Solo me preocupa que Zamora luzca más hermosa

Eugenio-Jesús de Ávila

Nunca pensé que llegar produjese tristeza. Jamás. A Machado, Antonio, le procuraba horror, como escribió en una de sus Coplas Elegiacas, más si se detenía, a la mitad del camino, pensar en ese arribar. Yo nunca he llegado a parte alguna, quizá porque nunca supe adónde ir. Solo busqué la belleza desde la infancia: el chupete más bonito y sabroso, el sonajero que mejor despertase a mis padres y el balón con el que dominase con mis pies. Ya, a cierta edad, me encontré con la beldad de la mujer y la fealdad de la política, con la poesía que escribe la naturaleza y la tristeza que genera la felonía. Solo me interesa llegar a amar a la mujer que deseo, no hacer mal a nadie y que Zamora progrese, se ponga más bonita y no bostece.

Me bajé del barquito de papel casi en los idus de marzo, pero prometo que ningún Bruto me clavó su puñal. Ya soy un fue, pero no sé si seré un será. Vivo al día, escribo cuando me da la gana y amo si se me ama. Lo demás no importa. Miento: la salud. Pero, como digo, si amas vives con más intensidad y te olvidas del morbo y de sus amigas las parcas.

Zamora, el puerto en el que amarré para ser marinero en tierra, mientras el barquito de papel se alejaba con otra tripulación, sigue en fase de ciudad menguante, como si fuese la luna lunera. Suelo dar ideas para embellecerla. A veces la autoridad me toma en cuenta y ejecuta mis consejos. Solo me preocupa, pues, que la ciudad del Romancero luzca más hermosa, sin apenas arrugas, aunque sea una ancianita aristocrática, y amar y, a ser posible, amado.