COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Los nuevos pretiles del Puente de Piedra nos acercan a la verdad histórica
La labor que Francisco Guarido viene haciendo en la recuperación de nuestro patrimonio monumental, siempre que no se lo impidan otras instituciones, me parece colosal. Y, además, todavía le quedan tres años para cerrar su etapa como principal inquilino de la Casa de las Panaderas.
Me emociona contemplar el Puente Románico con su nueva decoración pretiles de piedra, sin aquellas barandillas metálicas tan poco dignas para un viaducto tan anciano como el nuestro. Y me imagino, como le comentaba esta mañana a un íntimo amigo, cómo luciría con las dos torres, sus vanidades pétreas, si los burócratas consintieran su edificación. Sostengo que pasaría a ser admitido entre la jerarquía de los puentes españoles. Existe un proyecto, obra del arquitecto Francisco Somoza y su equipo de intelectuales, que se presentó en el último año del mandato de Rosa Valdeón. Me temo que Patrimonio, siempre tan digno, prohibirá el resurgir de esas maravillosas torres.
Como escribí con anterioridad, nuestro regidor carece de poder para, por su cuenta, restaurar todo el perímetro amurallad de la Bien Cercada, porque corresponde al Ministerio de Cultura velar por su buen estado e invertir en las curas producidas por la erosión centenaria de los muros. Al respecto, cuando el PP mandaba en La Moncloa, en Valladolid y en la Diputación Provincial, le pedí a Clara San Damián, ahora por Europa, sentada en una terraza de la Plaza Mayor en compañía de otros miembros zamoranos de la formación conservadora, que hablara con el responsable de Cultura para que acelerara un proyecto global de restauración de la muralla. Sonrieron. Me miraron como si un servidor viniese de un viaje en el tiempo, desde el Medioevo al siglo XXI. Y, desde entonces, nada de nada. Años después, ya con Sánchez en el poder, tras venirse abajo rocas de la muralla fronteriza con Las Vegas, altos cargos del gobierno prometieron, en el lugar de los lienzos heridos, la próxima intervención en todo el recinto amurallado. Cierto que se arreglo ese desaguisado específico, pero Zamora sigue aguardando un proyecto que abarque los muros de la patria mía, a los que miro, como Quevedo, con temor a que, cualquier día, si los vientos del Septentrión, las lluvias del otoño y las heladas de enero nos castigan, se derrumben sobre nuestras conciencias.
A Guarido le quedaría, siempre desde mi concepción estética, crear un conjunto de fuentes en el parque de Baltasar Lobo, en los jardines entre la Catedral y el Castillo, fortaleza que también debería recoger otra restauración más profunda y sosegada; acabar con los solares del Casco Histórico, ejecutar su proyecto de un gran mirador sobre el Duero, formular un concurso de ideas para remodelar la Plaza Mayor, quizá también la de San Gil, que debería mostrar los restos de la iglesia que le da nombre y, por fin, crear un jardín como el de la plaza de Zorrilla en el secarral de la de la Constitución.
Por cierto, el que fuera Convento de Las Marinas, ya sin monjitas, me parece otro monumento que reclama una utilidad como museo de…lo que sea menester. Ya he leído que la propiedad corresponde ya al Obispado, que lo dedicará a Casa Sacerdotal y de Ejercicios. Preferiría que don Fernando Varela le encontrase otro desempeño al que fuera Palacio de los Marqueses de Villagodio, en pleno corazón de la zona noble de la ciudad.
Eugenio-Jesús de Ávila
Foto: Esteban Pedrosa
La labor que Francisco Guarido viene haciendo en la recuperación de nuestro patrimonio monumental, siempre que no se lo impidan otras instituciones, me parece colosal. Y, además, todavía le quedan tres años para cerrar su etapa como principal inquilino de la Casa de las Panaderas.
Me emociona contemplar el Puente Románico con su nueva decoración pretiles de piedra, sin aquellas barandillas metálicas tan poco dignas para un viaducto tan anciano como el nuestro. Y me imagino, como le comentaba esta mañana a un íntimo amigo, cómo luciría con las dos torres, sus vanidades pétreas, si los burócratas consintieran su edificación. Sostengo que pasaría a ser admitido entre la jerarquía de los puentes españoles. Existe un proyecto, obra del arquitecto Francisco Somoza y su equipo de intelectuales, que se presentó en el último año del mandato de Rosa Valdeón. Me temo que Patrimonio, siempre tan digno, prohibirá el resurgir de esas maravillosas torres.
Como escribí con anterioridad, nuestro regidor carece de poder para, por su cuenta, restaurar todo el perímetro amurallad de la Bien Cercada, porque corresponde al Ministerio de Cultura velar por su buen estado e invertir en las curas producidas por la erosión centenaria de los muros. Al respecto, cuando el PP mandaba en La Moncloa, en Valladolid y en la Diputación Provincial, le pedí a Clara San Damián, ahora por Europa, sentada en una terraza de la Plaza Mayor en compañía de otros miembros zamoranos de la formación conservadora, que hablara con el responsable de Cultura para que acelerara un proyecto global de restauración de la muralla. Sonrieron. Me miraron como si un servidor viniese de un viaje en el tiempo, desde el Medioevo al siglo XXI. Y, desde entonces, nada de nada. Años después, ya con Sánchez en el poder, tras venirse abajo rocas de la muralla fronteriza con Las Vegas, altos cargos del gobierno prometieron, en el lugar de los lienzos heridos, la próxima intervención en todo el recinto amurallado. Cierto que se arreglo ese desaguisado específico, pero Zamora sigue aguardando un proyecto que abarque los muros de la patria mía, a los que miro, como Quevedo, con temor a que, cualquier día, si los vientos del Septentrión, las lluvias del otoño y las heladas de enero nos castigan, se derrumben sobre nuestras conciencias.
A Guarido le quedaría, siempre desde mi concepción estética, crear un conjunto de fuentes en el parque de Baltasar Lobo, en los jardines entre la Catedral y el Castillo, fortaleza que también debería recoger otra restauración más profunda y sosegada; acabar con los solares del Casco Histórico, ejecutar su proyecto de un gran mirador sobre el Duero, formular un concurso de ideas para remodelar la Plaza Mayor, quizá también la de San Gil, que debería mostrar los restos de la iglesia que le da nombre y, por fin, crear un jardín como el de la plaza de Zorrilla en el secarral de la de la Constitución.
Por cierto, el que fuera Convento de Las Marinas, ya sin monjitas, me parece otro monumento que reclama una utilidad como museo de…lo que sea menester. Ya he leído que la propiedad corresponde ya al Obispado, que lo dedicará a Casa Sacerdotal y de Ejercicios. Preferiría que don Fernando Varela le encontrase otro desempeño al que fuera Palacio de los Marqueses de Villagodio, en pleno corazón de la zona noble de la ciudad.
Eugenio-Jesús de Ávila
Foto: Esteban Pedrosa



















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