Promesas en primera persona

Voy a tirar la melancolía por la ventana, abriré las puertas de par en par para que la corriente limpie todo rastro de tristeza y viejas nostalgias; sacudiré uno a uno cada rincón de la mente donde se han posado telarañas de ausencias ocultando el verdadero sentido de la posible felicidad. Limpiaré las hojas muertas de la conciencia y despertaré a un futuro que sea siempre presente, viviendo cada día con la frente alta y sin el menor resquicio de dolor.

Una vez superados los problemas que eran rémoras necesarias en el camino, tan solo queda encarar la cotidianidad, y eso sé que puedo hacerlo si no me dejo dominar por los malos espíritus que danzan a mi alrededor impidiendo que entre la luz a raudales y oscureciendo el alma y el pensamiento constantemente. Los que amé y se han ido estarán en mi recuerdo; aquello que no hice, lo olvidaré sin fustigarme; lo que gestioné bien permanecerá en mi memoria y cuando fallé, si fue en un tiempo pretérito y no pude modificar el error, es preferible olvidarlo. El reto es vivir el presente, levantarse cada mañana con la pretensión de que va a ser un día importante, porque lo voy a gozar, sin dejarme llevar por quimeras antiguas que me obstruían la razón.

Me echaré a la calle a caminar sin rumbo, a mojarme cuando llueva, a no ir siempre bien pertrechada, a confiar en las sorpresas que me depare cada día sin tenerlo todo atado y bien atado. Voy a reír a carcajadas cuando así lo sienta, sin importarme la gente que mire o el escándalo aparente que forme con mi risa, una risa que siempre he protegido prudentemente y a la que no he dejado brotar en múltiples ocasiones por miedo a perder la compostura.

Contestaré sin ambages con un “no” cuando carezca de contestación a una pregunta, sin irme por las ramas o disculparme por el hecho de no conocer la respuesta. Seguiré teniendo ilusiones y esperanza; viviré siempre con un proyecto pendiente porque es la única forma que conozco para estimular la imaginación y que no se quede obsoleta ni dos pasos más atrás.

Intentaré rodearme de personas amigas, ya sea en la distancia o en presencia, pero siempre contando con esa gente tan válida que me ayuda a sobrevivir y a las que yo misma creo ser útil en algunas ocasiones.

Mis pretensiones son sencillas, y he tenido que salir de ese cómodo “yo” en el que todos nos instalamos, mirar a mi alrededor y ver que la vida se puede truncar en un segundo, para comprobar que a veces llevamos demasiados impedimentos que nos hacen más pesado el caminar; así que conviene ir ligero de equipaje, vivir a tope, hacer limpieza mental y valorar solo lo bueno que acontece a cada momento, las personas con las que podemos contar y el recuerdo que dejemos a los demás el día que abandonemos este mundo que nos han dejado en alquiler durante un breve espacio de tiempo.

Mª Soledad Martín Turiño