IDA Y VUELTA
Juicios (parte I): Malas madres
Laura Fernández Salvador
Comencé estas líneas con la idea de transmitir la inmensa frustración que he sentido muchas veces con los juicios y consejos que me han dado gratuitamente, y sin yo pedirlos, desde que soy madre.
Lo de juzgar a las madres por como crían a sus hijos no es nada nuevo. No sé si sucede “desde que el mundo es mundo”, pero sí, al menos, desde que todos, y especialmente todas, recordamos. Si hasta se ha puesto de moda el término “malas madres”, al que se le ha querido dar una vuelta y transformarlo casi en algo cómico. De hecho, cuando regreso, precisamente, de dejar en el cole a mi hija, escucho en la radio una sección que se llama “El club de las madres imperfectas”, a la que llaman mamás para contar una situación en la que han tenido un descuido en la crianza de sus pequeños. Curioso, por cierto, que no haya sección de “padres imperfectos”, pero eso ya sería otro tema, que también daría mucho para reflexionar.
Más allá de estos pequeños detalles casi simpáticos del día a día, la lista de juicios hacia nosotras es interminable desde el momento en el que sacamos de nuestras entrañas a nuestros bebés… Dar el pecho, o no darlo, si lo das, cuánto tiempo lo das, si lo quitas, porque lo quitas, si decides no darlo, porque decides no darlo; dormir con tu hijo, o no, si duermes con él, porque duermes con él, sino duermes con él, porque no duermes… Y así con todo.
Podríamos seguir con la crianza supuestamente “respetuosa”, esa bonita teoría que contiene la palabra mágica que define, por lo visto, cómo tratar a tus hijos, pero no al resto de madres, con las que, si no compartes la misma teoría, ahí sí, ya puedes despotricar contra ellas y olvidarte del respeto en esa dirección.
Si le castigas, porque le castigas, si le premias, porque le premias, si le mimas, porque le mimas, si no eres cariñosa, porque no eres cariñosa, si pierdes los nervios, porque no tienes paciencia, si te quejas del cansancio, pues no haberlo tenido…
Me agoto solo de escribirlo.
Solo quería expresar que estaría bien que no se mirara con tanta desconfianza cada mínimo detalle de lo que hace cada madre, que básicamente sobrevive, y que cada una crie a sus hijos como le salga del mismo sitio del que salieron ellos, de bien adentro.
Comencé estas líneas con la idea de transmitir la inmensa frustración que he sentido muchas veces con los juicios y consejos que me han dado gratuitamente, y sin yo pedirlos, desde que soy madre.
Lo de juzgar a las madres por como crían a sus hijos no es nada nuevo. No sé si sucede “desde que el mundo es mundo”, pero sí, al menos, desde que todos, y especialmente todas, recordamos. Si hasta se ha puesto de moda el término “malas madres”, al que se le ha querido dar una vuelta y transformarlo casi en algo cómico. De hecho, cuando regreso, precisamente, de dejar en el cole a mi hija, escucho en la radio una sección que se llama “El club de las madres imperfectas”, a la que llaman mamás para contar una situación en la que han tenido un descuido en la crianza de sus pequeños. Curioso, por cierto, que no haya sección de “padres imperfectos”, pero eso ya sería otro tema, que también daría mucho para reflexionar.
Más allá de estos pequeños detalles casi simpáticos del día a día, la lista de juicios hacia nosotras es interminable desde el momento en el que sacamos de nuestras entrañas a nuestros bebés… Dar el pecho, o no darlo, si lo das, cuánto tiempo lo das, si lo quitas, porque lo quitas, si decides no darlo, porque decides no darlo; dormir con tu hijo, o no, si duermes con él, porque duermes con él, sino duermes con él, porque no duermes… Y así con todo.
Podríamos seguir con la crianza supuestamente “respetuosa”, esa bonita teoría que contiene la palabra mágica que define, por lo visto, cómo tratar a tus hijos, pero no al resto de madres, con las que, si no compartes la misma teoría, ahí sí, ya puedes despotricar contra ellas y olvidarte del respeto en esa dirección.
Si le castigas, porque le castigas, si le premias, porque le premias, si le mimas, porque le mimas, si no eres cariñosa, porque no eres cariñosa, si pierdes los nervios, porque no tienes paciencia, si te quejas del cansancio, pues no haberlo tenido…
Me agoto solo de escribirlo.
Solo quería expresar que estaría bien que no se mirara con tanta desconfianza cada mínimo detalle de lo que hace cada madre, que básicamente sobrevive, y que cada una crie a sus hijos como le salga del mismo sitio del que salieron ellos, de bien adentro.


















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