COSAS MÍAS
Si amas, no envejeces
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        
Siendo mi padre octogenario, pronunció una frase, mientras yo leía un libro, que se grabó en mi alma: “Geño, ¡qué malo es ser viejo!”. Entonces ni había pensado en ese periodo de mi vida. Me dedicaba a vivir, pensar y gozar. Ahora, pasados los años, me pregunto a mí mismo si ya soy una persona mayor o si todavía debo considerarme joven. Y me he respondido que aún podría sentirme un zagal, un miembro más de la juventud. ¿Por qué? Sencillo. Porque quiero amar a una dama y que se sienta feliz por compartir un trozo de su vida conmigo. Asumo riesgos, como los jóvenes bizarros. No renunció a seducir a una mujer bonita, elegante y culta. Mantengo mi inconformismo en todos los órdenes de la vida, también en el amor.
 
Y no olvido que solo la belleza y el amor retrasan la vejez, la detienen, la apartan. Si amo, Cronos no podrá nada contra mí. Solo envejece la orfandad de pasión y la ausencia de cariño, ternura y dilección; la felonía y el gregarismo social y político.
 
Mientras piense en una dama, me sosiegue el recuerdo del tono de su voz, me calme el color de su mirada, los gestos de sus manos, sus labios húmedos y su andar de modelo, me consideraré un hombre muy joven, o quizá un viejito con el alma de adolescente.
Eugenio-Jesús de Ávila
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
Siendo mi padre octogenario, pronunció una frase, mientras yo leía un libro, que se grabó en mi alma: “Geño, ¡qué malo es ser viejo!”. Entonces ni había pensado en ese periodo de mi vida. Me dedicaba a vivir, pensar y gozar. Ahora, pasados los años, me pregunto a mí mismo si ya soy una persona mayor o si todavía debo considerarme joven. Y me he respondido que aún podría sentirme un zagal, un miembro más de la juventud. ¿Por qué? Sencillo. Porque quiero amar a una dama y que se sienta feliz por compartir un trozo de su vida conmigo. Asumo riesgos, como los jóvenes bizarros. No renunció a seducir a una mujer bonita, elegante y culta. Mantengo mi inconformismo en todos los órdenes de la vida, también en el amor.
Y no olvido que solo la belleza y el amor retrasan la vejez, la detienen, la apartan. Si amo, Cronos no podrá nada contra mí. Solo envejece la orfandad de pasión y la ausencia de cariño, ternura y dilección; la felonía y el gregarismo social y político.
Mientras piense en una dama, me sosiegue el recuerdo del tono de su voz, me calme el color de su mirada, los gestos de sus manos, sus labios húmedos y su andar de modelo, me consideraré un hombre muy joven, o quizá un viejito con el alma de adolescente.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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