COSAS MÍAS
El paso del tiempo y la ciudad pretérita
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay filósofos que afirman que el tiempo no existe. Vale. Yo también escribí, en mi juventud, que soy el sueño de un dios dormido en la noche del tiempo. Tú existes para mí, pero porque te creo en mi mente. El tiempo, no obstante, lo percibo de una forma muy extraña, casi metafísica.
Cuando estudiaba 1º de Bachillerato en el Corazón de María, con 10 años, que cumplí en agosto, el curso se me hizo eterno. 2º también se prolongó. Los veranos los sentía infinitos. Pero, conforme a ir poniendo velas el 13 de agosto, cada año se iba acortando. Cuando entré en la etapa de la madurez, los 365 días parecían un mes. Y ahora, en la empinada cuesta que me separa de la nada, los días son horas; las horas, minutos…el pretérito se me escapa y el futuro nunca llega. Y comprendo al genio Quevedo: “Soy un fue, un será y un es cansado”.
Este septiembre de 2024, transformó la faz de Zamora. Acontecimientos como Fromago, la toma del casco histórico por gigantes, mercado medieval, más la celebración de la Cruz nos dejan la ciudad de la ucronía, la que pudo ser y no fue, que solo se trasluce cuando grandes ideas se hacen realidad. Como el amor, un deseo que rara vez se recoge, se materializa.
Como ya he escrito, me encanta esta Zamora que sonríe, esa Zamora que ocupa calles, rúas y plazas, aquella Zamora que se siente viva, porque su sociedad busca, ante cualquier excusa, la alegría.
No me sienta bien una Zamora menguante, conformistas y triste. Quiero que tú, aunque apenas nos veamos, rías, cantes y goces. La vida debería ser un orgasmo eterno. Anhelo una Zamora en éxtasis económico y demográfico. Mientras, Cronos entierra este noveno mes del año en el camposanto del tiempo.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay filósofos que afirman que el tiempo no existe. Vale. Yo también escribí, en mi juventud, que soy el sueño de un dios dormido en la noche del tiempo. Tú existes para mí, pero porque te creo en mi mente. El tiempo, no obstante, lo percibo de una forma muy extraña, casi metafísica.
Cuando estudiaba 1º de Bachillerato en el Corazón de María, con 10 años, que cumplí en agosto, el curso se me hizo eterno. 2º también se prolongó. Los veranos los sentía infinitos. Pero, conforme a ir poniendo velas el 13 de agosto, cada año se iba acortando. Cuando entré en la etapa de la madurez, los 365 días parecían un mes. Y ahora, en la empinada cuesta que me separa de la nada, los días son horas; las horas, minutos…el pretérito se me escapa y el futuro nunca llega. Y comprendo al genio Quevedo: “Soy un fue, un será y un es cansado”.
Este septiembre de 2024, transformó la faz de Zamora. Acontecimientos como Fromago, la toma del casco histórico por gigantes, mercado medieval, más la celebración de la Cruz nos dejan la ciudad de la ucronía, la que pudo ser y no fue, que solo se trasluce cuando grandes ideas se hacen realidad. Como el amor, un deseo que rara vez se recoge, se materializa.
Como ya he escrito, me encanta esta Zamora que sonríe, esa Zamora que ocupa calles, rúas y plazas, aquella Zamora que se siente viva, porque su sociedad busca, ante cualquier excusa, la alegría.
No me sienta bien una Zamora menguante, conformistas y triste. Quiero que tú, aunque apenas nos veamos, rías, cantes y goces. La vida debería ser un orgasmo eterno. Anhelo una Zamora en éxtasis económico y demográfico. Mientras, Cronos entierra este noveno mes del año en el camposanto del tiempo.

















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