ATELIER BISTROT
Cuando la fotografía es arte: exposición de Pedro Ladoire en el "Atelier Bistrot"
21 obras, con protagonismo de la capital de España, se pueden admirar en ese nuevo sancta sanctorum de las cafeterías y reposterías zamoranas que es "Atelier Bistrot"
Toda ciudad es un ser vivo. El tiempo y las decisiones de los seres humanos las van esculpiendo. Viejas casonas se van derrumbando, mientras nuevos edificios renuevan su faz. Unas células mueren y otras se reproducen: barrios que nacen sobre la nada, plazas que reúnen gentes y rúas, jardines que perfuman aceras y calzadas, bosques como bronquios, amores que surgen y vidas que se apagan, personas que se van y personas que llegan. La vida que nunca se va y Cronos que sigue jugando con su hijo el tiempo para arrugar las epidermis de las urbes.
Pedro Ladoire, un poeta que capta con su cámara versos por calles y plazas y encuentra rimas en escaparates, edificios, luces y sombras, entre la elegancia de las damas, ha construido lo anónimo en Madrid, la capital de España, el alma de la patria. Su sensibilidad detuvo el tiempo, lo congeló, lo conservó en cada una de las fotografías que expone en ese templo de la exquisitez que es el “Atelier Bistrot”, un espacio que parecería diseñado por Pisarro y donde se te convoca a leer a Proust y después debatir, mientras saboreas un excelente café y degustas una sutileza de un dulce francés, sobre alta literatura.
Ayer, cuando el sol ya colocaba en remojo sus pies en el Atlántico, se inauguraba esa exposición fotográfica en ese centro del encanto y la finura que dirige la empresaria Valérie, una zamorana muy francesa, distinción y delicadeza, que ha tenido a bien que su espacio de restauración muestre ese néctar del tiempo que es la fotografía poética.
Pedro Ladoire ha elegido fotografías con protagonismo femenino, como perfecto gourmet de la belleza de la mujer. No obstante, solo en una de sus obras aparece un varón, pero con un aspecto nada machista.
Hay pinturas, firmadas por genios, que poseen alma, que laten, como si fueran el corazón del arco iris. Hay fotografías, como las que cuelga el artista zamorano en “Atelier Bistrot”, que desafían al tiempo, que lo detienen, que lo envasen en una obra de arte. Cada una de las 21 obras que embellecen, si cabe, ese sancta sanctorum de glamour gastronómico zamorano, son también 21 cópulas de amor, 21 éxtasis de arte fotográfico. Magnum.
Eugenio-Jesús de Ávila
Toda ciudad es un ser vivo. El tiempo y las decisiones de los seres humanos las van esculpiendo. Viejas casonas se van derrumbando, mientras nuevos edificios renuevan su faz. Unas células mueren y otras se reproducen: barrios que nacen sobre la nada, plazas que reúnen gentes y rúas, jardines que perfuman aceras y calzadas, bosques como bronquios, amores que surgen y vidas que se apagan, personas que se van y personas que llegan. La vida que nunca se va y Cronos que sigue jugando con su hijo el tiempo para arrugar las epidermis de las urbes.
Pedro Ladoire, un poeta que capta con su cámara versos por calles y plazas y encuentra rimas en escaparates, edificios, luces y sombras, entre la elegancia de las damas, ha construido lo anónimo en Madrid, la capital de España, el alma de la patria. Su sensibilidad detuvo el tiempo, lo congeló, lo conservó en cada una de las fotografías que expone en ese templo de la exquisitez que es el “Atelier Bistrot”, un espacio que parecería diseñado por Pisarro y donde se te convoca a leer a Proust y después debatir, mientras saboreas un excelente café y degustas una sutileza de un dulce francés, sobre alta literatura.
Ayer, cuando el sol ya colocaba en remojo sus pies en el Atlántico, se inauguraba esa exposición fotográfica en ese centro del encanto y la finura que dirige la empresaria Valérie, una zamorana muy francesa, distinción y delicadeza, que ha tenido a bien que su espacio de restauración muestre ese néctar del tiempo que es la fotografía poética.
Pedro Ladoire ha elegido fotografías con protagonismo femenino, como perfecto gourmet de la belleza de la mujer. No obstante, solo en una de sus obras aparece un varón, pero con un aspecto nada machista.
Hay pinturas, firmadas por genios, que poseen alma, que laten, como si fueran el corazón del arco iris. Hay fotografías, como las que cuelga el artista zamorano en “Atelier Bistrot”, que desafían al tiempo, que lo detienen, que lo envasen en una obra de arte. Cada una de las 21 obras que embellecen, si cabe, ese sancta sanctorum de glamour gastronómico zamorano, son también 21 cópulas de amor, 21 éxtasis de arte fotográfico. Magnum.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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