DENUNCIA
El “mer-caos” de abastos: una reforma entre lo estético y lo problemático
El proyecto de mejora, estéticamente impecable, conlleva un vallado excesivo
La reforma del mercado de abastos, largamente esperada para adecuarlo a las necesidades del siglo XXI, ha generado más inconvenientes de los previstos. El excesivo vallado perimetral instalado para llevar a cabo las obras no solo afecta gravemente al comercio local, sino que también compromete la seguridad al dificultar el acceso de vehículos de emergencia a los edificios colindantes, transformando un proyecto de mejora en una fuente de conflicto y preocupación.
Una reforma necesaria, pero cuestionable. Durante décadas, el mercado clamaba por una intervención profunda. Se realizaron costosos estudios de viabilidad que, paradójicamente, fueron ignorados en favor de un proyecto arquitectónico ambicioso y estéticamente impecable, pero que parece haber relegado la funcionalidad a un segundo plano. Cuando finalmente se dio inicio a las obras, se implementaron las habituales medidas de seguridad, como el vallado de áreas circundantes para almacenar materiales, instalar maquinaria y casetas de obra. Sin embargo, la extensión del perímetro vallado ha sido excesiva, dejando apenas cinco metros de espacio entre el vallado y las edificaciones vecinas. Este estrecho paso resulta insuficiente para el tránsito de vehículos de emergencia y dificulta enormemente el acceso para vehículos de reparto y particulares. Los negocios locales se ven directamente perjudicados al perder zonas de carga y estacionamiento esenciales para su actividad diaria. Algo que se podría haber resuelto utilizando, mediante acuerdo con los propietarios, el extenso solar ente los números tres y cinco de la plaza del mercado, que podría haber servido, tanto como zona de estacionamiento, como para albergar in situ el mercado provisional, mientras durasen las obras.
La mala planificación, y estamos empezando, no se limita al espacio. La señalización, insuficiente y confusa, ha generado situaciones insólitas. El pasado lunes, un conductor se aventuró por el estrecho corredor entre el vallado norte y los edificios, necesitando la ayuda de transeúntes para maniobrar, lo que terminó en golpes y momentos de tensión innecesarios.
Los ciudadanos deberán esperar años para evaluar si esta reforma logra revitalizar el casco antiguo, como se ha prometido. Sin embargo, ya surgen dudas razonables. Con la peatonalización prevista para la zona, bares, restaurantes y otras colectividades, grandes consumidores del mercado, se enfrentarán a dificultades logísticas, es difícil ir cargando con una compra grande, hasta lo lejos que se haya podido dejar el vehículo, que podrían desincentivar el uso de estas instalaciones, especialmente si existen alternativas más accesibles y cómodas. Modelo que, desde el consistorio, se empeñan en apoyar, en perjuicio del comercio tradicional de fresco en cercanías, que obviamente se discrimina, al vender sin ayudas exactamente lo mismo.

La reforma del mercado de abastos, largamente esperada para adecuarlo a las necesidades del siglo XXI, ha generado más inconvenientes de los previstos. El excesivo vallado perimetral instalado para llevar a cabo las obras no solo afecta gravemente al comercio local, sino que también compromete la seguridad al dificultar el acceso de vehículos de emergencia a los edificios colindantes, transformando un proyecto de mejora en una fuente de conflicto y preocupación.
Una reforma necesaria, pero cuestionable. Durante décadas, el mercado clamaba por una intervención profunda. Se realizaron costosos estudios de viabilidad que, paradójicamente, fueron ignorados en favor de un proyecto arquitectónico ambicioso y estéticamente impecable, pero que parece haber relegado la funcionalidad a un segundo plano. Cuando finalmente se dio inicio a las obras, se implementaron las habituales medidas de seguridad, como el vallado de áreas circundantes para almacenar materiales, instalar maquinaria y casetas de obra. Sin embargo, la extensión del perímetro vallado ha sido excesiva, dejando apenas cinco metros de espacio entre el vallado y las edificaciones vecinas. Este estrecho paso resulta insuficiente para el tránsito de vehículos de emergencia y dificulta enormemente el acceso para vehículos de reparto y particulares. Los negocios locales se ven directamente perjudicados al perder zonas de carga y estacionamiento esenciales para su actividad diaria. Algo que se podría haber resuelto utilizando, mediante acuerdo con los propietarios, el extenso solar ente los números tres y cinco de la plaza del mercado, que podría haber servido, tanto como zona de estacionamiento, como para albergar in situ el mercado provisional, mientras durasen las obras.
La mala planificación, y estamos empezando, no se limita al espacio. La señalización, insuficiente y confusa, ha generado situaciones insólitas. El pasado lunes, un conductor se aventuró por el estrecho corredor entre el vallado norte y los edificios, necesitando la ayuda de transeúntes para maniobrar, lo que terminó en golpes y momentos de tensión innecesarios.
Los ciudadanos deberán esperar años para evaluar si esta reforma logra revitalizar el casco antiguo, como se ha prometido. Sin embargo, ya surgen dudas razonables. Con la peatonalización prevista para la zona, bares, restaurantes y otras colectividades, grandes consumidores del mercado, se enfrentarán a dificultades logísticas, es difícil ir cargando con una compra grande, hasta lo lejos que se haya podido dejar el vehículo, que podrían desincentivar el uso de estas instalaciones, especialmente si existen alternativas más accesibles y cómodas. Modelo que, desde el consistorio, se empeñan en apoyar, en perjuicio del comercio tradicional de fresco en cercanías, que obviamente se discrimina, al vender sin ayudas exactamente lo mismo.


















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