COSAS MÍAS
La Navidad engrandece y embellece Zamora
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora, uno de los amores de mi vida, como reitero en mis artículos, parece otra durante los días de navidades, como si todos los que la queremos, nos uniéramos en un amor colectivo por lo que fue, por lo que somos, por lo que quizá seremos. Celebro que las gentes de mi tierra se encuentren, se abracen, sonrían, tomen vinos y viandas juntos y hablen de todo…menos de política.
Cuando Zamora, una ciudad en la que reina la apatía antropológica, la abulia, el pasotismo, ríe, yo también río. Soy, de alguna manera, feliz cuando mi tierra se divierte, vive las fiestas, olvida las lágrimas y abraza el futuro. Como decía el hermano mayor de un íntimo amigo: Estoy tan acostumbrado a perder que ganar me ofende.
A Zamora la acostumbraron los políticos, los de allá y los felones de aquí, a que asumiera que era pobre, que no había nada que hacer, que el desarrollo, el progreso y el buen vivir pertenecían a otras provincias y ciudades, cercanas o lejanas; que debería conformarse con ser una Cenicienta sin príncipe del porvenir, sin carroza de sueños. Nos robaron el futuro y nos exigían creer en sus promesas de malandrines políticos. En fin.
A finales de septiembre o principios de octubre se inaugurarán Las Edades del Hombre, un punto de apoyo para lanzar a Zamora como ciudad insigne del turismo cultural. La próxima Navidad será todavía más festejada por los zamoranos de aquí, los zamoranos de allá y los amantes de la cultura que vendrán a conocernos y disfrutarnos. Mientras esperamos otro solsticio de invierno, deseo a todas las buenas personas una Navidad más espiritual y menos material, y esa paz interior que se siente cuando no se envidia ni se odia a nadie, ni tan si quiera a los malos que, como los brujas, haylos.
Sí, Zamora está ahí, desde hace muchos siglos, para que la amemos, la defendamos y luchemos por su futuro. La Navidad engrandece y embellece la ciudad del alma, la del Romancero, la del Románico.
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora, uno de los amores de mi vida, como reitero en mis artículos, parece otra durante los días de navidades, como si todos los que la queremos, nos uniéramos en un amor colectivo por lo que fue, por lo que somos, por lo que quizá seremos. Celebro que las gentes de mi tierra se encuentren, se abracen, sonrían, tomen vinos y viandas juntos y hablen de todo…menos de política.
Cuando Zamora, una ciudad en la que reina la apatía antropológica, la abulia, el pasotismo, ríe, yo también río. Soy, de alguna manera, feliz cuando mi tierra se divierte, vive las fiestas, olvida las lágrimas y abraza el futuro. Como decía el hermano mayor de un íntimo amigo: Estoy tan acostumbrado a perder que ganar me ofende.
A Zamora la acostumbraron los políticos, los de allá y los felones de aquí, a que asumiera que era pobre, que no había nada que hacer, que el desarrollo, el progreso y el buen vivir pertenecían a otras provincias y ciudades, cercanas o lejanas; que debería conformarse con ser una Cenicienta sin príncipe del porvenir, sin carroza de sueños. Nos robaron el futuro y nos exigían creer en sus promesas de malandrines políticos. En fin.
A finales de septiembre o principios de octubre se inaugurarán Las Edades del Hombre, un punto de apoyo para lanzar a Zamora como ciudad insigne del turismo cultural. La próxima Navidad será todavía más festejada por los zamoranos de aquí, los zamoranos de allá y los amantes de la cultura que vendrán a conocernos y disfrutarnos. Mientras esperamos otro solsticio de invierno, deseo a todas las buenas personas una Navidad más espiritual y menos material, y esa paz interior que se siente cuando no se envidia ni se odia a nadie, ni tan si quiera a los malos que, como los brujas, haylos.
Sí, Zamora está ahí, desde hace muchos siglos, para que la amemos, la defendamos y luchemos por su futuro. La Navidad engrandece y embellece la ciudad del alma, la del Romancero, la del Románico.






















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