HABLEMOS
Efeméride partitocrática
De nuevo rito y parodia el día señalado, que debería ser de celebración y homenaje patriótico a un texto con infinitas deficiencias técnicas, aunque loable por lo que aportó de espíritu de paz y conciliación, viniendo a cerrar recuerdos de una historia luctuosa y trágica por cualquiera de los bandos. Como suele no ocurrirá, con ausencias separatistas hechas pasar por afrenta junto a declaraciones de la partitocracia que causan rubor, dada la profunda crisis no ya del régimen del setenta y ocho y de la Carta Magna sino del Estado mismo, incluida su Jefatura y altas instituciones como garantes de la unidad nacional, requisito ineludible de aspirar a un futuro próspero y de pacífica convivencia.
La efeméride rutinaria y palaciega, yendo aquí por delante el festejo de una casta de neojerarcas que desprecia al ciudadano de a pie atrincherada en sus privilegios, invita de un modo u otro a reflexionar sobre la viabilidad del actual sistema político, necesitado de una clara definición de las bases constitucionales en que descansa nuestra democracia parlamentaria, comenzando por la Jefatura del Estado desde la alternativa entre monarquía y república, así como por el nivel competencial en lo puramente administrativo de regiones que han utilizado el engendro autonómico para hacer valer sus prerrogativas políticas y económicas, en perjuicio del Estado que encarna el interés indivisible de lo público y común.
Siquiera por lo simbólico, lástima la fecha de autos de un buen puñado de patriotas decembristas. Cierto que el borbón, para bien o para mal, vaya usted a saber, nunca fue Alejandro I.
De nuevo rito y parodia el día señalado, que debería ser de celebración y homenaje patriótico a un texto con infinitas deficiencias técnicas, aunque loable por lo que aportó de espíritu de paz y conciliación, viniendo a cerrar recuerdos de una historia luctuosa y trágica por cualquiera de los bandos. Como suele no ocurrirá, con ausencias separatistas hechas pasar por afrenta junto a declaraciones de la partitocracia que causan rubor, dada la profunda crisis no ya del régimen del setenta y ocho y de la Carta Magna sino del Estado mismo, incluida su Jefatura y altas instituciones como garantes de la unidad nacional, requisito ineludible de aspirar a un futuro próspero y de pacífica convivencia.
La efeméride rutinaria y palaciega, yendo aquí por delante el festejo de una casta de neojerarcas que desprecia al ciudadano de a pie atrincherada en sus privilegios, invita de un modo u otro a reflexionar sobre la viabilidad del actual sistema político, necesitado de una clara definición de las bases constitucionales en que descansa nuestra democracia parlamentaria, comenzando por la Jefatura del Estado desde la alternativa entre monarquía y república, así como por el nivel competencial en lo puramente administrativo de regiones que han utilizado el engendro autonómico para hacer valer sus prerrogativas políticas y económicas, en perjuicio del Estado que encarna el interés indivisible de lo público y común.
Siquiera por lo simbólico, lástima la fecha de autos de un buen puñado de patriotas decembristas. Cierto que el borbón, para bien o para mal, vaya usted a saber, nunca fue Alejandro I.




















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