
ANÁLISIS
Gestoras y cuitas de Semana Santa de Zamora
La Semana Santa que yo viví y amé ya no es lo que era. Yo, tampoco. Desde la anterior centuria hasta esta tercera década del siglo XXI se ha ido perdiendo fe religiosa y ha ganado peso la tradición entre los miles de hermanos que acompañan cristos, vírgenes y grupos escultóricos durante la Pasión. La Semana Santa se vive más hacia fuera que se celebra en los adentros de cada cual. Existen, no obstante, hermandades que intentan regresar a las esencias católicas programando actividades que refrendan su fe. La Iglesia también perdió protagonismo como conciencia religiosa de las cofradías. El obispo, don Fernando, y los anteriores, predican en el desierto y, de vez en cuando, cometen errores por ignorancia de la realidad intrínseca de la forma de entender la Pasión por estos pagos de la Meseta Norte. Hay que haber nacido en esta tierra olvidada y vivido por dentro la Semana Santa para entender y analizar sus cuitas, sus derivas, sus pugnas, sus odios y vanidades.
Y no se trata de creer o no creer. La fe, como he escrito, se fue difuminando como si fuese un “sfumato” en los cuadros de Leonardo Da Vinci. En el seno de las hermandades y cofradías a lucha es tan intensa como en los partidos políticos. Cofrades que no se conforman con ser hermanos de fila, apuestan por dirigirlas, por mandar, por ejercer el poder, por dejar su impronta. Porque ser presidente de ciertas cofradías “mola” más que ser concejal en el Ayuntamiento de la capital, aunque la analogía quizá no se entienda. Esas ambiciones jamás las entendí y fui hermano de siete hermandades hasta que me dio por ser coherente y me dije que un ateo racional no debería desfilar en procesiones.
Los que son doctores en esta carrera que es la Semana Santa de Zamora afirman que las cuitas de la Pasión zamorana se iniciaron cuando Eduardo Pedrero decidió dejar la Junta. Quizá tengan razón tales eruditos. Pero la realidad, la triste verdad, es que no existe la paz, ni religiosa ni pagana, en la Junta Pro Semana Santa. Desde la lejanía que me impuse, no comprendí jamás que hermandades con más de una decena de pasos formase vínculo con las que solo procesionan un paso que, además, forma parte del patrimonio eclesiástico. No deberían tener el mismo peso específico cofradías como la Vera Cruz, Santo Entierro, Jesús Nazareno que las hermandades del Yacente, Siete Palabras, Buena Muerte y la Hermandad de Penitencia. Aquellas, las históricas, las nacidas en los siglos XVI y XVII, realizan gastos económicos extraordinarios. Las penitenciales, no. Resulta obvias las razones.
Ese conflicto doméstico en el seno de la Junta Pro Semana Santa todavía no se ha resuelto y no tendrá fin mientras todas las hermandades y cofradías deseen ser tratadas por igual en el aspecto económico.
La dimisión de Isabel García Prieto debió ser cerrada con nuevas elecciones, nunca con la formación de una Gestora diseñada y nombrada por Monseñor Valera, porque se hizo de menos a las restantes cofradías. Y esa Junta Gestora también tenía sus días contados, como se ha evidenciado. Y la propuesta de don Fernando de una terna para elegir al presidente de otra homóloga de la anterior me parece un error, porque no soluciona nada, sino que enoja aún más incluso a los presidentes que mostraban cierta indiferencia y apatía hacia la deriva de la Pasión.
Lo suyo, para acabar con este cisma, consistiría en elecciones a la Junta Pro Semana Santa, con el objetivo de avanzar en la construcción del Museo, esencial para que las aguas vuelvan a su cauce, tras desbordarse el río del egoísmo con la paralización de las obras en el solar del que fue almacén de pasos. Por cierto, que nadie olvide que las grandes cofradías son las que conforman la oferta museística y, cierto también, las que más se beneficiarán de su creación.
Mientras, numerosos grupos escultóricos se guardan en templos donde temperaturas y humedades podrían perjudicar su estado original. Y Las Edades del Hombre se inaugurarán en septiembre.
Manuel Azaña se equivocó con aquello de “España ha dejado de ser católica”. Quizá un servidor también cometa un error si escribo que la Semana Santa de Zamora dejó de ser católica. Perdóneseme, pero observo conductas muy poco católicas en torno a la Pasión de mi tierra. Lo escribo desde mi ateísmo racional, pero también con mi amor por todas las instituciones que nacen en su seno.
Eugenio-Jesús de Ávila
Fotografía: Esteban Pedrosa
La Semana Santa que yo viví y amé ya no es lo que era. Yo, tampoco. Desde la anterior centuria hasta esta tercera década del siglo XXI se ha ido perdiendo fe religiosa y ha ganado peso la tradición entre los miles de hermanos que acompañan cristos, vírgenes y grupos escultóricos durante la Pasión. La Semana Santa se vive más hacia fuera que se celebra en los adentros de cada cual. Existen, no obstante, hermandades que intentan regresar a las esencias católicas programando actividades que refrendan su fe. La Iglesia también perdió protagonismo como conciencia religiosa de las cofradías. El obispo, don Fernando, y los anteriores, predican en el desierto y, de vez en cuando, cometen errores por ignorancia de la realidad intrínseca de la forma de entender la Pasión por estos pagos de la Meseta Norte. Hay que haber nacido en esta tierra olvidada y vivido por dentro la Semana Santa para entender y analizar sus cuitas, sus derivas, sus pugnas, sus odios y vanidades.
Y no se trata de creer o no creer. La fe, como he escrito, se fue difuminando como si fuese un “sfumato” en los cuadros de Leonardo Da Vinci. En el seno de las hermandades y cofradías a lucha es tan intensa como en los partidos políticos. Cofrades que no se conforman con ser hermanos de fila, apuestan por dirigirlas, por mandar, por ejercer el poder, por dejar su impronta. Porque ser presidente de ciertas cofradías “mola” más que ser concejal en el Ayuntamiento de la capital, aunque la analogía quizá no se entienda. Esas ambiciones jamás las entendí y fui hermano de siete hermandades hasta que me dio por ser coherente y me dije que un ateo racional no debería desfilar en procesiones.
Los que son doctores en esta carrera que es la Semana Santa de Zamora afirman que las cuitas de la Pasión zamorana se iniciaron cuando Eduardo Pedrero decidió dejar la Junta. Quizá tengan razón tales eruditos. Pero la realidad, la triste verdad, es que no existe la paz, ni religiosa ni pagana, en la Junta Pro Semana Santa. Desde la lejanía que me impuse, no comprendí jamás que hermandades con más de una decena de pasos formase vínculo con las que solo procesionan un paso que, además, forma parte del patrimonio eclesiástico. No deberían tener el mismo peso específico cofradías como la Vera Cruz, Santo Entierro, Jesús Nazareno que las hermandades del Yacente, Siete Palabras, Buena Muerte y la Hermandad de Penitencia. Aquellas, las históricas, las nacidas en los siglos XVI y XVII, realizan gastos económicos extraordinarios. Las penitenciales, no. Resulta obvias las razones.
Ese conflicto doméstico en el seno de la Junta Pro Semana Santa todavía no se ha resuelto y no tendrá fin mientras todas las hermandades y cofradías deseen ser tratadas por igual en el aspecto económico.
La dimisión de Isabel García Prieto debió ser cerrada con nuevas elecciones, nunca con la formación de una Gestora diseñada y nombrada por Monseñor Valera, porque se hizo de menos a las restantes cofradías. Y esa Junta Gestora también tenía sus días contados, como se ha evidenciado. Y la propuesta de don Fernando de una terna para elegir al presidente de otra homóloga de la anterior me parece un error, porque no soluciona nada, sino que enoja aún más incluso a los presidentes que mostraban cierta indiferencia y apatía hacia la deriva de la Pasión.
Lo suyo, para acabar con este cisma, consistiría en elecciones a la Junta Pro Semana Santa, con el objetivo de avanzar en la construcción del Museo, esencial para que las aguas vuelvan a su cauce, tras desbordarse el río del egoísmo con la paralización de las obras en el solar del que fue almacén de pasos. Por cierto, que nadie olvide que las grandes cofradías son las que conforman la oferta museística y, cierto también, las que más se beneficiarán de su creación.
Mientras, numerosos grupos escultóricos se guardan en templos donde temperaturas y humedades podrían perjudicar su estado original. Y Las Edades del Hombre se inaugurarán en septiembre.
Manuel Azaña se equivocó con aquello de “España ha dejado de ser católica”. Quizá un servidor también cometa un error si escribo que la Semana Santa de Zamora dejó de ser católica. Perdóneseme, pero observo conductas muy poco católicas en torno a la Pasión de mi tierra. Lo escribo desde mi ateísmo racional, pero también con mi amor por todas las instituciones que nacen en su seno.
Eugenio-Jesús de Ávila
Fotografía: Esteban Pedrosa
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