SAN FRONTIS
La lagarta "Sinda"
A la salida de Zamora por el Alto de San Frontis, tomando la carretera que va a Fermoselle, en una tarde soleada de mayo, con el campo cuajado de flores silvestres, las amapolas asomando entre los verdes trigales, las blancas margaritas adornando las orillas de los caminos, encontramos la dehesa de Alcamín Alto con sus pétreos cercados bordeados de amarilla retama y el monte perfumado con el aroma de la verde jara creciendo entre las encinas, el tomillo aportando también sus fragancias y el color de sus florecillas violáceas.
Toda la belleza natural se presentaba exuberante en aquellos parajes del término municipal de TARDOBISPO, un pueblecito de la provincia de Zamora, situado a ocho kilómetros de distancia de la capital y al comienzo de la comarca de Sayago. La tierra sayaguesa, cargada de historia, está bordeada por el río Duero que sirve de frontera entre España y Portugal En las proximidades del lugar conocido por “Las Hurnias”, estaban tendidos, encima de una gran roca granítica, dos hermosos lagartos. Se trataba del lagarto TITO y la lagarta SINDA, los protagonistas de este cuento.
Disfrutaban del radiante sol que caía sobre sus verde-azulados cuerpos que estaban adornados de vistosos dibujos simétricos.. Sus blancos vientres reposaban sobre la roca y sus cuatro patitas se aferraban con ayuda de sus afiladas uñas a aquella rocosa superficie.
También sus largas colas descansaban a lo largo de la mole granítica, mientras contemplaban las tranquilas aguas del cadozo existente bajo la gran piedra.
Veían junto al agua un gran número de insectos que, si caían al agua, servirían de alimento a los peces que allí abundaban. Aquellos bichitos también constituían el principal alimento de TITO y SINDA.
Esta pareja de reptiles vivía feliz en aquella zona de la dehesa de Alcamín Alto, se consideraban inofensivos para la humanidad, y hasta se creían útiles para la agricultura por la gran cantidad de insectos que devoraban. Pero no pensaban que merodeaba por las inmediaciones un terrible enemigo. Un mozalbete, llamado Avelino, provisto de un largo alambre que terminaba en la punta con un arponcillo, se estaba dedicando a la caza de cuantos lagartos se pusieran a su alcance.
Desconocía Avelino que el lagarto es uno de los animales protegidos por las leyes por tratarse de una especie en peligro de extinción. Está prohibida, por tanto, su captura y los infractores pueden ser castigados con importante multa.-
Cuando SINDA y TITO se apercibieron de la proximidad del cazador, intentaron esconderse a toda velocidad. SINDA consiguió esconderse en un recodo al fondo del largo pasillo que formaba su refugio. Pero TITO no tuvo tanta suerte, aunque se metió raudo en la hura, fue alcanzado por el largo arpón y extraído por Avelino diestramente.
El malherido tito fue arrebatado del lado de su lagarta, SINDA se quedó muy sola y triste en aquella madriguera que ya no le gustaba a partir del lamentable suceso. Salió SINDA al exterior, donde todavía lucía el sol con toda su esplendidez, pero a ella no le parecía aquello tan bonito como lo había visto momentos antes cuando estuvo acompañada de TITO.
Ya no le gustaba el perfume que exhalaban el tomillo y el romero. Tampoco le interesaba disfrutar del bello colorido de las flores silvestres, ni las margaritas, ni las amapolas. Ni la flor de malva ni la hiniesta merecían su atención. Prácticamente, no veía porque sus ojos estaban inundados de lágrimas. Se dejó caer sobre la peña y tanto lloró que aquel cadozo del arroyo de Amor se desbordó aquel día.
Balbino Lozano
A la salida de Zamora por el Alto de San Frontis, tomando la carretera que va a Fermoselle, en una tarde soleada de mayo, con el campo cuajado de flores silvestres, las amapolas asomando entre los verdes trigales, las blancas margaritas adornando las orillas de los caminos, encontramos la dehesa de Alcamín Alto con sus pétreos cercados bordeados de amarilla retama y el monte perfumado con el aroma de la verde jara creciendo entre las encinas, el tomillo aportando también sus fragancias y el color de sus florecillas violáceas.
Toda la belleza natural se presentaba exuberante en aquellos parajes del término municipal de TARDOBISPO, un pueblecito de la provincia de Zamora, situado a ocho kilómetros de distancia de la capital y al comienzo de la comarca de Sayago. La tierra sayaguesa, cargada de historia, está bordeada por el río Duero que sirve de frontera entre España y Portugal En las proximidades del lugar conocido por “Las Hurnias”, estaban tendidos, encima de una gran roca granítica, dos hermosos lagartos. Se trataba del lagarto TITO y la lagarta SINDA, los protagonistas de este cuento.
Disfrutaban del radiante sol que caía sobre sus verde-azulados cuerpos que estaban adornados de vistosos dibujos simétricos.. Sus blancos vientres reposaban sobre la roca y sus cuatro patitas se aferraban con ayuda de sus afiladas uñas a aquella rocosa superficie.
También sus largas colas descansaban a lo largo de la mole granítica, mientras contemplaban las tranquilas aguas del cadozo existente bajo la gran piedra.
Veían junto al agua un gran número de insectos que, si caían al agua, servirían de alimento a los peces que allí abundaban. Aquellos bichitos también constituían el principal alimento de TITO y SINDA.
Esta pareja de reptiles vivía feliz en aquella zona de la dehesa de Alcamín Alto, se consideraban inofensivos para la humanidad, y hasta se creían útiles para la agricultura por la gran cantidad de insectos que devoraban. Pero no pensaban que merodeaba por las inmediaciones un terrible enemigo. Un mozalbete, llamado Avelino, provisto de un largo alambre que terminaba en la punta con un arponcillo, se estaba dedicando a la caza de cuantos lagartos se pusieran a su alcance.
Desconocía Avelino que el lagarto es uno de los animales protegidos por las leyes por tratarse de una especie en peligro de extinción. Está prohibida, por tanto, su captura y los infractores pueden ser castigados con importante multa.-
Cuando SINDA y TITO se apercibieron de la proximidad del cazador, intentaron esconderse a toda velocidad. SINDA consiguió esconderse en un recodo al fondo del largo pasillo que formaba su refugio. Pero TITO no tuvo tanta suerte, aunque se metió raudo en la hura, fue alcanzado por el largo arpón y extraído por Avelino diestramente.
El malherido tito fue arrebatado del lado de su lagarta, SINDA se quedó muy sola y triste en aquella madriguera que ya no le gustaba a partir del lamentable suceso. Salió SINDA al exterior, donde todavía lucía el sol con toda su esplendidez, pero a ella no le parecía aquello tan bonito como lo había visto momentos antes cuando estuvo acompañada de TITO.
Ya no le gustaba el perfume que exhalaban el tomillo y el romero. Tampoco le interesaba disfrutar del bello colorido de las flores silvestres, ni las margaritas, ni las amapolas. Ni la flor de malva ni la hiniesta merecían su atención. Prácticamente, no veía porque sus ojos estaban inundados de lágrimas. Se dejó caer sobre la peña y tanto lloró que aquel cadozo del arroyo de Amor se desbordó aquel día.
Balbino Lozano





















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