de la primera autoridad municipal (al-wazir). A partir del primer milenio ya había tomado carta de naturaleza el nombre de alguacil, y en alguno de los textos relativos al Derecho de Castilla la Vieja se citaba a esta figura refiriéndose al oficial inferior encargado de ejecutar lo ordenado por los titulares de la justicia.
Andando el tiempo, el alguacil se convierte en un personaje esencial en la vida de los municipios. Las cuestiones judiciales y los acuerdos municipales son ejecutados por estos servidores de la función pública que a las puertas del siglo XXI se han convertido en POLICÍAS LOCALES, unos policías modernos, tecnificados, con una preparación adecuada a sus competencias y dotados de medios cuyo manejo requiere conocimientos , cada día de mayor nivel cultural.
De las rondas rutinarias para vigilar la ciudad a pié o para comunicar a los vecinos las disposiciones municipales, misiones que tenían generalmente los alguaciles y luego los guardias municipales, hemos pasado a las patrullas de policías locales dotados de vehículos enlazados por radio con la central y localizados por G.P.S., informatizados, provistos de aparatos para medición de humos y ruidos, determinación de alcoholemias en los conductores de vehículos, controles de velocidad, centrales de alarmas y las mas modernas técnicas para velar por la seguridad ciudadana y luchar contra la delincuencia.
Los modernos policías locales tienen que estar convenientemente preparados para utilizar adecuadamente los medios de que están dotados en favor de la seguridad y amparo de los ciudadanos.
Mis recuerdos de casi cincuenta años en un cuerpo de seguridad municipal pasan por la evolución experimentada y la necesaria adaptación a la tecnología moderna lo mismo que en cualquier otra profesión, pongamos por ejemplo el labrador que comenzó hace muchos años con el arado romano y la hoz, y ahora dispone de cosechadora y otros elementos que le permiten sembrar, controlar el riego y recoger la cosecha, todo por ordenador.
Balbino Lozano
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