HABLEMOS
Israel o la voluntad de poder
Desde Zamora
Aun en lo disperso de una colección de fugaces centelleos, Wille zur Macht es obra cumbre del pensamiento, viniendo como viene a derribar mitos e ídolos contemporáneos, fruto hoy de la ideología dominante junto a sus variados subproductos, a saber, pacifismo, ecologismo, antirracismo, multiculturalismo…, cual herencia tardía y apenas camuflada de la panfletaria marxista, con origen a su vez en la burda propaganda de las Luces.
A través de la voluntad de poder, la diferencia de Nietzsche se abre camino para desvelar una realidad muy diferente al igualitarismo rousseauniano bajo máscara de falsa antropología, con el hombre ambicionando dominio sobre los demás, en principio semejantes desde una naturaleza compartida, aunque en el fondo enemiga y hostil a lo largo de la historia de la especie. Darwinismo sans phrase.
Lo curioso de la anticipación de Nietzsche, antisemita subrepticio a la espera de la mucha infamia por llegar, estriba en que actualmente, cuando la corrección política aspira a borrar la diferencia real valiéndose de una marea socializadora objetivada en imperio abstracto del Estado, el pueblo capaz de hacer valer con arrojo y tesón dicha diferencia, al encarnar lo más genuino de la tradición judeocristiana por encima de su postrer evangelio humanista y cristológico, acredita merced a un indesmayable afán de lucha la gran verdad de la condición humana, no otra que una enconada voluntad de poder.
Quizá para explicar esa extraña militancia en pro de la diferencia real haya que acudir a los textos bíblicos, en especial el Antiguo Testamento, con un Jeová dispuesto a defender al pueblo elegido contra los eternos enemigos de Sion. Aun así, posiblemente la clave estribe en la diferencia misma, habida cuenta de que el judaísmo nace de una aventura milenaria por sobrevivir, conforme a la dialéctica insalvable que opone al amo y el esclavo, resuelta no en igualdad ni libertad, sino en un ansia irrefrenable de mando y señorío. Por fortuna, como intuyó el propio Nietzsche, nuestro eterno retorno, mediando pogromos y masacres de ida y vuelta, pasa siempre por una historia lanzada a la loca barahúnda de los dados, que lleva al acontecimiento impredecible. En fin, pasen, jueguen y vean. Y a bien ser con algo, siquiera un poco, de ventaja frente al otro enemigo.
Aun en lo disperso de una colección de fugaces centelleos, Wille zur Macht es obra cumbre del pensamiento, viniendo como viene a derribar mitos e ídolos contemporáneos, fruto hoy de la ideología dominante junto a sus variados subproductos, a saber, pacifismo, ecologismo, antirracismo, multiculturalismo…, cual herencia tardía y apenas camuflada de la panfletaria marxista, con origen a su vez en la burda propaganda de las Luces.
A través de la voluntad de poder, la diferencia de Nietzsche se abre camino para desvelar una realidad muy diferente al igualitarismo rousseauniano bajo máscara de falsa antropología, con el hombre ambicionando dominio sobre los demás, en principio semejantes desde una naturaleza compartida, aunque en el fondo enemiga y hostil a lo largo de la historia de la especie. Darwinismo sans phrase.
Lo curioso de la anticipación de Nietzsche, antisemita subrepticio a la espera de la mucha infamia por llegar, estriba en que actualmente, cuando la corrección política aspira a borrar la diferencia real valiéndose de una marea socializadora objetivada en imperio abstracto del Estado, el pueblo capaz de hacer valer con arrojo y tesón dicha diferencia, al encarnar lo más genuino de la tradición judeocristiana por encima de su postrer evangelio humanista y cristológico, acredita merced a un indesmayable afán de lucha la gran verdad de la condición humana, no otra que una enconada voluntad de poder.
Quizá para explicar esa extraña militancia en pro de la diferencia real haya que acudir a los textos bíblicos, en especial el Antiguo Testamento, con un Jeová dispuesto a defender al pueblo elegido contra los eternos enemigos de Sion. Aun así, posiblemente la clave estribe en la diferencia misma, habida cuenta de que el judaísmo nace de una aventura milenaria por sobrevivir, conforme a la dialéctica insalvable que opone al amo y el esclavo, resuelta no en igualdad ni libertad, sino en un ansia irrefrenable de mando y señorío. Por fortuna, como intuyó el propio Nietzsche, nuestro eterno retorno, mediando pogromos y masacres de ida y vuelta, pasa siempre por una historia lanzada a la loca barahúnda de los dados, que lleva al acontecimiento impredecible. En fin, pasen, jueguen y vean. Y a bien ser con algo, siquiera un poco, de ventaja frente al otro enemigo.





















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