Miércoles, 29 de Octubre de 2025

BALBINO LOZANO
Domingo, 03 de Noviembre de 2024
REFLEXIONES

A mis soledades voy, de mis soledades vengo

[Img #93481]Con frecuencia, me obsesiono con el tema de la soledad, porque  con ella me acuesto y con ella me levanto.


De los “Poemas del alma” que escribió Lope de Vega,  seleccioné este que comienza: “A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo, me bastan mis pensamientos.”


Un elevado número de personas mayores sufren el problema de la soledad por distintas razones de índole social o familiar. Aunque pueda parecer que su aislamiento es voluntario, en muchos casos son las circunstancias que, contra su voluntad, les hacen vivir en soledad con las consecuencias que ello conlleva.


Vivir en sociedad es una condición indispensable para el ser humano,  las personas necesitan comunicarse con sus semejantes para tener una calidad de vida aceptable.  Comunicarse con otras personas puede beneficiar su estado de ánimo y proporcionarle bienestar psicológico.


Pero, además, la convivencia ayuda a mantener la salud física, combatiendo o al menos aliviando enfermedades que estando solo pueden agravarse por desconocimiento del mal o no contar con la ayuda necesaria.


La soledad suele aportar sentimientos negativos tales como tristeza, ansiedad y hasta resentimientos contra los ausentes, lo que termina originando daños en el organismo, tanto físicos como psicológicos.


La persona que vive en soledad debe poner fin a su aislamiento e identificarse como parte activa de la sociedad, tomando parte en el devenir cotidiano y sintiéndose útil; pero no parece fácil que quien vive  solitario pueda romper con ese estado si no cuenta con  quienes puedan y deban ayudarle.


V. Madoz describe la soledad como el “convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso a ese mundo de interacciones, siendo una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros  o carecer de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional.”


La viudedad suele ser el principal desencadenamiento del sentimiento de soledad en las edades avanzadas.  Perder la pareja con la que convivió tantos años da pie a problemas personales de adaptación al nuevo estado, tanto emocionales como gestión del tiempo, las tareas del hogar, la vida doméstica y social.


Buscar las adecuadas respuestas al vacío que se encuentra en solitario puede ser una solución. La realización de actividades lúdicas, pasear, leer, ir a bares o cafeterías o acudir a algún club de jubilados puede facilitar la interacción y participación en la vida social.


El anciano necesita elegir sus propios valores y creencias, nadie puede negarle el mantenimiento de sus convicciones personales, su cultura, ideología o religión.


Salir al paso de la soledad no es una responsabilidad exclusiva de la persona mayor o de  su familia, sino de la sociedad en su conjunto que debe generar y desarrollar programas de prevención y control de la soledad y sus consecuencias.


Balbino Lozano

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