NUESTRA HISTORIA
Cara y cruz de Moncabril
El día 25 de septiembre de 1956 fue inaugurado el SALTO DE MONCABRIL. Según decían los periódicos del momento, Ribadelago y los `pueblos limítrofes: Galende, Llanes, San Martín de Castañeda, Vigo de Sanabria, El Mercado del Puente, vivieron aquel día una jornada inolvidable con motivo de la visita del Caudillo que acudió a inaugurar aquella obra de ingeniería hidráulica tan importante.
El Salto de Moncabril lo componían dos canales que conducían el agua hasta el Pico del Fraile desde donde se precipitaba por un desnivel de 551 metros. El aprovechamiento hidroeléctrico se hacía desde varias presas, entre las que destacaban la presa de Cárdenas, la de Vega de Conde y la de Vega de Tera.
Todos querían estar presentes para celebrar la ocasión . La larga lista de Autoridades y representaciones llenó páginas enteras de la prensa. Tan importante acto requería una Escolta de honor y allí estuvimos la Escuadra de la Policía Municipal de Zamora para dar más brillantez a los actos de bendición de las instalaciones y el momento en que Franco apretaba el botón que ponía en marcha la central hidroeléctrica.
Transcurrieron dos años y medio y en la madrugada del 9 de enero de 1959, surgió la catástrofe en Ribadelago. La presa "Vega de Tera", del sistema hidroeléctrico de Moncabril había reventado y se había llevado por delante al pueblo de Ribadelago con todos sus habitantes a los que había pillado durmiendo. Mas de ciento cincuenta víctimas fueron a parar a las heladas aguas del Lago y el pueblo de Ribadelago había quedado arrasado.
La presa "Vega de Tera" estaba situada en lo alto de las montañas que circundan el pueblo de Ribadelago y cerraba la marcha del río Tera en un cañón de montañas que se abren en abanico gigantesco alrededor del pueblo y con una altura de unos cuatrocientos metros.
Las aguas desbordadas con ímpetu incontenible por la fuerza de su propio peso y de la enorme caída encajonada entre las montañas anegaron de modo terrible todas las instalaciones de Moncabril situadas cerca de Ribadelago, así como el propio pueblo, cuyas casas, casi todas de piedra sin revestir y con tejados de pizarra, fueron derribadas estrepitosamente formando en poco tiempo un enorme montón de escombros, bajo los que quedaron familias enteras, muebles e infinidad de animales domésticos.
Balbino Lozano
El día 25 de septiembre de 1956 fue inaugurado el SALTO DE MONCABRIL. Según decían los periódicos del momento, Ribadelago y los `pueblos limítrofes: Galende, Llanes, San Martín de Castañeda, Vigo de Sanabria, El Mercado del Puente, vivieron aquel día una jornada inolvidable con motivo de la visita del Caudillo que acudió a inaugurar aquella obra de ingeniería hidráulica tan importante.
El Salto de Moncabril lo componían dos canales que conducían el agua hasta el Pico del Fraile desde donde se precipitaba por un desnivel de 551 metros. El aprovechamiento hidroeléctrico se hacía desde varias presas, entre las que destacaban la presa de Cárdenas, la de Vega de Conde y la de Vega de Tera.
Todos querían estar presentes para celebrar la ocasión . La larga lista de Autoridades y representaciones llenó páginas enteras de la prensa. Tan importante acto requería una Escolta de honor y allí estuvimos la Escuadra de la Policía Municipal de Zamora para dar más brillantez a los actos de bendición de las instalaciones y el momento en que Franco apretaba el botón que ponía en marcha la central hidroeléctrica.
Transcurrieron dos años y medio y en la madrugada del 9 de enero de 1959, surgió la catástrofe en Ribadelago. La presa "Vega de Tera", del sistema hidroeléctrico de Moncabril había reventado y se había llevado por delante al pueblo de Ribadelago con todos sus habitantes a los que había pillado durmiendo. Mas de ciento cincuenta víctimas fueron a parar a las heladas aguas del Lago y el pueblo de Ribadelago había quedado arrasado.
La presa "Vega de Tera" estaba situada en lo alto de las montañas que circundan el pueblo de Ribadelago y cerraba la marcha del río Tera en un cañón de montañas que se abren en abanico gigantesco alrededor del pueblo y con una altura de unos cuatrocientos metros.
Las aguas desbordadas con ímpetu incontenible por la fuerza de su propio peso y de la enorme caída encajonada entre las montañas anegaron de modo terrible todas las instalaciones de Moncabril situadas cerca de Ribadelago, así como el propio pueblo, cuyas casas, casi todas de piedra sin revestir y con tejados de pizarra, fueron derribadas estrepitosamente formando en poco tiempo un enorme montón de escombros, bajo los que quedaron familias enteras, muebles e infinidad de animales domésticos.
Balbino Lozano





















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