NOTAS DEL PENSAMIENTO...
Acostúmbrense al nuevo paisaje
José Antonio Ávila López
Las avalanchas migratorias en la frontera sur de España, concretamente en las ciudades de Ceuta y de Melilla, pueden resultar muy lejanas para muchos habitantes de la Península, acostumbrados a la inmensidad de sus comarcas. Sin embargo, los acontecimientos señalados están más cerca de todos, de cualquier español en cualquier lugar de la geografía nacional. Marruecos es nuestro vecino del sur, con el que tradicionalmente se ha tenido una “amistad” diplomática, comercial y cultural, pero también con el que hemos tenido guerras y conflictos fronterizos de mayor o menor intensidad. En 1975 se produjo la marcha verde migratoria, impulsada por el rey Hassan II para hacerse con el control del Sáhara español. El resultado ya es conocido por todos. Desde que España lo abandonó, y el representante de España ante la ONU dejó constancia mediante la correspondiente carta firmada en el año 1976, que nuestro país se desentendía de dicho territorio, algo hizo que los acontecimientos se aceleraran. Un extenso territorio lleno de fosfatos, pesca, arena, uranio, petróleo, gas y demás materias naturales de gran importancia estratégica pasó a poder de Marruecos, no sin tener una guerra con el Frente Polisario, el grupo combatiente de la República Árabe Saharaui Democrática reconocida por la Organización de Estados Africanos, a la que por cierto no pertenece Marruecos. Este país estableció un muro de 2.700 kilómetros que divide dicho territorio, entre el controlado por él, el mayor, y el del Frente Polisario, el menor. Tras el apoyo de EEUU a Marruecos concediéndole de facto el anterior territorio para defender sus intereses económicos y geopolíticos, Marruecos aspira a ser y ya lo es, una potencia regional en el Magreb. Pero lo que es importante, es que el Sáhara está cerca del Sahel, la enorme franja que separa el Magreb del África subsahariana, campo de actuación de grupos terroristas. Siguiendo aquello de dejar todo mejor a como me lo encontré, el actual dirigente de Marruecos, no duda en soñar con el Gran Marruecos, que comprendería dicho país, sumado al Sáhara Occidental, parte de Argelia, parte de Mauritania, Ceuta, Melilla, Islas Canarias, peñones varios, y “si quedan ganas”, una parte de nuestro territorio nacional. El litigio por las aguas territoriales entre España y Marruecos está candente, máxime tras las riquezas minerales descubiertas en las islas volcánicas llamadas “las abuelas de Canarias”, lo cual no es óbice para que Marruecos haya instalado un cable de fibra óptica pasando por aguas “españolas”. ¿Y qué pinta la migración en todo esto? No solo hay que recordar la “marcha verde”, sino la política seguida por Turquía con respecto de los refugiados sirios y de otros países, abriendo o cerrando el grifo de las corrientes migratorias hacia la UE. Y es que éstas se pueden emplear en determinados casos como auténticas “armas geopolíticas” que desestabilicen a los países adyacentes. Da la casualidad que el fenómeno migratorio es poliédrico y ésta es una de sus caras. Desgraciadamente lo estamos comprobando desde hace ya muchos años en nuestro país. El poder relativo de un país se mide, entre otras muchas cosas, por la capacidad de controlar sus fronteras, respetando la legalidad. Antes o después nos estaremos acostumbrando a todo esto, y a los posibles cambios en el paisaje, un paisaje que no pinta nada bien para España y para los españoles...
Las avalanchas migratorias en la frontera sur de España, concretamente en las ciudades de Ceuta y de Melilla, pueden resultar muy lejanas para muchos habitantes de la Península, acostumbrados a la inmensidad de sus comarcas. Sin embargo, los acontecimientos señalados están más cerca de todos, de cualquier español en cualquier lugar de la geografía nacional. Marruecos es nuestro vecino del sur, con el que tradicionalmente se ha tenido una “amistad” diplomática, comercial y cultural, pero también con el que hemos tenido guerras y conflictos fronterizos de mayor o menor intensidad. En 1975 se produjo la marcha verde migratoria, impulsada por el rey Hassan II para hacerse con el control del Sáhara español. El resultado ya es conocido por todos. Desde que España lo abandonó, y el representante de España ante la ONU dejó constancia mediante la correspondiente carta firmada en el año 1976, que nuestro país se desentendía de dicho territorio, algo hizo que los acontecimientos se aceleraran. Un extenso territorio lleno de fosfatos, pesca, arena, uranio, petróleo, gas y demás materias naturales de gran importancia estratégica pasó a poder de Marruecos, no sin tener una guerra con el Frente Polisario, el grupo combatiente de la República Árabe Saharaui Democrática reconocida por la Organización de Estados Africanos, a la que por cierto no pertenece Marruecos. Este país estableció un muro de 2.700 kilómetros que divide dicho territorio, entre el controlado por él, el mayor, y el del Frente Polisario, el menor. Tras el apoyo de EEUU a Marruecos concediéndole de facto el anterior territorio para defender sus intereses económicos y geopolíticos, Marruecos aspira a ser y ya lo es, una potencia regional en el Magreb. Pero lo que es importante, es que el Sáhara está cerca del Sahel, la enorme franja que separa el Magreb del África subsahariana, campo de actuación de grupos terroristas. Siguiendo aquello de dejar todo mejor a como me lo encontré, el actual dirigente de Marruecos, no duda en soñar con el Gran Marruecos, que comprendería dicho país, sumado al Sáhara Occidental, parte de Argelia, parte de Mauritania, Ceuta, Melilla, Islas Canarias, peñones varios, y “si quedan ganas”, una parte de nuestro territorio nacional. El litigio por las aguas territoriales entre España y Marruecos está candente, máxime tras las riquezas minerales descubiertas en las islas volcánicas llamadas “las abuelas de Canarias”, lo cual no es óbice para que Marruecos haya instalado un cable de fibra óptica pasando por aguas “españolas”. ¿Y qué pinta la migración en todo esto? No solo hay que recordar la “marcha verde”, sino la política seguida por Turquía con respecto de los refugiados sirios y de otros países, abriendo o cerrando el grifo de las corrientes migratorias hacia la UE. Y es que éstas se pueden emplear en determinados casos como auténticas “armas geopolíticas” que desestabilicen a los países adyacentes. Da la casualidad que el fenómeno migratorio es poliédrico y ésta es una de sus caras. Desgraciadamente lo estamos comprobando desde hace ya muchos años en nuestro país. El poder relativo de un país se mide, entre otras muchas cosas, por la capacidad de controlar sus fronteras, respetando la legalidad. Antes o después nos estaremos acostumbrando a todo esto, y a los posibles cambios en el paisaje, un paisaje que no pinta nada bien para España y para los españoles...




















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