Jueves, 18 de Septiembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Lunes, 02 de Diciembre de 2024
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

Conocer nuestras potencialidades colectivas para desarrollar Zamora

[Img #94376]Eugenio-Jesús de Ávila

 

Los ciudadanos de toda urbe pequeña y, además menguante, como es Zamora, se preocupan más de la vida de los otros, como en aquella película sobre la dictadura comunista en la Alemania Oriental, que de lo que ocurre en la propia, en la de cada cual. Los zamoranos, como gentes que viven en una ciudad de dimensiones provincianas, necesitan vigilar la vida de los demás para olvidarse de sus problemas y cuitas. Esta manera singular de existir provoca que nos olvidemos de mejorarnos a nosotros mismos y nos lancemos a criticar al prójimo, más si progresa, si tiene éxito en los negocios, en sus profesiones y vida erótica.

 

Se juzga la forma de vestir de cada cual, casi siempre para censurar; se analiza el estado físico o mental de personas que destacan o destacaron, se murmura sobre la vida erótica del vecino o vecina, por si hay infidelidades o amantes, que todos y todas quisiera para sí, en demostración palpable de hipocresía, una de las características vinculadas a una sociedad mentalmente anclada en el pretérito. Duele que el prójimo triunfe en su profesión, hasta el extremo que satisface más el fracaso ajeno que el éxito propio. Como si Caín hubiera visto la luz primera tras haberlo parido Eva cerca del Duero.

 

Esa forma de vivir, cuando la envidia recorre las venas colectivas de cualquier sociedad, impide pensar en libertad, proponer ideas, desarrollar proyectos, sembrar para recoger el fruto de las semillas del talento y la inteligencia, transformar la economía, potenciar la belleza, si la hubiere, de la ciudad,  porque todo intento de cambiar de rumbo cuando la nave social se dirige hacia la nada, recibe el castigo de la desaprobación, de la burla y la censura por parte de gentes conocidas por su apatía, abulia y desidia.

 

Como nuestra provincia dormía cuando España inició su industrialización, su mentalidad colectiva apenas evolucionó durante años y años.  Aquí nunca se imitó a Fuenteovejuna, sino, por el contrario, se rompieron vínculos, uniones y propósitos para aspirar a ser mucho más de lo que hemos llegado a ser. Zamora, nuestra tierra, siempre combatió contra un doble enemigo: el político y el social. Aquel, porque, salvo alguna excepción, se preocupó más de conservar cargos que de su pueblo, y este, porque su mentalidad acomplejada, desconfiada y suspicaz derrotó toda esperanza de construir un Zamora más grande, más moderna, más libre y más pujante.

 

Todavía es tiempo para que, cada uno de nosotros, contemplé su interior, analice su forma de obrar, se juzgue y transforme su egotismo en altruismo, filantropía y bonhomía. Desunidos, no somos nada ni nadie. Conozcamos nuestras potencialidades colectivas para transformar nuestra tierra. Hagamos una Zamora de todos para superar las dificultades de este presente que agota nuestro futuro.

 

 

 

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