El botafumeiro

*Dime tú, tío Babú, ¿tú eres de los que felicitan la Navidad o de los que felicitan las Fiestas porque son un poco descreídos?

-Yo soy un descreído del todo; por eso, cuando “felicito”, o sea, cuando deseo felicidad a alguien, lo hago porque deseo lo bueno para esa persona, al margen del motivo que recuerde y justifique que nos debemos desear buenas cosas unos a otros.

*Dime tú, tío Babú, ¿y por qué hay que desearle felicidad a todo el mundo?

-Porque cuando la gente es feliz no hace daño a nadie y, por tanto, el mundo es mejor. Además, esa alegría aumenta la mía.

*Dime tú, tío Babú, ¿y por qué eres un descreído del todo?

-Sencillo, hay mil motivos, pero uno, por ejemplo, es que, si no eres creyente, eres mortal, mientras que, si pasas a creer en cualquier religión, eres inmortal y eso no es creíble. 

*Dime tú, tío Babú, ¿entonces, por qué celebras la Navidad?

-Jeje. Porque toda fiesta que permite no trabajar en ella es sagrada, ya que no hay mayor condena que el trabajo, que por eso lo pagan.

*Dime tú, tío Babú, ¿pero reconocerás que estas fiestas se celebran porque Dios decidió sacrificar a su Hijo para lavar nuestros pecados?

-Eso dicen determinadas religiones de origen cristiano, pero, mira, solo en la historia conocida de Humanidad hay 11 dioses que se dice que nacieron el 25 de diciembre. Diez de ellos antes de Cristo.

*Dime tú, tío Babú, ¿anda, y por qué?

-Porque, puestos a inventar, mira. El 25 de diciembre el hombre primitivo se da cuenta de que las noches empiezan a encoger y que volverán a  aumentar las horas de Sol. Nace lo bueno otra vez.