DENUNCIA
Tapas hundidas y desperfectos tras las obras de canalización del agua caliente
    
   
	
    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    Especialmente visibles en zonas como la del mercadillo local
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        Las obras públicas, concebidas como una inversión para mejorar la calidad de vida, a menudo se convierten en un calvario para los ciudadanos, tanto durante su ejecución como después de su aparente finalización. Un caso reciente en nuestra ciudad pone en evidencia no solo las molestias habituales, sino también la falta de calidad en los trabajos realizados: tapas de registro hundidas y defectos evidentes tras las obras de pavimentación asociadas a la canalización de agua caliente, especialmente visibles en zonas como la del mercadillo local.
 
Es frecuente que los vecinos deban soportar un sinfín de inconvenientes: ruidos ensordecedores, polvo en el ambiente, desvíos caóticos y una constante lucha por encontrar estacionamiento. Lo más frustrante es que muchas de estas intervenciones no responden a necesidades reales ni a demandas vecinales, sino a decisiones unilaterales de quienes administran los recursos públicos, a menudo desconectadas de las prioridades de la ciudadanía. A esto se suma la falta de coordinación entre empresas de servicios, que ejecutan obras consecutivas en el mismo lugar, prolongando las molestias y aumentando la irritación de los vecinos.
 
Lo peor llega cuando las obras terminan, o al menos se anuncian como concluidas. Lo mínimo que se espera es que las calles queden en mejores condiciones o, al menos, como estaban antes de empezar. Sin embargo, la realidad suele ser decepcionante. En este caso, las tapas de registro instaladas tras las obras quedaron por debajo del nivel del asfalto, generando sobresaltos constantes para los conductores y daños a sus vehículos. Además, algunas de estas tapas no están correctamente fijadas, lo que no solo es incómodo, sino que representa un peligro real de hundimientos y accidentes en el corto plazo.
 
Lo más preocupante es que estas deficiencias obligan a realizar nuevas intervenciones en un periodo breve, para corregir errores que debieron evitarse desde el inicio. Esto implica más cortes de tráfico, más desvíos y más molestias para los ciudadanos. 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    

Las obras públicas, concebidas como una inversión para mejorar la calidad de vida, a menudo se convierten en un calvario para los ciudadanos, tanto durante su ejecución como después de su aparente finalización. Un caso reciente en nuestra ciudad pone en evidencia no solo las molestias habituales, sino también la falta de calidad en los trabajos realizados: tapas de registro hundidas y defectos evidentes tras las obras de pavimentación asociadas a la canalización de agua caliente, especialmente visibles en zonas como la del mercadillo local.
Es frecuente que los vecinos deban soportar un sinfín de inconvenientes: ruidos ensordecedores, polvo en el ambiente, desvíos caóticos y una constante lucha por encontrar estacionamiento. Lo más frustrante es que muchas de estas intervenciones no responden a necesidades reales ni a demandas vecinales, sino a decisiones unilaterales de quienes administran los recursos públicos, a menudo desconectadas de las prioridades de la ciudadanía. A esto se suma la falta de coordinación entre empresas de servicios, que ejecutan obras consecutivas en el mismo lugar, prolongando las molestias y aumentando la irritación de los vecinos.
Lo peor llega cuando las obras terminan, o al menos se anuncian como concluidas. Lo mínimo que se espera es que las calles queden en mejores condiciones o, al menos, como estaban antes de empezar. Sin embargo, la realidad suele ser decepcionante. En este caso, las tapas de registro instaladas tras las obras quedaron por debajo del nivel del asfalto, generando sobresaltos constantes para los conductores y daños a sus vehículos. Además, algunas de estas tapas no están correctamente fijadas, lo que no solo es incómodo, sino que representa un peligro real de hundimientos y accidentes en el corto plazo.
Lo más preocupante es que estas deficiencias obligan a realizar nuevas intervenciones en un periodo breve, para corregir errores que debieron evitarse desde el inicio. Esto implica más cortes de tráfico, más desvíos y más molestias para los ciudadanos.



















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