Eolo abusa de los árboles de Zamora

Hubo un presidente del gobierno, de cuyo nombre no quiero acordarme, que afirmó, entre otras sandeces, que la tierra era del…viento. Desde la madrugada de este 8 de octubre, Zamora pertenece a Eolo, el mayor enemigo de la mente humana, asesino de árboles. Hoy, estaba ciertamente enfadado. No me extraña, porque el mundo gira del revés: la mentira es la verdad, los hijos de Satán se han impuesto a los ángeles y hay mucha gente viva que ignora que se ha muerto.

Zamora no registró ninguna víctima humana, herida por ramas de árboles y tejas viejas de casas antiguas. Pero, por doquier, Valorio, Plaza Mayor y plaza del Maestro, el vendaval derribó árboles ancianos y juveniles, arranco de raíz a los más débiles, adelantó la muerte de aquellas hojas que, todavía en las ramas, agonizaban, sin haber recibido la extremaunción del otoño sacerdotal. ¡Cuánta clorofila derramada! ¡Cuánta savia, sangre de la tierra, seca sin alcanzar troncos y ramas! ¡Adiós a la fotosíntesis, íntima amiga de la luz del sol!

Volaron las nubes por los cielos sin poder pararse a debatir con el Duero sobre este otoño despiadado, ni dejarle recuerdos de su abuelo, el océano Atlántico. No les dio tiempo ni a permitirle besar a la tierra con sus labios de lluvia.

Las sinfonías de música clásica que, cuando Eolo sopla contento, interpretan las hojas de los árboles, hoy se transformaron en rock-and-roll, como en cualquier concierto de los australianos ACDC. Mientras, las avecillas se escondían de Eolo y las cigüeñas observaban la estabilidad de sus nidos, temerosas de que su maestro, Brunelleschi, suspendiese su inteligencia arquitectónica.

Por cierto, Pero Mato ha trabajado hoy muchísimo. No ha parado de dar vueltas danzando con Eolo. Ha tiempo que nuestro vigía de San Juan no se mostraba tan laborioso.

Eugenio-Jesús de Ávila