Balbino Lozano
Martes, 13 de Agosto de 2024
NUESTRA HISTORIA

De la Semana Trágica de Barcelona

El miércoles, día 4 de agosto del año 1909, publicaba la prensa un resumen de lo que había sido la SEMANA TRÁGICA DE BARCELONA:

El corresponsal de EL MUNDO comenzaba el 27 de julio, diciendo:  “Es tan grave lo que ocurre,  que no puede publicarse”  Decía que toda la noche pasada hubo tiroteos y heridos en las calles.  En la barriada de San Andrés había sido quemado el convento de Maristas.


A las once, los revolucionarios habían levantado una barricada en la calle de San Pablo.  Habían acudido fuerzas de veteranos, pues no había casi tropas en la plaza, manteniendo un tiroteo con muertos y heridos.


Otro grupo había hecho fuego frente al Cuartel de Atarazanas, durando desde las once treinta hasta las primeras horas de la tarde. Las camillas de la Cruz Roja no dejaban de pasar.  A las dos de la tarde, se impide el paso por las Ramblas, ocupadas por la Guardia Civil y tropas. Sonó una descarga cerrada en dirección al cuartel de Atarazanas. Se cerraban puertas y ventanas de las casas.


En Villanueva y la Geltrú la huelga era imponente. Fueron cortadas las líneas telegráfica, telefónica y férrea. El expreso quedó detenido en Cubelles.  -  En Mataró, donde ese día debía celebrarse la Fiesta mayor, hubo nuevo tumulto.  El pueblo, a los gritos de ¡Abajo la guerra!,  lo ha destruido todo.  La huelga se extendió a los pueblos fabriles de la comarca.


A las once de la mañana, hubo barricadas en la calle San Pablo.  El pueblo incendió la Iglesia de San Pablo, histórico monumento de gran valía, sacando las casullas y paseándolas en manifestación.  Se hicieron muchos disparos y hubo gran número de heridos.


Como detalle de lo ocurrido en el cuartel de Atarazanas, en la calle del Mediodía, contigua al cuartel se levantaron barricadas. Desde los balcones se arrojaban piedras a la policía.  Se abrieron las cloacas, al objeto de que, al llegar las tropas cayesen en ellas. Desde el cuartel de Atarazanas se disparó contra la gente que había en los terrados.


En la calle Mayor de Gracia,  se levantaron barricadas destrozando los poyos del paseo.  Resultó herido el jefe que mandaba la fuerza de la Guardia Civil.  A las siete y treinta de la tarde, arreció el tiroteo en todas partes.
El terror se apoderó de toda Barcelona y al día siguiente no hubo pan ni carne.  Las calles estaban llenas de basuras; no se efectuaban entierros. Los faroles estaban apagados en las barriadas por falta de gas. Desfilaban por las calles manifestaciones capitaneadas por mujeres. La guardia Civil era silbada y vitoreada la tropa.
En Pueblo Seco ardió un colegio de monjas. Al anochecer, la anarquía se había enseñoreado de la capital. Había grupos que recorrían  iglesias y conventos, incendiándolo todo.


El Capitán General se reunió con su Estado Mayor y acordaron publicar un bando diciendo que, ante la actitud de los rebeldes, cuantos fueran hallados por la vía pública, se disparara contra ellos.  Aquella noche transcurrió en continua alarma.  Se apagaron las luces y se oía el tañido de las campanas pidiendo socorro.


Al amanecer del día 28, se fijó el bando del Capitán General.  Las tropas ocuparon las calles, pero el pueblo les aplaudía, diciendo a los soldados que no dispararan, porque la revolución era a favor del Ejército. Las mujeres de las barriadas ofrecían a los soldados vino, agua y viandas.  Las mujeres exhortaban a los hombres a luchar, diciéndoles: “Es preferible morir en libertad que morir en Melilla”.


En la barriada de Gracia se veía a muchos frailes en los tejados de los conventos, arrojándose a la calle. Un grupo se presentó en el convento de San José de la Montaña, donde había niños pobres albergados.  Los pobres niños lloraban diciendo: “No nos queméis!.  La turba se retiró, diciendo que no querían cometer crímenes y los niños salieron extraviándose con dirección a la montaña.  Los revolucionarios se retiraron  del convento.


Pero continuaron los incendios en otros conventos: San Andrés, San Martí y Horta.  En las iglesias eran amontonados los santos y ornamentos sagrados, rociándolos con petróleo.


Se presentó la artillería para destruir las barricadas de Gracia, lo que hicieron de varios cañonazos.  Las líneas del tranvía quedaron destrozadas, igualmente todos los bancos de las plazas y paseos.


A las siete de la tarde se presentaron los revoltosos ante el convento de jesuitas de la calle de Caspe, haciendo disparos que eran contestados por los jesuitas y fuerzas de la Guardia Civil  situadas dentro del convento consiguiendo rechazar a los revolucionarios, aunque la multitud gritaba desaforadamente, proponiendo volar el convento con dinamita.


El día 29 habían  seguido los incendios de conventos en las Corts.  Los revolucionarios colocaron alambres en la carretera y principales calles, al objeto de que cayesen los caballos; ante cuya actitud se enviaron fuerzas de artillería que cañonearon las barricadas, causando numerosas bajas a los rebeldes.


El día 30 amanece con intenso tiroteo en San Andrés y las turbas recorrieron las calles ocasionando muchos destrozos.  En algunos  conventos, los revolucionarios profanaron los cementerios, sacando los cadáveres de monjas y exponiéndolos al público.  Los muebles y demás efectos fueron amontonados en las calles y el público se repartía el botín.


En la calle de la Travesera las turbas destruyeron la fábrica de electricidad y cuando fueron a arrancar las dInamos, como aún había corriente, murió un hombre.


En tal situación catastrófica continuó Barcelona los días 31 de julio, 1 y 2 de agosto. El pretexto de la revuelta era contra la guerra que se estaba librando en Melilla contra los moros, pero había otras causas de carácter social.
Resultó imposible concretar el número de muertos y heridos durante aquellos trágicos días. Solo en el Hospital Clínico se registraron 58 muertos y 68 heridos.


En un primer momento, al finalizar la semana, se dijo que existían 400 presos en Montjuich y 105 en la Cárcel Modelo.  Los juzgados ordinarios se inhibieron en favor de la Jurisdicción de Guerra, con lo que se agravaba la instrucción de las causas.


Las consecuencias de aquella histórica revuelta tuvieron larga duración y es posible que todavía queden rescoldos de aquellos incendios.


Balbino Lozano

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