Balbino Lozano
Martes, 06 de Agosto de 2024
COMPOSTELA

Peregrinando por el Camino de Santiago (cuento)

Ocurría en la primavera del aquel Año Santo Compostelano, año en que la Festividad de Santiago Apóstol coincidía en domingo.  Los peregrinos acudían a rendir homenaje al Santo Patrón siguiendo las diversas rutas que cruzan la Península Ibérica.


El protagonista de este relato marchaba por la variante Sur del Camino  de Santiago ilusionado por conseguir  las singulares indulgencias que se concedían cada Año Jacobeo. Desde su Andalucía natal, Juan venía recorriendo las más de ciento sesenta leguas que hay desde la región Bética hasta la Galaica.  Llegaba ya  a la provincia de Zamora, después de haber andado toda la Extremadura y la Sierra de Béjar, casi siempre coincidiendo con la histórica Ruta de la Plata.


Había entrado en la capital zamorana por el Puente Románico e inmediatamente llegó a la Catedral; allí quedó extasiado contemplando la magnífica cúpula bizantina del primer templo capitalino. Hubiera deseado pasar más tiempo en Zamora para disfrutar de la visión de sus muchos templos y monumentos que le habían descrito como verdaderas joyas del arte románico, pero había que seguir desgastando las sandalias hasta llegar a postrarse ante la Imagen del Apóstol.


Era ya obscurecido cuando llegó al Monasterio Cisterciense de Santa María de Moreruela, donde pidió alojamiento para pasar la noche. Aquellos monjes blancos, no solamente le proporcionaron un catre  en el que descansar dentro del monasterio, sino que también le dieron un buen plato de comida y le facilitaron, además, unos pediluvios de agua, sal y vinagre  para reparar sus maltrechos pies.


Pronto quedó dormido sobre aquel jergón de paja de maíz, hasta que le despertaron un leve ruido y un suave roce.  Enseguida comprobó que se trataba de una rata y lo primero que se le ocurrió a Juan fue echar mano de una de sus sandalias con intención de asestar un buen golpe al roedor.  Pero la rata se le encaró diciéndole: "Detente, insensato. Pretendes ir a ver al Santo con las sandalias manchadas de sangre inocente?".


Ante semejante prodigio de oír hablar al roedor, Juan quedó extasiado en un primer momento; luego reaccionó entrando en conversación con la rata y estuvieron charlando el resto de la noche.


A la mañana siguiente, Juan propuso a la rata que le acompañase durante el resto del camino hasta llegar a Santiago. La rata aceptó muy gustosa y a partir de aquel momento  hasta le puso nombre y la llamó "MUSA" y  dispuso en su macuto un rincón para que sirviera de alojamiento al roedor y hasta le hizo un agujerito para que pudiera ir contemplando el paisaje conforme avanzaran por el camino.  


Llegó el momento de despedirse de los frailes cistercienses y agradecerles tan buena acogida. Nada les dijo de su aventura nocturna y cuando se disponía a alejarse del monacal recinto,  se dio cuenta de que no tenía con él a la ratita MUSA.  Se habría extraviado? o tal vez, se arrepintió en el último instante de acompañarle en el viaje?.
Mientras continuaba andando en pos de su ansiado Jubileo, llegó a la conclusión de que todo pudo ser un sueño.                 

   Balbino Lozano

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