Y la luna llena acarició el cabello de la torre de la Catedral

Y la luna llena besó el cabello de la torre de la Catedral cuando septiembre se dejaba media vida en este estío de 2024. Hablaron de poesía selenita y de que, a no tardar, zamoranos y visitantes entrarán en la casa de la Seo para apreciar otra Zamora distinta, como vigías del tiempo. Al sur, el Duero, saludando con sus manos de agua, y al norte, la ciudad, la vieja y la nueva, tan asimétricas. Y al fondo, hacia oriente, el Puente de Piedra que ya empieza a lucir lo que fue su esqueleto.

La luna siempre fue mi astro preferido, porque, bajo su luz plateada, a la sombra de las estrellas, en la Rúa del Troncoso, la calle del amor, besé a alguna dama divina, mientras la torre de la Catedral se encelaba de aquella mujer. Pero mi torre, desde que conocí sus entrañas, se quedó con un pedacito de mi alma. En breve, ya no será un privilegio conocerla por dentro. Desde hace unos 15 años, escribí, con cierta reiteración, que la Iglesia de Zamora debería hacerla accesible para el pueblo. Nadie me hizo caso. Tuvo que ser un regidor como Francisco Guarido, un hombre que se halla más allá del bien y del mal ideológico, y un obispo singular, que ama a Zamora con hechos, los que acordarán darles a las gentes lo que forma parte de su patrimonio cultural e histórico.

Quizá, esa luna llena del estío, el último guiño de nuestro satélite de este verano, haya querido rubricar, con sus caricias plateadas a la torre de la Seo, esta armonía entre los líderes político y religioso de nuestra Zamora. Si Cronos se muestra caritativo con nuestra tierra, don Fernando Valera y don Francisco Guarido embellecerán nuestra ciudad para el deleite del pueblo.

Eugenio-Jesús de Ávila