NUESTRA HISTORIA
Cuando Zamora progresaba
Se iniciaba el siglo XVI, los Reyes Católicos habían resuelto la cuestión de los pretendidos derechos a la Corona de Juana “La Beltraneja” con la batalla de Toro, en la que los zamoranos se habían hecho acreedores al galardón de la banda verde en lo más alto de la Seña Bermeja.
El desarrollo de la industria se hacía patente en diversos sectores, sobre todo en las lanas, que era la principal en la ciudad; numerosos telares funcionaban en el barrio que todavía hoy conocemos como “Barrio de La Lana”. En otros puntos de la ciudad trabajaban los alfamareros, que fabricaban mantas, los alburjaqueros, que hacían las alforjas, y los tintoreros que se agrupaban en un gremio distinto.
La preparación de los cueros era también una actividad muy importante, ocupando mucha mano de obra en el curtido y preparación de los pelambres o pellejos.
Los rejeros, espaderos y plateros eran muy acreditados por sus obras, que, en tiempo de feria, salían para todos los mercados del Reino y hasta para Portugal. Por el inventario que se conservó de los objetos que poseía doña Mencía Enriquez, duquesa de Alburquerque, se lee: “media libra de hilo de Toro, blanco”, lo que indica que se hilaba con cierta notoriedad en esta tierra.
Merecen especial mención los talleres de fundición de los hermanos Pedro y Juan, donde se hacían “ribadoquines”. Cuando el sitio de Ponferrada, los reyes encargaron varios, a condición de que fueran buenos, sufriendo la prueba de dos tiros cada uno, por lo que se le pagarían mil maravedíes. Fundieron diecisiete de estas piezas y salieron tan perfectos que se le pagó un sobreprecio de mil quinientos maravedíes.
Aquí se hace necesario definir y aclarar qué eran los “ribadoquines”: Eran unas piezas de artillería, cañones de pequeño calibre montados sobre una plataforma, de manera que en cada disparo salían varios proyectiles. Fueron específicamente empleados en los siglos XV y XVI.
También se le llamó cañón de órgano por sus múltiples cañones. Se dice que fue el precursor de la ametralladora. El primer “ribadoquín” que se conoce fue empleado en el ejército de Eduardo III en Francia, en 1339, durante la “Guerra de los Cien Años”. Los “ribadoquines” de Eduardo III tenían doce cañones, los cuales disparaban salvas de doce balas.
Este arma de fuego de cañón múltiple trataba de aumentar la cadencia de fuego, reduciendo el desgaste y el sobrecalentamiento de cada cañón.
Como podemos ver, la industria de la fabricación de armamento también era parte del progreso en la Zamora del siglo XVI.
Balbino Lozano
Se iniciaba el siglo XVI, los Reyes Católicos habían resuelto la cuestión de los pretendidos derechos a la Corona de Juana “La Beltraneja” con la batalla de Toro, en la que los zamoranos se habían hecho acreedores al galardón de la banda verde en lo más alto de la Seña Bermeja.
El desarrollo de la industria se hacía patente en diversos sectores, sobre todo en las lanas, que era la principal en la ciudad; numerosos telares funcionaban en el barrio que todavía hoy conocemos como “Barrio de La Lana”. En otros puntos de la ciudad trabajaban los alfamareros, que fabricaban mantas, los alburjaqueros, que hacían las alforjas, y los tintoreros que se agrupaban en un gremio distinto.
La preparación de los cueros era también una actividad muy importante, ocupando mucha mano de obra en el curtido y preparación de los pelambres o pellejos.
Los rejeros, espaderos y plateros eran muy acreditados por sus obras, que, en tiempo de feria, salían para todos los mercados del Reino y hasta para Portugal. Por el inventario que se conservó de los objetos que poseía doña Mencía Enriquez, duquesa de Alburquerque, se lee: “media libra de hilo de Toro, blanco”, lo que indica que se hilaba con cierta notoriedad en esta tierra.
Merecen especial mención los talleres de fundición de los hermanos Pedro y Juan, donde se hacían “ribadoquines”. Cuando el sitio de Ponferrada, los reyes encargaron varios, a condición de que fueran buenos, sufriendo la prueba de dos tiros cada uno, por lo que se le pagarían mil maravedíes. Fundieron diecisiete de estas piezas y salieron tan perfectos que se le pagó un sobreprecio de mil quinientos maravedíes.
Aquí se hace necesario definir y aclarar qué eran los “ribadoquines”: Eran unas piezas de artillería, cañones de pequeño calibre montados sobre una plataforma, de manera que en cada disparo salían varios proyectiles. Fueron específicamente empleados en los siglos XV y XVI.
También se le llamó cañón de órgano por sus múltiples cañones. Se dice que fue el precursor de la ametralladora. El primer “ribadoquín” que se conoce fue empleado en el ejército de Eduardo III en Francia, en 1339, durante la “Guerra de los Cien Años”. Los “ribadoquines” de Eduardo III tenían doce cañones, los cuales disparaban salvas de doce balas.
Este arma de fuego de cañón múltiple trataba de aumentar la cadencia de fuego, reduciendo el desgaste y el sobrecalentamiento de cada cañón.
Como podemos ver, la industria de la fabricación de armamento también era parte del progreso en la Zamora del siglo XVI.
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