Domingo, 07 de Septiembre de 2025

Redacción
Miércoles, 16 de Octubre de 2024
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

El próximo año se cumplen 120 años de la demolición de las torres del Puente de Piedra

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Tengo monomanía por el patrimonio monumental de Zamora. Recuerdo que Rosa Valdeón me comentaba, con cariño, que no había conocido periodista zamorano que le sacara tanto partido a murallas, iglesias y palacios como un servidor. De hecho, la primera denuncia en La Voz de Zamora, donde ejercí como director hasta que me negué a escribir al dictado, consistió en censurar el estado, lamentable, en el que se encontraba un templo tan maravilloso como Santiago del Burgo, y, en la segunda edición, también puse en la palestra periodística el recinto amurallado de la ciudad del alma.

 

El Puente  Románico, o Protogótico, quizá el monumento arquitectónico más importante de nuestra anciana ciudad, además de la Catedral, también provocó numerosos artículos en los que denuncié su abandono y exigí reconstruir sus dos torres, derribadas en 1905 por los políticos de antaño, tan necios como los contemporáneos. Hoy, cuando avanzan las obras de recomposición de la barandilla auténtica, de piedra, agradezco a Guarido que diese ese paso al frente, una decisión que ningún regidor ejecutó. Alabada sea la sensibilidad de nuestro alcalde, siempre muy pendiente del legado medieval de nuestra ciudad. Cuando concluyan las obras, nuestro viaducto se acercará al que fue, al que admiraron tantas y tantas generaciones, desde el medioevo hasta la actualidad. Ese detalle siempre se ligará al tercer mandato de Francisco Guarido.

 

No está en su poder la reconstrucción de las dos torres, porque ese es un tema de burócratas, casi siempre caprichosos, personas que tiran de normas o leyes, elaboradas por políticos, para amargarnos la vida. El Puente Románico, con sus dos torres, de las que hay memoria fotográfica, también histórica, se convertiría en uno de los más bellos de España. Su imagen vendería nuestro turismo cultural por doquier, las gentes, las de aquí y las de allí, lo pasearían, o admirarían, lo fotografiarían mientras observarían al padre Duero atravesar sus arcos.

 

Esas torres, sus dos brazos al cielo, como alguna obra de Baltasar Lobo, duermen en la historia. Pero el puente todavía las echa de menos, porque le faltan esos músculos de piedra, su carné de identidad arquitectónica. El río, el patriarca de Zamora, sigue preguntando por las torres de su íntimo amigo el puente, aunque, cuando se enfada, atraviesa sus ojos y rompe tajamares. El próximo año, 2025, se cumplirán 120 años de aquel crimen histórico y arquitectónico: la destrucción de las torres.

 

Fotografía: Estado de las obras del Puente de Piedra a fecha de 16 de octubre de 2024 (Esteban Pedrosa)

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