HABLEMOS
El campo a debate
Desde Zamora
No se trata de precios, costes, distribución y mercados, sin olvidar las subvenciones tramposas de la PAC, dadivosa prebenda a disfrutar por los agricultores hermanos de Francia y Alemania. Se trata de mucho más, en nada distinto a la desaparición de formas de vida y poblamiento que, como mundo rural, sostuvieron a una humanidad con origen en la revolución neolítica. El campo, junto al pueblo, la aldea y la pequeña ciudad dependiente a efectos de alimento, industria y comercio, representó durante milenios el marco de la sociedad humana. Su ruina, a causa del abandono en favor de aglomeraciones con dimensión de megalópolis, traerá consigo la escasez de productos agroganaderos, traducida en pérdida de oferta y, por descontado, alza de precios.
Pero las consecuencias trascienden dificultades que podrían resolverse gracias a la tecnología, propiciando aumentos constantes de la productividad. En lo económico y especialmente lo demográfico, el desierto a que tiende el mundo rural supone un cambio profundo de las mentalidades, aunque en paralelo de la actual estructura política y sus mecanismos. Inevitablemente, las grandes urbes contribuyen a la degradación de fórmulas ya adulteradas como la sociedad y la democracia de masas, al auspiciar el creciente dominio del Estado cual aparato y burocracia, imprescindibles para afrontar las necesidades de una población concentrada en núcleos de cientos de miles, si no millones de individuos. Necesidades en cuanto a recursos y subsistencia, pero también en cuanto a la organización social, con el poder político erigido tras una engañosa función tutelar y arbitral en protagonista merced al control de vidas y conciencias, expresión de un rebaño devaluado a la pura condición animal, desde la privación de voluntad y libertad. Lo urbano, manifestación acabada de un hábitat gregario, será siempre gran aliado del totalitarismo triunfante sobre una empobrecida existencia humana. Y a ello nos dirigimos, anticipando lo peor.

No se trata de precios, costes, distribución y mercados, sin olvidar las subvenciones tramposas de la PAC, dadivosa prebenda a disfrutar por los agricultores hermanos de Francia y Alemania. Se trata de mucho más, en nada distinto a la desaparición de formas de vida y poblamiento que, como mundo rural, sostuvieron a una humanidad con origen en la revolución neolítica. El campo, junto al pueblo, la aldea y la pequeña ciudad dependiente a efectos de alimento, industria y comercio, representó durante milenios el marco de la sociedad humana. Su ruina, a causa del abandono en favor de aglomeraciones con dimensión de megalópolis, traerá consigo la escasez de productos agroganaderos, traducida en pérdida de oferta y, por descontado, alza de precios.
Pero las consecuencias trascienden dificultades que podrían resolverse gracias a la tecnología, propiciando aumentos constantes de la productividad. En lo económico y especialmente lo demográfico, el desierto a que tiende el mundo rural supone un cambio profundo de las mentalidades, aunque en paralelo de la actual estructura política y sus mecanismos. Inevitablemente, las grandes urbes contribuyen a la degradación de fórmulas ya adulteradas como la sociedad y la democracia de masas, al auspiciar el creciente dominio del Estado cual aparato y burocracia, imprescindibles para afrontar las necesidades de una población concentrada en núcleos de cientos de miles, si no millones de individuos. Necesidades en cuanto a recursos y subsistencia, pero también en cuanto a la organización social, con el poder político erigido tras una engañosa función tutelar y arbitral en protagonista merced al control de vidas y conciencias, expresión de un rebaño devaluado a la pura condición animal, desde la privación de voluntad y libertad. Lo urbano, manifestación acabada de un hábitat gregario, será siempre gran aliado del totalitarismo triunfante sobre una empobrecida existencia humana. Y a ello nos dirigimos, anticipando lo peor.


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122