Zamora en crisis, ¿anécdota o categoría?

    Lo vemos continuamente, aquí y allí en cualquier barrio, calle o rincón de esta maltratada ciudad. De pronto echa la persiana una tienda, un bar, un pequeño comercio donde día tras día uno acudía a comprar, tomar algo, charlar amigablemente con el dueño o el empleado de siempre. Se llama cotidianidad, como lento y apacible discurrir. También civilidad.

   Vez por vez, aun siendo ya muchas las despedidas, cada adiós podría juzgarse anécdota, episodio que estaría lejos de hacer o quitar ciudad. Sin embargo, en esta Zamora decadente la repetición lleva camino de convertirlo en categoría. Tengo dicho que nuestro  problema es la quiebra de un mundo que fue, huérfano hoy de savia vital, de un futuro verdaderamente humano que pasa no por caniche y mascota, a falta de la legión de niños y muchachos que poblaron antaño calles y plazas. Perros y no personas, parece ser la alternativa de nuestro pobre mañana, con una ancianidad disfrutando de pensión, residencia, hospital e infinito bienestar, pero desahuciada de lo fundamental, o sea, de la compañía de hijos y nietos   que marcharon para no volver.

   La cuestión es, ante un panorama de crisis profunda y acaso irreversible, ¿representa la política, hoy Estado y burocracia, alguna solución?