Domingo, 14 de Diciembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Miércoles, 21 de Agosto de 2024
ZAMORANA

Padres primerizos

[Img #91143]Vela su sueño, embobado, absorto, sin dejar de mirar cada pequeño movimiento de su hija recién nacida. Es tan pequeña y tan frágil que su padre siente aumentada la responsabilidad que le otorga su recién estrenada paternidad. Fuera de esta niña, no importa nada, ni el trabajo absorbente que le envolvía, ni los problemas familiares, ni la vida en general, porque su mundo se centra de un modo harto obsesivo en este hermoso bebé que inauguró el mundo hace apenas cuatro días.

 

Cualquier gesto, o el menor movimiento, que puede ser un simple tic, es bendecido y aceptado con una sonrisa. Me pregunto cómo gestionará el llanto, las primeras rabietas, la adolescencia, la enfermedad, los estudios; me pregunto cómo la educarán, porque no solo es importante la calidad de la educación fuera de casa; es primordial también lo que se aprende desde dentro, la relación con la familia, el amor que reciba, la unión de sus padres y, sobre todo, el cobijo de un ambiente cálido que le proporcione seguridad.

 

Ahora todo parece sencillo, dentro de la responsabilidad que supone el recibir un bebé tras salir del hospital donde le han solucionado las primeras necesidades. Los padres, aunque son jóvenes, se encuentran exhaustos con una miniatura que les roba las horas, porque un bebé es muy demandante: las tomas, los pañales, el baño, la vigilancia continua, el desconocimiento de por qué llora desconsoladamente, cual es el motivo si todo parece estar en orden; la falta de sueño que estos y todos los padres padecen porque un pequeño no entiende de horas y sí de necesidades.

 

Se han convertido en padres y empiezan a descubrir un mundo diferente; ahora ven peligro en los columpios, en los parques, en el daño que pueda recibir su hija, en mil y un percances con los que pueda topar…. Y entonces ¡tal vez! este joven aprendiz de padre recuerde en un momento una voz del pasado que le decía aquella tarde en que le apesadumbraba la vida:

 

“Ojalá pudiera quitarte las piedras del camino”

 

y él, con la fuerza y la arrogancia de sus dieciocho años, contestó:

 

“Mamá, la única forma de aprender es tropezar con esas piedras”

 

Transcurre el tiempo y aquella mamá, que ahora es abuela, sigue temiendo por su hijo y la responsabilidad añadida de su pequeña; sigue preocupada porque la vida les sea benévola, porque puedan afrontar los nubarrones cuando lleguen y salir más fuertes, porque el sufrimiento no entre en su casa, porque sepan convivir sorteando las dificultades, y aquella mamá, que ahora es abuela, quisiera quitar de nuevo las piedras del camino del hijo y de la nieta, aunque sabe de cierto que eso solo es una entelequia.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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