COSAS MÍAS
Las formas del corazón y la extensión del alma
Eugenio Jesús De Ávila
Una señorita me preguntó por la forma de mi corazón. Le respondí, sin dudarlo un solo instante, que lo ignoraba porque se me evaporó. Ahora debe formar parte de la atmósfera de la frustración, a la espera que el viento del deseo lo traslade al valle que abrió el río de la vida. Hay ahora un espacio vacío dentro de mi pecho, en el que solo ella, con su pasión, podría ubicar un gineceo que volviera a poner en marcha otro sístole-diástole que funcionase con pilas de ternura y sensibilidad.
Tampoco posee forma mi alma, ni tan si quiera sé dónde reside, ni conozco si crece, mengua, engorda o adelgaza. Nunca ha odiado ni envidiado. Se escapa, de vez en cuando, a otro cuerpo. Se muda cuando ama. Me da a mí que, desde hace algún tiempo, reside en esa dama que he bautizado como Carlota, mi Dulcinea sin Mancha ni mancha. Porque el amor, si es de verdad, te deja sin alma, la traspasa a otro ser, para amarlo desde dentro. Los hombres amamos, dicen, y debe ser así, de fuera hacia adentro. Las féminas siempre quieren desde las entrañas y te atraen a su vientre, residencia de la pasión, génesis de la vida.
Ahora, cuando apenas tengo ganas de vivir, carezco de corazón y alma, de carne y espíritu. Soy un vacío que escribe palabras, como los ruiseñores trinan para que la tristeza dance con la pena.
Eugenio Jesús De Ávila
Una señorita me preguntó por la forma de mi corazón. Le respondí, sin dudarlo un solo instante, que lo ignoraba porque se me evaporó. Ahora debe formar parte de la atmósfera de la frustración, a la espera que el viento del deseo lo traslade al valle que abrió el río de la vida. Hay ahora un espacio vacío dentro de mi pecho, en el que solo ella, con su pasión, podría ubicar un gineceo que volviera a poner en marcha otro sístole-diástole que funcionase con pilas de ternura y sensibilidad.
Tampoco posee forma mi alma, ni tan si quiera sé dónde reside, ni conozco si crece, mengua, engorda o adelgaza. Nunca ha odiado ni envidiado. Se escapa, de vez en cuando, a otro cuerpo. Se muda cuando ama. Me da a mí que, desde hace algún tiempo, reside en esa dama que he bautizado como Carlota, mi Dulcinea sin Mancha ni mancha. Porque el amor, si es de verdad, te deja sin alma, la traspasa a otro ser, para amarlo desde dentro. Los hombres amamos, dicen, y debe ser así, de fuera hacia adentro. Las féminas siempre quieren desde las entrañas y te atraen a su vientre, residencia de la pasión, génesis de la vida.
Ahora, cuando apenas tengo ganas de vivir, carezco de corazón y alma, de carne y espíritu. Soy un vacío que escribe palabras, como los ruiseñores trinan para que la tristeza dance con la pena.




















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