Miércoles, 10 de Septiembre de 2025

Manuel Herrero Alonso
Miércoles, 11 de Septiembre de 2024
DENUNCIAS

Que cada particular repare su acera, ¿último recurso ante la inacción municipal?

En tiempos recientes, la costumbre de que cada vecino limpie su tramo de acera podría evolucionar hacia algo más inusual, la reparación de esas mismas aceras por parte de los particulares, ante la pasividad del Ayuntamiento.

Cada poco tiempo ocurre una nueva caída en las calles de nuestra ciudad, provocada por el mal estado del pavimento. Estas caídas, lejos de sorprender, se han vuelto tan frecuentes que ya no generan mayor reacción en la ciudadanía, más allá del accidente personal que sufre quien tropieza. Para ese viandante, el incidente no es en absoluto insignificante.

 

En el casco antiguo, el fallido intento de algún arquitecto por crear un entorno transitable no ha dado el resultado esperado. La mezcla entre una inexistente acera y una calzada que tampoco cumple su función, junto al deterioro de las losas y piedras, ha causado innumerables tropiezos. Y la situación no es mucho mejor en otros barrios. Por ejemplo, en Pinilla, las baldosas rotas o faltantes son una constante; mientras que en Candelaria, hay tramos completamente intransitables. El problema no es localizado, sino generalizado. Cualquier recorrido por la ciudad revela un amplio catálogo de calles y puntos críticos que requieren atención urgente.

 

Resulta irónico que quien en su día tanto criticó el estado del pavimento, llegando incluso a sugerir que los ciudadanos llevasen baldosas rotas a la puerta del ayuntamiento, ahora, desde el sillón de la alcaldía, ha olvidado sus palabras. Si hoy siguiéramos ese consejo, la plaza estaría llena de fragmentos de losetas, porque el deterioro del pavimento urbano no tiene fin.

 

Estas políticas que buscan fomentar el desplazamiento peatonal deberían, como mínimo, estar acompañadas por medidas que garanticen la seguridad de los viandantes. Sin embargo, las aceras en mal estado ponen en peligro a cualquiera que intente caminar por la ciudad. Hay quienes pueden esquivar estos tramos deteriorados, pero ¿qué ocurre cuando el problema está justo frente a la puerta de tu casa? Las opciones no son muchas: resignarse, mudarse o, como algunos han comenzado a hacer, tomar cartas en el asunto y repararlo uno mismo.

 

Algunos ciudadanos, hartos de esperar una solución municipal que nunca llega, han decidido arreglar sus aceras con los medios que tienen a mano, parcheando con cemento o cualquier material disponible. El resultado, aunque lejos de ser profesional, es notablemente mejor que el estado previo. Estos gestos merecen reconocimiento, no solo por la iniciativa y el esfuerzo, sino porque benefician a todos. Cualquiera que pase por allí, ya sea el vecino o un transeúnte ocasional, se encuentra con una acera más segura.

 

Tal vez este sea el ejemplo a seguir ante la indiferencia del ayuntamiento. Quizás ha llegado el momento en que cada vecino deba convertirse en el cuidador de su propio entorno. Pero entonces ¿Para qué necesitamos al ayuntamiento?

 

Por Manuel Herrero Alonso

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