Sábado, 20 de Septiembre de 2025

BALBINO LOZANO
Viernes, 29 de Noviembre de 2024
NUESTRA HISTORIA

Las alforjas del abuelo

Hace cerca de cien años,, un ciudadano se lamentaba de que, al llegar a Zamora registraran las alforjas de su abuelo y le requisaran el contenido de ellas.


El autor de aquella queja, se expresaba así:  "Era yo un mocosuelo cuando mi abuelo me llevó a Zamora..."  Ocurrió que aquel abuelo tenía que ir desde el pueblo de Cazurra a la ciudad para hacer una gestión de buscar quien reparase la imagen de la Virgen del Rosario, pues le había sido agregado un Niño Jesús, obra del ilustre imaginero don Ramón Álvarez y desentonaba la Virgen con la cara descascarillada.  


Salieron de Cazurra, el abuelo a lomos de un asno,  que respondía al nombre de "Morico" y el adolescente cabalgaba sobre una pollina  que llamaban la "Borrega".  Entraron en Zamora por el Puente de Piedra y nada más traspasarlo, les salió al encuentro un hombre que palpó y sobó , por fuera, una y otra alforja y sacó la fiambrera, al tiempo que decía que allí había más chorizo del que podía comer una familia entera;  rodeó el asno y fue a dar con la otra mitad de la alforja; sacó la bota que allí había , con un azumbre de vino (algo más de dos litros), a lo que el hombre, que era un empleado de consumos, dijo que tenía que pagar por ambos productos.


Se negó mi abuelo a pagar, porque no consideraba legal tener que pagar por la comida y se fue a dar las quejas a personas con las que creía tener influencias en la capital.  Mientras, el nieto esperó varias horas a la entrada del puente, viendo como chirriaba la Gobierna, girando sobre su eje a impulsos del viento, y en el reloj de  la Catedral sonaban las campanadas de las horas que pasaban.  Al fin, apareció el abuelo gruñendo y diciendo: "Vámonos, porque aquí  están esperando a que traiga uno una miaja de apero para matar el hambre y te lo quita. ¡Con no volver, arreglao!


Poco después, llegaron a la posada del señor Lino, en Cabañales y allí dieron buena cuenta de una fuente de callos guisados con patatas y una brava guindilla.


Transcurrieron cerca de veinticinco años, después de haber hecho su carrera aquel estudiante y estar ya ejerciendo su licenciatura, volvió a la ciudad zamorana, sin que hubiera olvidado el expolio del contenido de las alforjas de su abuelo.


Cuenta el frustrado viajero que caminaba desde su casa en la Calle Salvador García Villaplana, por la Avenida de las Tres Cruces y cuando cruzaba el fielato en la Puerta de San Torcuato, le movió compasión un hombre acurrucado que le pareció uno de tantos pordioseros que imploran la caridad. 

 

La lluvia caía menudita, y al darle una limosna, en lugar de una frase de agradecimiento, se irguió el hombre diciendo: " Vaya usted a hacer puñetas; que no soy ningún pordiosero, ni un mutilado. - Pues, que es usted? - Soy un honrado empleado de consumos que no tiene para guarecerse del temporal una miserable caseta de madera."  


Volvió de nuevo el recuerdo de aquél que violó las alforjas del abuelo quedándoles sin la comida que traían del pueblo, y experimentó una insana satisfacción porque esa vez fuera el empleado de consumos quien sufriera las inclemencias del tiempo.

Balbino Lozano

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