 
  COSAS MÍAS
Quiero reencarnarme en un árbol del parque del Castillo
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #93269]](https://eldiadezamora.es/upload/images/10_2024/4905_yoooo.jpg) Por creer en algo, tras la muerte, después de que las moiras me vengan a solicitar, siempre educadas, que las acompañe, me quedaría con la reencarnación. El cristianismo primitivo la contemplaba. Después, creo que, a partir del concilio de Nicea (325 después de Cristo), se eliminó. La Iglesia actual es hija de Paulo de Tarso, más conocido por San Pablo, como el comunismo que conocemos ahora lo es de Lenin, el primer heterodoxo de Marx. Pero no quiero escribir ahora sobre política, sino de sentimientos.
Por creer en algo, tras la muerte, después de que las moiras me vengan a solicitar, siempre educadas, que las acompañe, me quedaría con la reencarnación. El cristianismo primitivo la contemplaba. Después, creo que, a partir del concilio de Nicea (325 después de Cristo), se eliminó. La Iglesia actual es hija de Paulo de Tarso, más conocido por San Pablo, como el comunismo que conocemos ahora lo es de Lenin, el primer heterodoxo de Marx. Pero no quiero escribir ahora sobre política, sino de sentimientos.
 
Dejé escrito en ese primer párrafo la palabra reencarnación. Pues sí, quiero ser árbol en mi próxima vida, uno de los que dan sombra en el parque del Castillo a los enamorados, al lector solitario, al amante perdido y se deleita con la torre y la cúpula de la Catedral. Y ver cómo se despide el sol entre las almenas de las murallas y me saluda todos los amaneceres desde su balcón de oriente.
 
Como árbol que seré, elegiría volver a la vida como tejo, especie que significa vida y muerte, símbolo de la eternidad. Además, los eruditos afirman que crece del revés, para llevar la contraria, como yo mientras he vivido como hombre.
 
Quiero ser árbol de ese jardín para consolar a los enamorados que lloran lágrimas por la pasión ida, por los versos escritos en la tierra que se lleva el viento. Anhelo ser tejo para que me susurren los pajarillos en los oídos de mis hojas, escuchar como hablan de la fotosíntesis, verlas como se pintan con clorofila y se nutren de savia. Y quizá, un día, sin darme cuenta, anide en alguna de mis ramas una pareja de ruiseñores, que me cantarán hermosos trinos en agradecimiento a mi hospitalidad.
 
Quiero despertarme al alba y observar la Cúpula y la Torre de mi Catedral y oír los trinos de las avecillas que duermen entre mis ramas e incluso que aniden en mi copa. Y perder hojas en otoño,  y debatir con Eolo sobre la música que interpreta el viento moviendo el haz y el envés de mis hojas.
 
Y, cuando me empiece a secar y los jardineros consideren que ya no ofrezco ni sombra y que mi desnudez ofende a la naturaleza, me arrancarán de la tierra. Después arderé en cualquier fuego donde se calienta la gente humilde y necesitada. Y consideraré que presté mejores servicios como árbol que como hombre.
 
Solo pretendo ser ya árbol en los jardines del Castillo. No pido mucho, concédanme la energía, que ni se crea ni se destruye, se transforma, no volver a ser hombre.
 
Eugenio-Jesús de Ávila
 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
![[Img #93269]](https://eldiadezamora.es/upload/images/10_2024/4905_yoooo.jpg) Por creer en algo, tras la muerte, después de que las moiras me vengan a solicitar, siempre educadas, que las acompañe, me quedaría con la reencarnación. El cristianismo primitivo la contemplaba. Después, creo que, a partir del concilio de Nicea (325 después de Cristo), se eliminó. La Iglesia actual es hija de Paulo de Tarso, más conocido por San Pablo, como el comunismo que conocemos ahora lo es de Lenin, el primer heterodoxo de Marx. Pero no quiero escribir ahora sobre política, sino de sentimientos.
Por creer en algo, tras la muerte, después de que las moiras me vengan a solicitar, siempre educadas, que las acompañe, me quedaría con la reencarnación. El cristianismo primitivo la contemplaba. Después, creo que, a partir del concilio de Nicea (325 después de Cristo), se eliminó. La Iglesia actual es hija de Paulo de Tarso, más conocido por San Pablo, como el comunismo que conocemos ahora lo es de Lenin, el primer heterodoxo de Marx. Pero no quiero escribir ahora sobre política, sino de sentimientos.
Dejé escrito en ese primer párrafo la palabra reencarnación. Pues sí, quiero ser árbol en mi próxima vida, uno de los que dan sombra en el parque del Castillo a los enamorados, al lector solitario, al amante perdido y se deleita con la torre y la cúpula de la Catedral. Y ver cómo se despide el sol entre las almenas de las murallas y me saluda todos los amaneceres desde su balcón de oriente.
Como árbol que seré, elegiría volver a la vida como tejo, especie que significa vida y muerte, símbolo de la eternidad. Además, los eruditos afirman que crece del revés, para llevar la contraria, como yo mientras he vivido como hombre.
Quiero ser árbol de ese jardín para consolar a los enamorados que lloran lágrimas por la pasión ida, por los versos escritos en la tierra que se lleva el viento. Anhelo ser tejo para que me susurren los pajarillos en los oídos de mis hojas, escuchar como hablan de la fotosíntesis, verlas como se pintan con clorofila y se nutren de savia. Y quizá, un día, sin darme cuenta, anide en alguna de mis ramas una pareja de ruiseñores, que me cantarán hermosos trinos en agradecimiento a mi hospitalidad.
Quiero despertarme al alba y observar la Cúpula y la Torre de mi Catedral y oír los trinos de las avecillas que duermen entre mis ramas e incluso que aniden en mi copa. Y perder hojas en otoño, y debatir con Eolo sobre la música que interpreta el viento moviendo el haz y el envés de mis hojas.
Y, cuando me empiece a secar y los jardineros consideren que ya no ofrezco ni sombra y que mi desnudez ofende a la naturaleza, me arrancarán de la tierra. Después arderé en cualquier fuego donde se calienta la gente humilde y necesitada. Y consideraré que presté mejores servicios como árbol que como hombre.
Solo pretendo ser ya árbol en los jardines del Castillo. No pido mucho, concédanme la energía, que ni se crea ni se destruye, se transforma, no volver a ser hombre.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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