Lunes, 08 de Septiembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Martes, 15 de Octubre de 2024
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

Los encantos de un casco histórico que necesita aún otra remodelación

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Me place pasear por Zamora, por su casco antiguo, acercarme a charlar con el Duero, contemplar el salto de las carpas para atrapar algún insecto, oír el concierto de las aves y el diálogo de los árboles. Me gusta también acariciar la muralla, los sillares de las iglesias; observar cómo las nubes cambian de forma, como si las esculpiera la atmósfera con su gubia de viento que le presta Eolo. Zamora tiene un patrimonio que te invita a viajar en el tiempo, al pretérito. Mi Zamora te muestra rúas y plazuelas que te convocan al encuentro con el amor, como la Rúa del Troncoso. Quién no haya besado a una dama en el trayecto de esa calle de canto y puentes, ignora cómo saben los besos que se dan con los labios extraídos del alma.

 

Pero, tras el lirismo, también tengo tiempo para la descripción y el ruego de esa zona noble de la ciudad, machacada por el paso del tiempo y las decisiones humanas. Con Vázquez, se ejecutó una primera reforma, muy epidérmica, con una inversión multimillonaria que nos vino de Europa, merced a cierto prócer político muy zamorano. Hubo temor a profundizar en el trabajo de las calzadas, porque, si se descubrían restos medievales, las obras se retardarían. Recuerdo que, cuando se trabajaba en la construcción del “búnker” del Consultivo, se hallaron restos arqueológicos musulmanes. Como el edificio pertenecía a la Junta de Castilla y León, se enterraron. Y las obras siguieron su curso. Colijo que Zamora también fue ocupada por musulmanes.

 

El casco histórico debería sufrir un segundo plan para embellecerlo. Existen problemas que podrían solventarse con el de los solares, casas en ruinas, el convento de las Concepcionistas, las piedras que maltratan el paseo por sus calles, que deberían ser sustituidas por baldosas de granito sayagués.  Una escalinata en el acceso a la Portillo de la Lealtad, que facilite el tránsito a los visitantes. Un sistema de fuentes en los jardines de Baltasar Lobo, restauración del Castillo, porque la primera intentona se ejecutó contrarreloj, y lograr aquel sueño de Guarido de abrir un gran mirador al Duero hasta la Cuesta de los Pepinos. No obstante, se me ha comentado que un empresario zamorano ya adquirió solares y convento para darles vida, viviendas o museo. No sé. También se podrá rodear la Catedral, merced al acuerdo entre Ayuntamiento y Obispado, y la Torre de la Seo, ¡por fin!, uno de mis deseos más queridos, será accesible para el pueblo. Y San Martín ya se va arreglando, mientras la muralla de la avenida de la Feria se libera de viejas casas.

 

Y no se olvide que, en menos de un año, Zamora, junto a la bella hermana lusa Oporto, protagonizarán Las Edades del Hombre. Quizá, en tan escaso tiempo, no dé tiempo a mostrar al turismo cultural una ciudad más embellecida. Convencido estoy que nuestro regidor trabaja ya en tarea tan hermosa como atildar la ciudad para acontecimiento cultural tan esencial para el despegue turístico de nuestra ancianita ciudad. Mientras, confieso que seguiré paseando por nuestro casco histórico, acercándome al Duero y disfrutando de los trinos de los pajarillos. Lo necesito para vivir, para amar, para sentirme más zamorano cada día.

 

 

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