
NUESTRA HISTORIA
El Boticario de Zamora
Llamó mi atención un poema dedicado al "Boticario de Zamora", escrito en el año 1840 por José Joaquín de Mena. Este escritor y poeta hace la semblanza de un personaje, que pudiera haber sido real en aquella época en Zamora.
Describe a un boticario de naturaleza judía, contrahecho y experto en prácticas de brujería o curanderismo. El autor de esta narración poética se explaya en tantos detalles de la personalidad, vida y milagros del boticario en cuestión que necesariamente tuvo que existir en esta ciudad alguien con esas dotes de hechicero, y los hechos que se cuentan hasta pudieron ser verídicos:
Ben Jusef, el boticario de Zamora, es un hebreo algo más que estrafalario por lo mal vestido y feo. Gabán en colores vario, de medio siglo trofeo, cubre encogiendo la falda, vasta colina en su espalda.
Tosca cuerda en su cintura, con la que a veces enreda barba entre torda y oscura, de áspera crin, no de seda. Sombrero de inmensa anchura, que más parece una rueda de molino, graso y sucio, le guarece el occipucio.
Sus dedos, garfios agudos, o más bien, tenaces barras de tegumentos desnudos, no son dedos, sino garras. Ojos breves, no sañudos, con redondas antiparras que cabalgan en la cumbre de nariz de medio azumbre.
Verás si entras en su casa, las más raras baratijas: muchas figuras de mesa, culebras y lagartijas; vejigas llenas de grasa de hipopótamo, sortijas con letras y con figuras las más extrañas y oscuras.
Yerbas secas infinitas, espíritus, gomas, untos, raíces, piedras, pepitas y cabellos de difuntos. De polvos varias cajitas; de ungüentos vastos conjuntos, y un cocodrilo en el techo, lleno lo interior de afrecho.
De este arsenal bien provisto saca lo que es necesario para su ejercicio mixto de adivino y boticario; que él lo futuro ha previsto: da fuerza al octogenario, halla lo que se ha perdido, y a las doncellas marido.
Siempre gozoso y risueño sirve bien al que lo paga, cura al rico con empeño, con chistes al pobre halaga. Más diz que escaso de sueño, solo y por la noche vaga, desde el ocaso a la aurora, por los muros de Zamora.
Y no embargante el asedio del adalid castellano, cuando pasa por enmedio de sus tropas, vuelve sano. Gracias a extraño remedio, sin duda puede el anciano librase, dice la gente, del español diligente.
Mamud alcalde en Zamora festivas bodas prepara con una gallarda mora de hermosura prenda rara. más cuando casarse ignora porque su dicha acibara temor que batalla incierta su boda en sangre convierta.
Llama a Ben Jusef un día y le dice "buen anciano, sírveme de astuto espía dentro al cerco castellano. Qué noche saber querría podré enlazar con mi mano la de mi adorada prenda sin que el español lo entienda.
"Lo sabrás" dijo el hebreo; váse y pronto está de vuelta, y responde: "A tu deseo de esta noche brida suelta, porque tienen jubileo los de Castilla, y absuelta yace de ataque a fatiga toda la gente enemiga".
"Toma este bolsón" - le dice triunfante Mamud, y ordena que aquella noche felice se disponga baile y cena, que nada se economice con tal motivo, y apenas se hunde el sol, ya en la mezquita Mamud de gozo palpita.
Más cuando en alegre fiesta Mamud su cariño esplaya, seña de alarma funesta da en la almena la atalaya. Mamud a luchar se apresta, con el susto se desmaya la novia, corren al muro armados los convidados.
Trábase dura contienda, que mil muertos amenaza; no hay moro que no defienda con duro tesón la plaza. Por más que el cristiano emprenda siempre el moro lo rechaza, y tanto el daño le aqueja que el lance aburrido deja.
Cuando la aurora amanece tras la nocturna desgracia, colgado en alto aparece la perla de la farmacia. Si tal galardón merece, si fue error, o bien falacia, lo que infamó su memoria no nos lo dice la historia.
Balbino Lozano
Llamó mi atención un poema dedicado al "Boticario de Zamora", escrito en el año 1840 por José Joaquín de Mena. Este escritor y poeta hace la semblanza de un personaje, que pudiera haber sido real en aquella época en Zamora.
Describe a un boticario de naturaleza judía, contrahecho y experto en prácticas de brujería o curanderismo. El autor de esta narración poética se explaya en tantos detalles de la personalidad, vida y milagros del boticario en cuestión que necesariamente tuvo que existir en esta ciudad alguien con esas dotes de hechicero, y los hechos que se cuentan hasta pudieron ser verídicos:
Ben Jusef, el boticario de Zamora, es un hebreo algo más que estrafalario por lo mal vestido y feo. Gabán en colores vario, de medio siglo trofeo, cubre encogiendo la falda, vasta colina en su espalda.
Tosca cuerda en su cintura, con la que a veces enreda barba entre torda y oscura, de áspera crin, no de seda. Sombrero de inmensa anchura, que más parece una rueda de molino, graso y sucio, le guarece el occipucio.
Sus dedos, garfios agudos, o más bien, tenaces barras de tegumentos desnudos, no son dedos, sino garras. Ojos breves, no sañudos, con redondas antiparras que cabalgan en la cumbre de nariz de medio azumbre.
Verás si entras en su casa, las más raras baratijas: muchas figuras de mesa, culebras y lagartijas; vejigas llenas de grasa de hipopótamo, sortijas con letras y con figuras las más extrañas y oscuras.
Yerbas secas infinitas, espíritus, gomas, untos, raíces, piedras, pepitas y cabellos de difuntos. De polvos varias cajitas; de ungüentos vastos conjuntos, y un cocodrilo en el techo, lleno lo interior de afrecho.
De este arsenal bien provisto saca lo que es necesario para su ejercicio mixto de adivino y boticario; que él lo futuro ha previsto: da fuerza al octogenario, halla lo que se ha perdido, y a las doncellas marido.
Siempre gozoso y risueño sirve bien al que lo paga, cura al rico con empeño, con chistes al pobre halaga. Más diz que escaso de sueño, solo y por la noche vaga, desde el ocaso a la aurora, por los muros de Zamora.
Y no embargante el asedio del adalid castellano, cuando pasa por enmedio de sus tropas, vuelve sano. Gracias a extraño remedio, sin duda puede el anciano librase, dice la gente, del español diligente.
Mamud alcalde en Zamora festivas bodas prepara con una gallarda mora de hermosura prenda rara. más cuando casarse ignora porque su dicha acibara temor que batalla incierta su boda en sangre convierta.
Llama a Ben Jusef un día y le dice "buen anciano, sírveme de astuto espía dentro al cerco castellano. Qué noche saber querría podré enlazar con mi mano la de mi adorada prenda sin que el español lo entienda.
"Lo sabrás" dijo el hebreo; váse y pronto está de vuelta, y responde: "A tu deseo de esta noche brida suelta, porque tienen jubileo los de Castilla, y absuelta yace de ataque a fatiga toda la gente enemiga".
"Toma este bolsón" - le dice triunfante Mamud, y ordena que aquella noche felice se disponga baile y cena, que nada se economice con tal motivo, y apenas se hunde el sol, ya en la mezquita Mamud de gozo palpita.
Más cuando en alegre fiesta Mamud su cariño esplaya, seña de alarma funesta da en la almena la atalaya. Mamud a luchar se apresta, con el susto se desmaya la novia, corren al muro armados los convidados.
Trábase dura contienda, que mil muertos amenaza; no hay moro que no defienda con duro tesón la plaza. Por más que el cristiano emprenda siempre el moro lo rechaza, y tanto el daño le aqueja que el lance aburrido deja.
Cuando la aurora amanece tras la nocturna desgracia, colgado en alto aparece la perla de la farmacia. Si tal galardón merece, si fue error, o bien falacia, lo que infamó su memoria no nos lo dice la historia.
Balbino Lozano
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