NUESTRA HISTORIA
Allí murió Colón
En la revista “Zamora Ilustrada”, de 7 de mayo de 1883, editada por don Ursicino Álvarez Martínez, se publica un artículo titulado “AQUÍ MURIÓ COLÓN”, que firma Augusto Garnacho refiriéndose a la casa que había en las inmediaciones de la iglesia de Santa María Magdalena en Valladolid.
Se refería el señor Garnacho a una casa de pequeña apariencia y humilde fachada en la que se veía esculpido en piedra el busto del descubridor de las Américas, Cristóbal Colón. La humilde fachada y la pequeñez de la vivienda donde se decía dio su postrer suspiro aquel gran hombre, hacía pensar en la estrechez y miseria en que vivió los últimos años de su vida.
El estado de aquella casa, en la época en que Garnacho escribió su crónica era poco satisfactorio y muy deteriorado, pues se trataba de una lechería donde se vendía leche de vaca. Decía que, pasando un día frente a dicha casa, penetró en el portal y se quedó contemplando las paredes descubriendo que en una de ellas habían escrito a lápiz un soneto que decía:
A COLÓN: Un mundo diste al mundo, y en la historia/ Dejaste un nombre eterno consignado/ Que hoy por el pueblo hispano consignado/ Lauro te da de inmarcesible gloria/ Los hombres reconocen tu notoria/ Inteligencia asaz, y de tu osado/ Valor, el entusiasmado/ Mármoles mil levanta en tu memoria/ Si tu cuerpo dejar en un instante/ Pudiera el suelo por volver al mundo/ Bien pudieras, Colón, vanagloriarte/ Pero no vuelvas, no, si has de encontrarte/ Tu mortuoria mansión ¡dolor profundo!/ con vertida en establo repugnante.
Quizá algún poeta admirador del inmortal Colón e indignado al ver el deplorable estado de la casa estampó en la pared su noble pensamiento. Así se hallaba la casa donde expiró Colón, que debía pasar por un monumento de primer orden y ser visitada por un gran número de extranjeros.
Colón, durante su vida, dio pruebas de tener mucha resignación y un corazón muy grande. Él, que fue tratado como un loco por los sabios de Salamanca, desoído en Portugal y despreciado en su misma nación, siguió firme en su gran idea. La reina Isabel la Católica, dando pruebas de tener más prudencia que los mismos sabios de Salamanca, oye y estudia el pensamiento de Colón; desprendiéndose al fin de sus joyas y fleta tres pobres naves que parten del puerto de Palos, llevando a su bordo un corazón que latía de dulce esperanza.
¿Quién le diría a Colón que años después había de venir de América cargado de cadenas y arrojado en la sentina de un buque, víctima de la envidia de sus enemigos?
Y ¿Quién le diría que había de morir pobre y olvidado, después de darle un mundo al mundo, en una humilde casa de Valladolid? En el año 1866 se colocó un medallón con el busto de Colón, tallado por Nicolás Fernández de la Oliva, con la inscripción: AQUÍ MURIÓ COLÓN.
Esa antigua casa desapareció con motivo de las reformas urbanísticas de la zona, pero la iniciativa de un grupo de intelectuales y universitarios impulsaron al Ayuntamiento de Valladolid a acometer la compra de un solar y edificar un museo que recordase la figura del Almirante.
Esta nueva edificación se inspiró parcialmente en una casa palaciega propiedad de Diego Colón, hijo mayor de Cristóbal Colón, adquirida para su residencia familiar en 1509 en la isla de Santo Domingo, en estilo gótico isabelino. En un arco lateral del jardín se instaló la placa de 1866.
Balbino Lozano
En la revista “Zamora Ilustrada”, de 7 de mayo de 1883, editada por don Ursicino Álvarez Martínez, se publica un artículo titulado “AQUÍ MURIÓ COLÓN”, que firma Augusto Garnacho refiriéndose a la casa que había en las inmediaciones de la iglesia de Santa María Magdalena en Valladolid.
Se refería el señor Garnacho a una casa de pequeña apariencia y humilde fachada en la que se veía esculpido en piedra el busto del descubridor de las Américas, Cristóbal Colón. La humilde fachada y la pequeñez de la vivienda donde se decía dio su postrer suspiro aquel gran hombre, hacía pensar en la estrechez y miseria en que vivió los últimos años de su vida.
El estado de aquella casa, en la época en que Garnacho escribió su crónica era poco satisfactorio y muy deteriorado, pues se trataba de una lechería donde se vendía leche de vaca. Decía que, pasando un día frente a dicha casa, penetró en el portal y se quedó contemplando las paredes descubriendo que en una de ellas habían escrito a lápiz un soneto que decía:
A COLÓN: Un mundo diste al mundo, y en la historia/ Dejaste un nombre eterno consignado/ Que hoy por el pueblo hispano consignado/ Lauro te da de inmarcesible gloria/ Los hombres reconocen tu notoria/ Inteligencia asaz, y de tu osado/ Valor, el entusiasmado/ Mármoles mil levanta en tu memoria/ Si tu cuerpo dejar en un instante/ Pudiera el suelo por volver al mundo/ Bien pudieras, Colón, vanagloriarte/ Pero no vuelvas, no, si has de encontrarte/ Tu mortuoria mansión ¡dolor profundo!/ con vertida en establo repugnante.
Quizá algún poeta admirador del inmortal Colón e indignado al ver el deplorable estado de la casa estampó en la pared su noble pensamiento. Así se hallaba la casa donde expiró Colón, que debía pasar por un monumento de primer orden y ser visitada por un gran número de extranjeros.
Colón, durante su vida, dio pruebas de tener mucha resignación y un corazón muy grande. Él, que fue tratado como un loco por los sabios de Salamanca, desoído en Portugal y despreciado en su misma nación, siguió firme en su gran idea. La reina Isabel la Católica, dando pruebas de tener más prudencia que los mismos sabios de Salamanca, oye y estudia el pensamiento de Colón; desprendiéndose al fin de sus joyas y fleta tres pobres naves que parten del puerto de Palos, llevando a su bordo un corazón que latía de dulce esperanza.
¿Quién le diría a Colón que años después había de venir de América cargado de cadenas y arrojado en la sentina de un buque, víctima de la envidia de sus enemigos?
Y ¿Quién le diría que había de morir pobre y olvidado, después de darle un mundo al mundo, en una humilde casa de Valladolid? En el año 1866 se colocó un medallón con el busto de Colón, tallado por Nicolás Fernández de la Oliva, con la inscripción: AQUÍ MURIÓ COLÓN.
Esa antigua casa desapareció con motivo de las reformas urbanísticas de la zona, pero la iniciativa de un grupo de intelectuales y universitarios impulsaron al Ayuntamiento de Valladolid a acometer la compra de un solar y edificar un museo que recordase la figura del Almirante.
Esta nueva edificación se inspiró parcialmente en una casa palaciega propiedad de Diego Colón, hijo mayor de Cristóbal Colón, adquirida para su residencia familiar en 1509 en la isla de Santo Domingo, en estilo gótico isabelino. En un arco lateral del jardín se instaló la placa de 1866.
Balbino Lozano



















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