
GENTE NUESTRA
Luis Felipe Delgado de Castro, un zamorano egregio
Luis Felipe Delgado de Castro, además de periodista, también es historiador, y, si no lo había demostrado, con su obra “La Soledad de Zamora, testimonio de una devoción”, un libro de más de 200 páginas, rubrica mi aserto, nada atrevido ni producto de mi amistad.
A este zamorano tan enamorado de su tierra, la Semana Santa de Zamora debería rendirle un homenaje por su labor de apostolado a través de la vieja Radio Popular de Zamora, con programas que, desde mi niñez, escuché, en los que ofrecía información esencial y periodísticas sobre cada una de nuestras hermandades y cofradías y nos descubría anécdotas y personajes singulares que convirtieron a la Pasión zamorana en universal. Pero, además, sus pregones de Semana Santa, auténtico proselitismo de una forma de entender la Pasión de Cristo en nuestra tierra, pintados al óleo con su verbo poético, emocionaron a los devotos zamoranos, a cofrades y amantes de cada una de nuestra hermandades y cofradías.
Nadie pronunció con tanta belleza, palabra a palabra, con un portentoso énfasis lírico, la belleza de nuestras procesiones. Y, cuando las televisiones le invitaron a ilustrar, con su erudición, las imágenes, magníficas siempre, de los desfiles, su voz estremeció y conmocionó incluso a los que perdimos la fe en un recodo de la vida.
Diré siempre que Zamora perdió a un gran alcalde o, si se quiere, a un portentoso edil de Cultura, porque su cerebro no deja de parir ideas sobre cómo embellecer Zamora, como sacarle más partido a cualquier cosa que nadie aprecia, pero que su sensibilidad descubre, de su querida ciudad.
Añado a su extraordinario currículum profesional, su escasa querencia por el vil metal, su filantropía, clase y educación.
Luis Felipe nunca caminará solo, porque siempre habrá zamoranos que le agradezcamos su inmensa labor tanto por nuestra Semana Santa como por cualquier manifestación que emane del pueblo que le vio nacer.
Eugenio-Jesús de Ávila
Luis Felipe Delgado de Castro, además de periodista, también es historiador, y, si no lo había demostrado, con su obra “La Soledad de Zamora, testimonio de una devoción”, un libro de más de 200 páginas, rubrica mi aserto, nada atrevido ni producto de mi amistad.
A este zamorano tan enamorado de su tierra, la Semana Santa de Zamora debería rendirle un homenaje por su labor de apostolado a través de la vieja Radio Popular de Zamora, con programas que, desde mi niñez, escuché, en los que ofrecía información esencial y periodísticas sobre cada una de nuestras hermandades y cofradías y nos descubría anécdotas y personajes singulares que convirtieron a la Pasión zamorana en universal. Pero, además, sus pregones de Semana Santa, auténtico proselitismo de una forma de entender la Pasión de Cristo en nuestra tierra, pintados al óleo con su verbo poético, emocionaron a los devotos zamoranos, a cofrades y amantes de cada una de nuestra hermandades y cofradías.
Nadie pronunció con tanta belleza, palabra a palabra, con un portentoso énfasis lírico, la belleza de nuestras procesiones. Y, cuando las televisiones le invitaron a ilustrar, con su erudición, las imágenes, magníficas siempre, de los desfiles, su voz estremeció y conmocionó incluso a los que perdimos la fe en un recodo de la vida.
Diré siempre que Zamora perdió a un gran alcalde o, si se quiere, a un portentoso edil de Cultura, porque su cerebro no deja de parir ideas sobre cómo embellecer Zamora, como sacarle más partido a cualquier cosa que nadie aprecia, pero que su sensibilidad descubre, de su querida ciudad.
Añado a su extraordinario currículum profesional, su escasa querencia por el vil metal, su filantropía, clase y educación.
Luis Felipe nunca caminará solo, porque siempre habrá zamoranos que le agradezcamos su inmensa labor tanto por nuestra Semana Santa como por cualquier manifestación que emane del pueblo que le vio nacer.
Eugenio-Jesús de Ávila
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